domingo, 1 de mayo de 2011

CGT vs. realeza británica: la boda “real” del pueblo en las calles

Marcelo Padilla

Una giornata particolare. Para el mundo, la boda real británica e imperial, la monarquía vetusta, que ostenta, a paso lento del carruaje, al príncipe Williams y a la princesa Kate. Miles de miles de plebeyos ingleses (y americanos por cierto) vivan a la pareja por las calles. Ellos saludan a los anónimos que se multiplican en las pantallas. La simbología del imperio en “estado puro” renueva su liturgia onomástica ante millones de televidentes en todo el mundo. El muchacho y la muchacha se besan londinensemente. Unos verdaderos y furibundos pechofríos.

Por nuestros pagos semicoloniales, las viejas y sus hijas solteras toman mates tempraneros con la pava tibia, para no perderse el evento, absorbiendo fantasías que la mediocracia antinacional les pone en la mesa de hule, entre tortitas y olor a tuco para los fideos del mediodía. El coloniaje está inserto en las mentes del vulgo que vive la lánguida experiencia inglesa como propia. Tacones lejanos. Muy pero muy lejanos.

La Reina vieja y tuneada revive la gloria y loor de los buenos tiempos de invasiones y genocidios, de los buenos tiempos de expoliación y conquista. La Gran Britania resignifica ante el mundo la naturalización de las formas y del entallado de La Corona que se hizo inmensamente rica por medio del asesinato en masa de negros esclavizados y demás “razas inferiores”. El mundo parece sentir un orgasmo “real” simbólico ante tamaña orgía monárquica. Y los presidentes europeos son mudos espectadores que bajan la cabeza para la corona porque ellos cumplen hoy su tarea ancestral, como continuadores ejecutivos.

En las calles de Buenos Aires, hay también miles de miles. Suerte de extraña paradoja. Un negro canoso, peronista y sesentón, se hace paso entre la multitud de laburantes que lo acosan. Su guardia personal reparte a diestra y siniestra las merecidas trompadas para que nadie lo toque ni lo empuje. El “Rey de los negros” ha tomado el palco y las columnas sindicales estallan en un bramido antiimperialista. Aquí no hay carruajes ni trajes de gala. Aquí no corre sangre fría. Es el festejo por el día de los trabajadores argentinos que se anticipa al primero de mayo. Y se canta el himno nacional con las manos en alto y los dedos en V. Una postal difícil de digerir para aquellos que añoran los años de flexibilización y gremialistas “ordenados”.

Pero no es cualquier sindicalismo el que festeja el día del yugo. Es un sindicalismo alineado a un proyecto nacional y popular que pugna por participar no solo de los reclamos salariales sino además del poder político. Que lleva en la memoria a Juan Domingo Perón, a Evita y a Néstor Kirchner, los tres grandes referentes de la historia mayor del peronismo y de la patria. Hugo Moyano los nombra y la gente aplaude y acompaña. Y son quinientas mil personas que han tomado las calles para dar su muestra de reconocimiento y agradecimiento a los avances en la vida material de los obreros y trabajadores argentinos en los últimos ocho años. Y es por los trabajadores que el país ha crecido y alimentado las ganancias patronales. Por eso, hoy como ayer, es hora de repartirlas fifty fifty.

MDZ Online, 29 – 04 – 11

La Quinta Pata

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