domingo, 12 de diciembre de 2010

I Love Rock´n Roll (una historia de amor y revolución)

Viviana Demaría y José Figueroa

“La obligación
de un revolucionario
es hacer la revolución.
La labor de un músico
es hacer música.
Pero hay una ecuación
que no debe
pasarse por alto:
la música es revolución.
El rock and roll es una
de las fuerzas revolucionarias más vitales en Occidente”

John Sinclair-MC5-1968

Rockeros y degenerados
La más prestigiosa y popular heladería de La Habana, Coppelia, adquirió fama porque allí se podían disfrutar 50 sabores – algo extraordinario en aquellos años 60 – y explica sin más la cola persistente de patriotas entre las 11 de la mañana y las 22:30 de la noche caribeña. Allí se reunía toda la “movida” juvenil desde su inauguración.

Mientras el Che llevaba adelante su utopía revolucionaria en Bolivia bajo la consigna “Crear dos, tres... muchos Vietnam”, otra argentina se lucía en Cuba: Ana Lasalle. Su propósito era menos heroico que el del Comandante: cruzadas contra el pelo largo, los blue jeans ajustados, las minifaldas, los homosexuales y el rock and roll. No portaba fusil…sino un par de tijeras. En dicha faena era secundada por matones de la policía de La Habana y algunos gallardos milicianos veteranos de Playa Girón.

Otras geografías humanas
El General Velasco Alvarado en persona echó a Carlos Santana del Perú. Lo llamó “hippie drogadicto”, casi los mismos términos que usó el Almirante Massera en la Universidad del Salvador al referirse a la juventud de la época. El coronel Jorge Osinde (responsable de la masacre de Ezeiza), había acusado a la Juventud Peronista y a Montoneros de ser "homosexuales y drogadictos". La JP respondió “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de Perón y Montoneros”. Los equipos técnicos del Tío Cámpora tranquilizaban las preocupaciones del Frente de Liberación Homosexual Argentino: “no se preocupen compañeros para la gente con esa enfermedad tenemos previstas colonias de readaptación”. En la vereda ideológica de enfrente directamente se cortaba por lo sano: “Tenemos que crear brigadas callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades, que den caza a esos sujetos vestidos como mujeres…cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas" pregonaba en 1973 la Revista de López Rega "El Caudillo”. El mismo criterio usó el comisario de la federal Luis Margaride (futuro jefe de la Triple A) que con su precursora “Brigada de Moralidad” controlaba el largo de las faldas de las chicas, el pelo de los chicos y los homosexuales bajo la dictadura del General cursillista Onganía.
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Nixon tampoco escapó a la época y dejó una frase que bien podría ocupar el lugar de un aforismo: “Un hippie es un tipo con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y que huele como Chita".

Bajo estas premisas, las cruzadas moralizadoras atravesaban todo el mundo: la España del dictador Francisco Franco prohibía al rock con la misma vehemencia con que lo hacían en los países del Pacto de Varsovia. La izquierda veía al rock como un hecho burgués capitalista y decadente, y la derecha como ateo y destructor de los valores occidentales. “El movimiento de la contracultura fue un individualismo retrógrado e invertido, el estilo "evangélico" de la cultura del rock despolitizó a un electorado emergente juvenil de izquierda y destruyó física y mentalmente a muchos jóvenes…no fue más que una adulación de las hormonas adolescentes y de adolescentes retardados traga drogas de mediana edad” afirmaba el intelectual de izquierda James Petras.

Pequeña burguesía, contracultura, revoltosos, amariconados, contrarrevolucionarios, decadentes, enfermitos, subversivos; fueron los diversos – y comunes modos – de referirse a esa juventud tanto en oriente como occidente; en los países industrializados del norte o en las tierras del sur; en la más “pluralista democracia” como en la más terrorífica dictadura.

