domingo, 13 de febrero de 2011

Hay avances económicos y sociales, pero ciertas dudas sobre el sistema político

Emilio Marín
(Especial desde Teherán, Irán)
Uno de los mejores indicadores del cambio es que 80 millones de iraníes viven mucho mejor que bajo la monarquía. Su república islámica es en ese sentido un salto cualitativo, aunque tiene sus zonas grises.

En Teherán nieva desde el viernes y eso es verdaderamente molesto para caminar. También peligroso, porque hay mucha nieve acumulada y las bajas temperaturas la escarchan, convirtiendo esa caminata en riesgo de caídas.

Pero a pesar de ese clima y el asfalto tan resbaladizo, no se han visto choques de autos, que por decenas de miles circulan a velocidades altas y con poco apego a normas de tránsito.

Cada salida a visitar un museo sirve para escrutar la calle, mirar la gente y sacar algunas conclusiones sobre el nivel de vida. Los iraníes van bien abrigados. Y sobre todo, no se ven personas sin techo, ni chicos pidiendo o mujeres pordioseras con sus colchones a cuestas. En este sentido Teherán es muchísimo mejor que Buenos Aires la Reina del Plata, donde a pesar del progreso económico del "modelo", diría la presidenta, aún hay muchos compatriotas que están mal.

En su discurso del viernes 11, el presidente Ahmadinejad se floreó con varios índices sociales que hablan del progreso. Puntualizó que había construido viviendas y llevado luz, agua y gas a millones de hogares. Eso se nota en la capital, aunque no sea ningún experto en indicadores sociales persas.

En esa mejoría inciden las obras del gobierno pero también la labor de organizaciones islámicas, como la que alberga actualmente al grupo de periodistas latinoamericanos. Se trata de la Organización Komeini, con asistencia a escuelas, comedores, hospitales, residencias, clubes deportivos y un largo etcétera. Durante el régimen del Sha había 80 por ciento de analfabetos y ahora en cambio la alfabetización roza el 90 por ciento.
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Uno puede tener reservas y dudas sobre ciertos axiomas del programa político del gobierno. Pero debe admitir que su trabajo es bueno, con preocupación por la situación de su gente y atención a sus problemas. Este aspecto le da a la administración Ahmadinejad una cuota extra de fortaleza, en contraste con los gobiernos corruptos de Túnez y Egipto. El arraigado fundamentalismo de las autoridades políticas y religiosas de Teherán da por resultado un gobierno sin corrupción, o con cantidades ínfimas en comparación con lo que ocurre en el resto de Medio Oriente y gran parte del mundo.

El intérprete Ahmad fue preguntado si hay delitos y ladrones. Dijo que sí, que por supuesto hay, como en el resto del planeta, solo que en menor proporción. "¿Amputan la mano del ladrón?", le preguntó alguien. "No, no hay amputaciones; las penas dependen de los delitos y los antecedentes de la persona, pero no hay amputaciones", contestó.

Un rey y un líder sencillo
Está bien que los británicos extrañen 1921, cuando entronizaron a Reza Pahlevi padre como monarca persa. Para los tontos que sienten a esos reyes como enviados divinos hay que aclarar que se trataba de un cosaco ruso que reprimió alzamientos bolcheviques en el norte de Irán. Como premio los británicos lo llevaron a Teherán y le pusieron la coronita.

El militarote tuvo después inclinaciones progermánicas, en la víspera de la II Guerra Mundial, por lo que sus protectores le bajaron el pulgar y lo fletaron a Sudáfrica. Antes de partir lo hicieron abdicar a favor de su hijo, Mohamed Reza Pahlevi, quien tomó la posta durante los siguientes treinta y ocho años, cuando fue derrocado por la revolución islámica.

Los anfitriones iraníes tuvieron ayer una magnífica idea
Por un lado llevaron a los periodistas a visitar los palacios del Sha, ubicados en una extensión de 1.400 hectáreas donde moraba aquel con sus familiares. Según el otro intérprete, Maisam, lo edificado alcanzaba 110 hectáreas sumando jardines y patios.

El paso por la Casa Azul, una de las mansiones, dio una idea del lujo asiático en que vivía el dictador, con amplias habitaciones de pisos de cerámicos, paredes con mármol y espejos, amoblados con mesas y sillas del siglo XVIII, con cortinados y alfombras de gran calidad. Uno de los salones estaba todo revestido de vidrio y demoró dos años en ser terminado.

