Sebastián Moro
No solo de subversivos se alimentó el proceso genocida. Chupar obreros, estudiantes y militantes; torturarlos, asesinarlos y desaparecerlos fue la culminación del terror como medio para limpiar toda idea que no acepte el imperio de la impuesta sociedad occidental, capitalista y cristiana. Fueron aquellos junto a periodistas y gremialistas, los principales marcados por la saña asesina de las fuerzas armadas para ser fagocitados en las catacumbas de los centros clandestinos de detención. Pero también se derramó sangre blanca, cercana al poder económico y financiero. Hubo empresarios y familiares torturados, presos y desaparecidos. Los “motivos” no “obedecían” ya a la amputación ideológica, eran para favorecer a encumbrados civiles afanosos por hacer negocios con la dictadura, quitándose así competidores del medio; tramar alianzas con los grupos de poder para sostener el modelo represivo de cuerpos y mentes hasta el milenio entrante (en el 2000, dominados) y a la escalofriante ambición de milicos de las tres armas por quedarse con propiedades y empresas como botín de guerra. Para completar el sistemático plan de reestructura económica trazado por Martínez de Hoz, el accionar de los grupos de tareas, mediante extorsiones y violencia, no escatimó ni el atentado ni el secuestro. El caso Graiver y el origen de Papel Prensa es el más grave y paradigmático de ese plan, pero no el único.
La investigación propulsada por el gobierno nacional es el primer intento democrático por buscar la verdad de uno de los secretos fundamentales del proceso cívico-militar. El silencio y el desinterés de los sucesivos presidentes por desentrañar la conformación mafiosa de Papel Prensa y su constitución como monopolio que ata a la prensa gráfica a una parrilla, que tergiversa la libertad de empresa en detrimento de la libertad de expresión, que manipula en provecho corporativo la exclusividad de la materia papel y que se imprime sobre la hoja más negra de nuestra historia de crimen y saqueo; únicamente pueden ser entendidos como consecuencia del enorme poder extorsivo sobre ciudadanos y gobiernos, ejercido por Clarín y La Nación gracias a las operaciones de hiperconcentración y desregulación cedidas por los firmapaz políticos a cambio de que piensen el país a imagen y semejanza de sus patrones mediáticos. La famosa Agenda de los diarios no solo forma y deforma plumas, también consigue abogados y cruzados políticos y “construye” lo que, según ellos, debiéramos pensar mañana.
La denuncia por la apropiación ilegítima de Papel Prensa y la esperanza de regular el sector como de interés público, vital para la libertad de prensa, abren la discusión para pensar otro mañana, sin cercenar nunca más este pasado ni justificarlo a la falsa sombra de los demonios.
Río de Palabras 28, 29 – 08 – 10
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