domingo, 29 de agosto de 2010

Trapitos al sol

Marcos Meloni

Un nuevo capítulo de la Ciudad de Mendoza y la discriminación; a los vendedores callejeros se suman los cuidacoches del centro capitalino. En esta oportunidad los argumentos son los mismos o muy parecidos a los que se utilizan para denostar a los vendedores ambulantes, pero se les suma el condimento del narcotráfico y la delincuencia.

Si bien la cara visible de toda esta movida sanitaria es Fayad, no podemos quitarle mérito al vecino capitalino que cansado de todas esas caras de la barriadas pobres protestan por una ciudad libre de todo. Libertad es lo que reclaman, pero con persecución y señalamiento, con paranoia y sin tapujos. Pueden ponerse de acuerdo en muy pocas cosas, una de ellas es sacarse de encima a toda persona que de la informalidad laboral haga su forma de vida. Porque seguramente ninguno de los que trabajan con el trapito quiso elegir ese destino, como ninguna mujer que trabaja en las esquinas eligió la prostitución como su trabajo. Las circunstancias y las realidades nos llegan a todos diferentes, pero a muchos le viene con miseria y extremo dolor.

Las posibilidades de insertarlos en un trabajo formal terminan siendo nulas y de a poco son empujados a la exclusión total. Los endulzan con promesas que nadie se las cree, siempre desde la municipalidad de Capital. Si bien, actualmente, el municipio trabaja con los cuidacoches autorizados, es por una conveniencia de la institución y no por una verdadera forma de inclusión laboral, pues ellos siguen dependiendo de las calles, que en primera y última instancia es su fuente de alimento.

Frente a esta situación conflictiva, cansados ya de tanto vapuleo y discriminación, los llamados “trapitos” hace un tiempo han sumado fuerza para hacerse escuchar, han buscado formas de negociar y ante todo han dado batalla contra el señalamiento y la discriminación social de la cual son víctimas y actores. Frente a esta lucha, seguramente habrá más voces en contra de estos trabajadores que por lo pronto están buscando una mínima seguridad y un poco de respeto. La dignidad hasta ahora nadie la puede negociar.

Parece que la historia se repite incansablemente. Los pobres cada vez más pobres y los ricos cada vez más privados de su libertad para ser más ricos sin cargo de conciencia. Una vez más los vecinos indignados, una vez más las caras de la herencia neoliberal haciendo de la discriminación una de las armas más potente para conservar el estado de las cosas. Todos tranquilos si los de más allá están excluidos y encerrados.

Río de Palabras 28, 29 – 08 – 10

La Quinta Pata

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