lunes, 9 de agosto de 2010

Para la libertad

Penélope Moro

Bastante se ha dicho en el último tiempo sobre la implicancia real que tendrá hacia el interior de nuestra sociedad la nueva Ley que distribuye de forma equitativa ciertos derechos que históricamente pertenecieron a la mayoría, con los de una minoría que fue negada hasta no hace mucho tiempo. Y no es para menos, es necesario dimensionar la enorme porción de democracia que convida a la historia del presente, y en especial a la del futuro, el hecho de que el matrimonio igualitario hoy sea posible. En esa reflexión, entenderemos que cuando una medida es verdaderamente “justa” lo es no solo por lo que brinda a un sector en particular, sino más bien por su capacidad de igualar los accesos y las oportunidades de unos/as con los de otros/as, derribando así, los muros de la exclusión.

La Ley de la igualdad va más allá de la merecedora posibilidad a que las personas que no cumplan con las expectativas eclesiásticas del “paradigma de la normalidad heterosexual” puedan contraer matrimonio y hasta formar familia dentro de los parámetros legales. Se trata de una conquista social que nos involucra a todos y a todas porque tiene que ver con la libertad. De hecho, el proceso social que nos condujo hacia ella testimonió hasta qué punto, aun en plena democracia, los poderes fácticos están dispuestos a batallar contra la evolución de las ideas y de las transformaciones ya existentes en las costumbres sociales; hasta dónde son capaces de “guerrear” en pro de la opresión.

Dispuestas a no ceder ni un milímetro del poder que supieron conseguir a fuerza de golpes y condenas, la derecha y la jerarquía de la Iglesia Católica desenfundaron nuevamente sus armas favoritas. De manera similar a la de hace 34 años atrás, pero con opuestos resultados, los sectores ultraconservadores sacaron a las calles la misma herramienta que en aquellos tiempos les permitió propiciar un terreno fértil para la irrupción de las sombras dictatoriales: la imposición del miedo a través de la mentira.

Pero demonios, culpas, pecados, mandatos superiores, órdenes naturales y divinas, no pudieron esta vez con la política ofrecida por un Gobierno dedicado a profundizar las reglas democráticas. Mientras la reciente norma da derechos a personas con diversa orientación sexual, corroe mitos y prejuicios servidos en función del control de quienes se resisten a bajar del quimérico pedestal de la superioridad. Al espantar viejos miedos y ahuyentar a conocidos fantasmas, la grandeza de esta Ley reside precisamente en su capacidad de liberar. De eso se trata la igualdad, la libertad y la justicia social.


Río de Palabras, edición aniversario, 29 – 07 – 10

La Quinta Pata

1 comentario :

LUIS EDUARDO dijo...

LA MEDIOCRIDAD ES IRRESPONSABILIDAD POLITICA Y SOCIAL PARA EL PRESENTE POLITICO-SOCIAL Y DEMAS ESTA DECIR PARA LAS FUTURAS GENERACIONES;PUEDE SER SUBJETIVO, INDICAR QUE EL MEDIO,LA CLASE MEDIA,EL PUNTO MEDIO, ES LO POSIBLE,NO LEVANTEMOS OLAS, ETC., EXPRESIONES VERTIDAS DESDE SITUACIONES DE PRIVILEGIO INDIVIDUAL O COORPORATIVO,PERDIENDO COMO SIEMPRE DE VISTA AL CONJUNTO SOCIAL ETERNAMENTE EXCLUIDO.

Publicar un comentario