domingo, 30 de enero de 2011

Nunca menos

Viviana Demaría & José Figueroa

El gesto de Néstor Kirchner al descolgar el cuadro de Videla,
acompañado por la anulación de las leyes de Obediencia Debida
y Punto Final, restableció la capacidad significante del lenguaje
político. El hilo que vincula la relación entre la política y
la sociedad, comenzó a retejerse.

A. Horowicz

Evidentemente, Kirchner y Cristina le dieron
a una generación nueva, que se asoma a la escena pública,
la ilusión de que a través de la política es posible
cambiar algunas cosas en la sociedad

H. Verbitsky

Al igual que esas novelas que comienzan por el final, aquellas que en la primera frase nos espetan en el rostro: “el asesino es el mayordomo”; así comenzaremos hoy este escrito: “Cristina Fernández ganará en las próximas elecciones”. Ya está. Eso queríamos decir.

Ahora bien, para saber qué nos motiva a afirmar tal vaticinio, los invitamos a que nos acompañen en estas asociaciones, recuerdos y reflexiones que les ofreceremos. Desde ya les decimos que no nos mueven adivinaciones varias, ocultismos baratos o deseos inconfesables.

Nos guía la premisa que afirma que es dentro del orden simbólico donde se despliegan las acciones que instituyen humanidad y a través del cual emerge su halo de influencia sobre la subjetividad. En otros términos, como la palabra no es inocente, inscribe – tanto con su presencia como con su ausencia – la subjetividad de quien la recibe.

Dos personas han venido llevando adelante actos y discursos instituyentes de una subjetividad ciudadana inclusiva, vital, creativa y emotiva.

Crearon el espacio para volver a ligar al sujeto a la alegría y el solaz que provoca el hecho de pertenecer a un colectivo. Lo convocaron a salir de la quietud y la pesadumbre del individualismo de los años ‘90.
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Y ese espacio está hecho de ternura. Fernando Ulloa señala que la ternura es el elemento indispensable para que la vida humana pueda advenir. De no ser así, quedaríamos fijados en la pura carne, atrapados en la biología pero expulsados del mundo humano. Y para él, la ternura está compuesta de “abrigo, alimento y buen trato”.

Esas sencillas nociones son las que se han echado a rodar por los senderos de la patria, a través de las políticas inclusivas y la promoción y el respeto de los derechos humanos que se están llevando a cabo en la Argentina.

Fueron las acciones instituyentes y los discursos inclusivos los que produjeron la emergencia de un acontecimiento, en el sentido de Arendt, que hacía cuarenta años había sido desaparecida de nuestra sociedad: la juventud.

Sabemos, como hemos dicho en otras oportunidades, que una cosa son los cuerpos jóvenes y otra muy diferente es la juventud. Aquello, tan propio del sentido común, es teoría de alto vuelo tanto en Mannheim como en Ortega y Gasset.

La juventud, entendida entonces como categoría que se sostiene en un colectivo generacional, una confluencia de sentidos y significaciones que marcan un tiempo histórico y produce lazo con los pares, sabiéndose depositaria de un pasado y promotora de un futuro para la humanidad, vuelve otra vez a escena. Ya no sólo con discursos y acciones dirigidas hacia sí mismos, sino para el conjunto de la sociedad. Ese es el tema en cuestión.

Nacida en los ´60, florecida en los ´70, sacrificada y luego traicionada en los ‘80, mercantilizada en lo ‘90, excluida y asesinada en las puertas del siglo XXI; fue interpelada por el ex Presidente Néstor Kirchner a través de su gesto instituyente de bajar los cuadros de los represores.

Podemos tomar lo que dice Miller en un sentido extenso que “La sutura nombra la relación entre el sujeto y la cadena del discurso”. Y algo de eso hay en esta reaparición de la juventud en la vida pública.

Realizando una analogía, podemos decir, que Néstor y Cristina produjeron un hecho de sutura de aquello que estaba rasgado y distante con este lugar luminoso para las nuevas generaciones.

La emergencia de un festivo actor social –la juventud K – ha nacido de la mano de un liderazgo tan inoportuno como inesperado y cuya lealtad – en primera instancia – es con eso que se denomina “modelo”. Una prueba concluyente es su última creación colectiva: el aire de murguita “Nunca Menos”. Antes, y para sorpresa de la oposición, “soy la mierda oficialista” se constituyó en el slogan identitario que una considerable franja social asumió en su intervención en el debate público y en las masivas concentraciones que se realizaron en distintas ciudades del país, desafiando la feroz campaña mediático-política de estigmatización del gobierno que hizo de una letra – la “K” – el símbolo del mal.

Ambos hechos marcan el pasaje de una adhesión más bien pasiva, silenciosa o aislada a un colectivo de participación, creativo, alegre, bullicioso y pleno de convicciones. Esta característica, es diferencial a todo el arco opositor al gobierno.

Es así que ahora los viejos podemos dejar atrás la angustia de sentir que no teníamos a quiénes legar nuestra historia. Gracias a que hubo un Néstor y hay una Cristina que – conscientes de su lugar – inscribieron a los jóvenes en la historia, a través de los discursos, los visibilizaron en las acciones de gobierno e hicieron que, de ese modo, reciban las premisas de los grandes relatos en sus ansiosas manos juveniles.

Ellos harán algo con lo recibido, relanzarán esos sueños con su impronta, sus nuevas creaciones y de ese modo la comunidad podrá sentir en lo más profundo de su corazón que – como decía Bleichmar – “cada niño o joven que nos sucederá es nuestra redención, la ilusión de que el mundo conserve aunque sea algo de nuestro espíritu, del sentido que le otorgamos a la vida, de nuestros proyectos truncos”.

Estos jóvenes distinguen claramente de quiénes se sienten herederos. Y por eso mismo, han comenzado su experiencia política desde un piso: nunca menos y nada menos que el reconocimiento que han recibido.

La Quinta Pata, 30 – 01 – 11

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

Hermoso artículo

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