Che hippie yippie
“El Che estaba ante nosotros en el auditorio del Ministerio de Trabajo. Era más bajo de lo que esperábamos, menos de metro ochenta. Llevaba puesto un uniforme militar de color verde oliva con un revólver al cinto. Nos dio la bienvenida con intensidad y alegría. Era 1964, y nosotros, 84 estudiantes americanos de visita ilegal en Cuba. Habíamos tenido que viajar 22.000 kilómetros vía Checoslovaquia. Mientras el Che charlaba, nosotros empezamos a fantasear con tomar las armas. Con unirnos al Che para crear revoluciones a lo largo y ancho de América Latina. Ninguno ansiaba regresar a Estados Unidos. El Che nos arrancó entonces de nuestra ensoñación y nos dijo:

“Ustedes, los norteamericanos, tienen mucha suerte. Viven en el centro de la bestia. Están librando la pelea más importante de todas en el corazón mismo de la batalla. Si yo pudiera, volvería con ustedes a Norteamérica para luchar allí…Los envidio!”

El Comandante habló así - entre otros - a quien relató esta historia: Jerry Rubin, principal líder del Youth International Party (Partido Internacional de la Juventud) que llevará adelante tiempo después la “Batalla de Chicago”, cumpliendo el anhelo del Che de crear muchos Vietnam, el peor de ellos, en la propia casa del Tío Sam.

Querido John
El 8 de diciembre del año 2000, la revolución cubana canceló una deuda con la generación del ´60, mostrándose a sí misma y al mundo que es posible sumar más revolución a la revolución. Ese día, una estatua de John Lennon fue inaugurada en la Ciudad de La Habana.

Fidel, con sus manos revolucionarias, quitó el velo que la cubría. El mismo Comandante Fidel que el 13 de marzo de 1963 en la Clausura del Acto de Conmemoración del Asalto al Palacio Presidencial, había dicho “Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides”.

Y Silvio entonó en inglés la canción “Love”. El mismo Silvio que perdió su empleo de conductor de un programa de televisión por elogiar a los Beatles. El mismo que sostuvo siempre “Sólo el amor alumbra lo que perdura”. El mismo que en su último trabajo reconoce la profundidad de la revolución cuando canta “Sea señora la que fue doncella. Hágase libre lo que fue deber. Profundícese el surco de la huella; reverdézcanse sol, luna y estrellas en esta tierra que me vio nacer”.

Por todo ese camino recorrido, aquel 8 de diciembre el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón Quesada, inició así su discurso: “Querido John”…“Se está, se ha estado siempre, a favor o en contra de los ‘60. Los años sesenta fueron mucho más que un plazo del siglo que termina. Ante todo era una actitud ante la vida, que conmovió desde lo más hondo a la cultura, la sociedad y la política… A esos años volvemos la mirada con la ternura del primer amor, con la lealtad que guarda todo combatiente para su más temprana y distante batalla. Los años ’60, son denigrados todavía, con terco antagonismo, por quienes saben que para matar la historia, primero deben arrancarle su momento más luminoso y esperanzador…” “Tu mensaje no podía desaparecer porque el amor tenía, aun tiene, muchas batallas que librar”…“Nos dirán soñadores, pero nuestras filas crecerán. Defenderemos el sueño conquistado y lucharemos para hacer realidad todos los sueños. No lo van a impedir tormentas ni piratas. Navegaremos en tu submarino amarillo hasta alcanzar el mundo nuevo que sabremos construir”.

Reparación histórica
Es así que la Revolución Cubana dio el primer paso en la reparación histórica de una época en la que fue muy difícil advertir su poderoso y transformador alcance. Las formas que estaban en juego eran novedosas y tanto unos como otros no supieron capitalizar la fuerza vital que se desplegaba tras su paso. Solo un espacio que se permite a diario la verdadera revolución puede repensar el pasado y sanar el presente. Nosotros habitamos un presente pletórico de reparaciones históricas en el que podemos realizar esa tarea bajo la inspiración de La Isla. Todos estamos invitados.

La Quinta Pata, 12 – 12 – 10

La Quinta Pata

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