En esa misma zona de grandes parques se visitó otro Palacio del Sha, actual Museo Artístico Mellat. Deslumbran amplísimos salones exquisitamente amoblados y decorados, con arañas de luces que son obras de arte en sí, baños con objetos de oro, etc.

Así vivieron los reyes durante 2.500 años, en el lujo, el despilfarro, la corrupción y con la testuz agachada ante las potencias occidentales. Un océano los separaba de su gente. Y por eso mismo cuando se prendió la mecha de la rebeldía, en 1979, el Sha debió salir corriendo para Egipto; sus familiares viven en EE UU.

En drástico contraste con esa vida de la realeza, tan al gusto de la revista Hola, que ahora también se edita en Buenos Aires, el itinerario periodístico siguió por la casa donde vivió el guía chiíta Ruhollah Komeini.

Y dale con las mujeres...
Quedó dicho que el Irán actual ha alcanzado varios objetivos importantes en su economía y desarrollo social. Y que la vida circula velozmente, como sus autos en sus numerosas autopistas, pues sus habitantes no andan en camellos como aún cree cierta gente inculta del extranjero.

Su régimen político es más estricto que en otros países de mayoría musulmana, lo que deriva de las diferentes concepciones que tienen chiítas y sunnitas. Los primeros dicen inspirarse en el imán Alí y afirman que no puede separarse religión de gobierno. Lo suyo está muy estrictamente ligado a la observancia del Corán y los conceptos de 12 imanes a los que consideran infalibles. El gobierno no lo será igual, pero debe parecerse a esos imanes, agregan.

Los sunnitas en cambio son más flexibles y tolerantes en la acción política porque separan ambas esferas, de la religión y la administración política. Sus estados son más seculares y no teocráticos. Las mujeres no andan con el obligatorio chador o prenda de color negro que va desde la cabeza hasta los pies y tienen aparentemente más libertades, como se apreciaba aún en el Irak de Hussein.

Los rivales chiítas cuestionan que – con esa "flexibilidad” – a los sunnitas les da lo mismo un "dictador" como el iraquí o un rey corrupto como el de Arabia.

Volviendo a Irán, el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial están puestos a la consideración democrática de la población, sujetos los dos primeros al voto directo.

Lo que suscita dudas es el rol del Consejo Supremo, constituido por 40 ayatolas bajo la dirección de Ali Kamenei, quien reemplazó a Komeini como líder. Ese liderato religioso no está sometido a la voluntad popular ni al sufragio. Y está ubicado por encima de los otros poderes del Estado. La pregunta sería: ¿quién controla al Consejo Supremo? y ¿quién supervisa a Kamenei en caso de error?

EE UU e Israel dicen que Ahmadinejad es un negacionista del Holocausto. Los periodistas preguntaron y la respuesta fue que el presidente había reflexionado que si el Holocausto fuera verdad, entonces ¿por qué las potencias occidentales que causaron esos sufrimientos a los judíos no ofrecieron tierras en Alemania para que se creara allí un estado israelita? ¿Qué culpa tuvieron los palestinos en ese drama?, se habría preguntado el presidente iraní.

Esa postura no pone a Ahmadinejad como un negacionista de la Shoa, pero mejor habría sido que arrancara repudiando el genocidio y el rol del nazi Hitler.

El tema de las mujeres sigue siendo motivo de interés periodístico: que si están oprimidas o no, si las obligan a vestirse así, etc. En comparación con la época de Reza Pahlevi, las féminas están muchísimo mejor en lo material y espiritual. En tres de los cuatro museos visitados, sus principales autoridades e intérpretes eran mujeres, cultas e inteligentes. Y con carácter. Cuando una vio un fogonazo de flash de una cámara, le reclamó al periodista colombiano que se la entregara porque había infligido la orden previa de no tomar fotos.

En el Museo de Historia, ex Palacio de Shams (hermana del Sha), se aprecian fotografías donde el viejo Sha, de visita a una ciudad, aparece frente a un grupo de mujeres a las que había ordenado sacarse el chador. El úkase fue vestirse a la manera occidental. Y allí está el dilema: ¿el viejo rey era "progresista" por usar la fuerza para desterrar el chador con uso de policías y garrotazos a las mujeres que no querían dejarlo? ¿O la actual república islámica es "reaccionaria" por reclamar el uso de esa prenda a las mujeres? El simplismo no es buen consejero.


La Arena, 13 – 02 – 11

La Quinta Pata

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