Guillermo Almeyra
Fidel Castro está haciendo interesantes reflexiones –desgraciadamente, no sobre Cuba y las vías para que esta salga del empantanamiento actual– y me parece útil imitarlo sobre otros temas. El Pentágono (y su perro de ataque, Netanyahu) sienten, en efecto, la gran tentación de llevar a cabo sus planes bélicos largamente preparados contra Irán y contra Venezuela (y Cuba) y esperan poder conseguir el milagro de una blitzkrieg aereonuclear, rapidísima y quirúrgica, que presente a las otras potencias un hecho consumado y no les dé tiempo a reaccionar, para reanimar así, con una guerra y el consumo de armamentos, la economía maltrecha del tiburón yanqui (y de su rémora israelí). A fines de los 30, esa fue también la ilusión de Hitler, cuyo racismo y conceptos geopolíticos comparten y quien, como ellos, también se basaba en el complejo militar- industrial más fuerte de su tiempo. Tiene razón pues Fidel Castro al denunciar continuamente los preparativos políticos, económicos, logísticos y propagandísticos de lo que podría ser el comienzo de una tercera guerra mundial y el inicio del fin de toda la civilización ya que, como en los años 30, caminamos sobre el filo de la navaja de una guerra mundial mientras el escenario político está marcado por guerras aparentemente locales y localizadas, que son en gran parte ensayos generales de las armas, las técnicas y los conflictos. Pero hay otras cuestiones igualmente importantes que la posibilidad de una guerra nuclear (a la cual Mao dijo hace casi 50 años que siempre sobrevivirían unos cuantos cientos de millones de chinos).
Una de ellas, a plazo más largo, es precisamente el del futuro chino. Ni la economía de Estados Unidos ni el dólar estarían en pie si China no los sostuviera comprando papel moneda devaluado, bonos y bienes a su competidor. El mercado interno chino, aún insuficientemente explotado, y en menor medida el de los ex países “socialistas”, es el proveedor actual de oxígeno para el sistema y su fuente de esperanza en el futuro. China, que desarrolla el capitalismo y, como lo hizo la Unión Soviética, vacuna con su ejemplo contra la idea misma de socialismo, desde el punto de vista del sistema es un potente dique conservador y contrarrevolucionario a escala mundial y su compra de vastísimas extensiones de la mejor tierra en África o de la soya argentina, brasileña, paraguaya, boliviana, refuerza también el yugo del gran capital agroindustrial sobre millones de campesinos.
El papel de China en la economía, la política y el comercio mundial merecen un estudio especial, pero en esta breve nota me concentraré solo en lo que se puede prever sobre su desarrollo interno.
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