Penélope Moro
Lo que para algunos parecía imposible hoy es una realidad para todos. De arma exclusiva del poder concentrado a herramienta inclusiva de la democracia, de valor de mercado a derecho humano. Sustancial paso el que comienza a dar la comunicación por estos días, y en estos lados.
Empieza a desvanecerse, lenta y mínimamente pero lo hace, el sistema comunicacional impuesto por arriba, primero mediante el terror y el autoritarismo, después a través de la manipulación y la estupidización social. Incipientemente se instala la manera de comunicar originada desde abajo, por quienes conocen de pueblo, de inequidad e injusticia social.
Se puede entender que la Ley creada para que muchos más puedan decir, preguntar, expresar, escuchar y mirar (entre tantas otras cosas) ganó vigencia tiempo antes de su liberación judicial, e inclusive, de su aprobación legislativa. La falta de credibilidad que cachetea a periodistas y medios hegemónicos es, sin dudas, su primera consecuencia.
La imagen del pueblo en las calles defendiendo el reparto equilibrado de la palabra fue un paso necesario en la lucha por la legalización de esta Ley, y más tarde por el reconocimiento de su legitimidad, pero no suficiente. La marcha hacia la democratización comunicacional, que de hecho es mucho más que eso, tuvo que ver con el desenmascaramiento de los intereses del poder monopólico ocultos tras el velo de la “verdad absoluta”.
En este proceso quedaron al desnudo los mecanismos mediáticos que durante décadas encubrieron los núcleos reales del poder político y económico de la Argentina. De este modo, terminaron cayendo por su propio peso los artificios construidos por el monopolio para garantizar su dominio permanente.
Ante las evidentes maniobras de subestimación social desplegadas por los dueños del poder para mantener el status quo, el pueblo demostró esta vez que de ninguna manera está dispuesto a abrazar causas que no solo no le pertenecen, sino que sobre todo tienen que ver con las huellas de la injusticia y el dolor marcadas en la historia del país desde hace más de treinta años.
Las palabras siempre pertenecieron al pueblo que hoy las está recuperando. Se inicia así el mayor desafío popular de los últimos tiempos. Hacer uso de ellas, generarles espacio, darles vida a través de contenidos que representen a los que hasta el momento fueron desvirtuados. Y que hablen sobre los que siempre estuvieron negados.
Al parecer, la historia se resiste a ser contada por los mismos de siempre y como una oportunidad que no se ha de desaprovechar le devuelve a sus verdaderos protagonistas el poder de las palabras.
Río de Palabras, 03 – 07 – 10
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