Ramón Ábalo
Esta vez – hace un par de días – los fundamentalismos religiosos de toda laya, y el político de todo pelo, se estrellaron nuevamente, en este país que se nutre de la memoria, en una realidad que los coloca en las antípodas de las exigencias dignificadoras de la humanidad, cuya porción argentina – el pueblo argentino – avanza sin titubeos hacia destinos ciertos y transformadores.
Fue en el Congreso, que había sido tomado por asalto por un ya desvalorizado cobismo ruralista, que la furia antiK mordió la lona. Fue un duro golpe que quebró la ofuscación beligerante del obispo Bergoglio y las iras de políticos no menos desvalorizados.
No obstante, estos golpes a los enemigos populares y nacionales no fueron por knock-out, es decir, que acaban en definitiva con el contrincante. Es un golpe que los hace tartamudear y patalear, pero como el catolicismo en su versión institucional es un poder universal, se recupera y se encarama en la cresta de la disputa ante el más mínimo atisbo de sentirse acosado por los representantes del mal terrenal.
Es por ello que la ley de matrimonio gay aprobada este fin de semana por el Congreso, es para aplaudir pero no tanto para fantasear como si fuera un triunfo terminante. Al respecto no vale recordar episodios donde la acción oscurantista de la Iglesia fue nefasta para los propósitos de construir, en nuestro país, una sociedad justa, igualitaria, con todos los derechos para dignificar la existencia. Es en el ámbito de la educación donde en los momentos más críticos se empeñan en ser protagonistas e imbuirla – a la educación – con el lodo de la intolerancia y la desestabilización en lo institucional. Fue en las aulas de las escuelas privadas y católicas donde esa expresión adquirió virulencia en el accionar contra la ley de matrimonio gay. Fueron los alumnos y sus padres los que constituyeron el grueso de las movilizaciones anti gay, porque en el fondo lo que se esconde con eufemismos es la tirria visceral de todo lo que es distinto a lo que institucionaliza el dogma. Jesús santificado por ese dogma no debía aparecer como un simple mortal enamorado de una mujer cualquiera, la tal Magdalena. Para ese dogma el hijo de Dios tiene que ser puro, casto, y menos atraído por el goce carnal. Así es que Magdalena es estigmatizada como prostituta, y en consecuencia, indigna tan siquiera de alguna alabanza por haber dado de beber a Cristo durante su sacrificio por los romanos.
Incumbencias nefastasLeer todo el artículoLa Iglesia es la expresión máxima del pensamiento único, maniqueísta, hasta el extremo de influir política e ideológicamente en las estructuras del Estado como parte indisoluble del poder hegemónico, o sea de los sectores económicos y financieros, por encima del político subalternizado. La mira es la escuela pública, la levadura de las conciencias todavía "vírgenes" en temas de la realidad cotidiana y las trascendentes. Recordamos someramente, en las década del setenta la arremetida intolerante de la Iglesia contra el gobierno de Martínez Baca, que asumió en 1973, y al año fue depuesto por la alianza entre la derecha peronista, gansa y radical y la arrogancia oscurantista. En aquel gobierno se intentó modernizar la educación pública provincial para lo que se realizó un congreso que elaboró unas "Pautas educativas", congreso que fue hostigado desde el primer día por un Consejo provincial de educación católica, por lo que el gobierno optó por darles participación con voz y voto. A su vez, una Liga de madres de familias acusó de marxistas a la pautas basándose para ello en el primer párrafo de los "Lineamientos generales sobre la educación popular", que decía: "Es de todos conocido que las relaciones de producción responden a los intereses de los dueños de los medios de producción y es también fácil de deducir que la clase dominante organiza el proceso educativo teniendo fundamentalmente en cuenta sus intereses de clase...".
¡Para qué! Gansos, radichetas, fachos y franquistas de toda laya se lanzaron al ruedo para acosar al gobierno. Se formó una Federación de padres, integrada, entre otros, por Denis Cardozo Biritos, César Gei, Yolanda Bello de Cocconi, Edgar Butterfield, Jorge Comadrán, franquistas la mayoría de ellos, metidos en la UNCuyo y futuros mentores de la dictadura genocida. De los huevos de la víbora ya asomaba el veneno ofídico. El fundamentalismo católico fue un factor fundamental para la caída del gobierno constitucional de Martínez Baca, que había accedido a la primera magistratura provincial con el 65% de los votos del electorado.
Estos no son los mismos momentos, pero a aquellos vale tenerlos en cuenta para que no se vuelvan a producir. La religión es una práctica legítima de fe y debe ser contenida en los límites con el derecho público, como es la enseñanza, la salud, el trabajo y la cultura. Cuando transgrede esos límites, se convierte en un revulsivo de las conciencias y entonces la violencia es inevitable, cuyos mayores ejemplos en la actualidad tienen que ver con la intolerancia religiosa, racial, sexual, nacional, en todo el mundo. El fundamentalismo religioso es impiadoso cuando se lanza a preservar sus intereses, todos ellos terrenales. Nada que ver con el Cielo.
La Quinta Pata, 18 – 07 – 10
La Quinta Pata
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