domingo, 4 de septiembre de 2011

Aniversarios de renunciamiento y masacre

Ramón Ábalo

Las huellas del ocaso físico la encumbraban aún más ese atardecer del 22 de agosto del 1952 a Eva Perón, la Evita, en ese, ahora mítico balcón del edificio del ministerio de obras públicas de la nación. Evita, adorada en todos los hogares humildes de la Argentina, erigidos en altares para el homenaje cotidiano, una deidad surgida del amor del pueblo trabajador y el odio propio a las clases dominantes, a la oligarquía, clase en la que ese odio se transfiguraba en iras de rebelión, lucha y solidaridad.

En la penumbra de ese atardecer, un millón de pueblo latinoamericano - argentinos, bolivianos, chilenos, paraguayos, uruguayos y peruanos - y la Evita, en exultante diálogo, elevaban exigencias y obtenían respuestas dolorosamente negativas. El tiempo como detenido en las sonoridades verbales: millones de un lado y la luminosidad inconmensurable desde las alturas, potenciaban un ritual que se venía repitiendo desde hacía casi una década. En sus flancos, Perón y la CGT (Espejo) escuchaban como hipnotizados: "...mis descamisados, no puedo aceptar y me duele…No…no…no, no es eso, es mi salud", desde la tierra, de la superficie, subía al unísono el clamor, “¡a la Rosada...a la Rosada...a la Rosada!". Una hora de diálogo existencial, amoroso, doloroso, hasta que la rogativa logró, de ese pueblo descamisado y de la patria sublevada que Evita repensara su decisión primera: "por favor...mi salud me lo impide…pero nunca los abandonaré..." Era el 22 de agosto de 1951, y la CGT había llamado a un cabildo abierto del justicialismo, que ya el día 3 hizo pública su decisión de elegir a la pareja como candidatos a presidente y a vice, en los comicios a realizarse el 11 de noviembre de ese mismo año. Por primera vez votarían las mujeres en la Argentina - vale señalar que ya en la década del 20, el gobierno de Cantoni en San Juan había avanzado en algunas reformas, entre ellas otorgando el voto a la mujer, siendo el primer lugar en el país que ocurriría eso- y serían unas 3.816.654. Se conocía que la UCR llevaría como candidatos a Ricardo Balbín, a presidente y a Arturo Frondizi como vice.

Muchos sectores civiles y militares, incluso del entorno de Perón, veían esa candidatura de Perón-Evita como una forma de institucionalizar el formidable poder obtenido mediante su fervorosa acción social. Generales y coroneles se afirmaban en su lealtad a Perón si la señora reculaba en su pretensión de ser la vicepresidenta que los "cabecitas negras", esa nueva clase laburante, se empeñaba en proclamar.
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A las 5 de la tarde una rumorosa marea humana rebalsaba la superficie de la ancha avenida 9 de Julio donde se había levantado - detrás del ministerio de obras públicas - un monumental palco bajo el lema "Perón-Evita - 1951-1958 - La fórmula de la patria" Y el murmullo se convierte en una sola voz del millón de asistentes: "...con Evita...con Evita.." y Evita llora en silencio y logra decir "yo siempre haré lo que el pueblo quiera", y entonces el pueblo percibe una tácita aceptación, que se va esfumando entre medio de un diálogo fascinante y alucinante, un diálogo insólito, inédito en la memoria de la historia. Un diálogo directo, sin intermediarios y por momentos, de tono patético, hasta que Evita pide un tiempo para contestar en medio de incluso batallas a librar por ese pueblo: "nos vamos al paro...a la huelga general."

Finalmente el día 31 de agosto, a las 20,30, con voz apagada y grave Evita lee el texto de su renuncia a la candidatura: "Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme..."Meses después moriría consumida por la enfermedad. En los cuarteles, en el congreso y en los salones dorados de la Sociedad Rural, el círculo de armas y el arzobispado, la oligarquía se regodeaba por el desenlace. El comienzo del ocaso. Pero el arma mortal fue la enfermedad. De haber seguido con vida, septiembre del 55 no estaría inscripto en el calendario de las fechas infaustas. Tal vez antes, Evita salvaba el poder peronista al frente de las milicias populares, aquel proyecto primero abortado por los militares y el mismo Perón. Habría habido millones de trabajadores, hombres y mujeres y jóvenes, que reeditarían aquel 17 de octubre de1944. Esa vez con el fusil en las manos.

La masacre de Trelew
Décadas después de ese renunciamiento, la muerte sepultó los ideales de decenas de jóvenes guerrilleros. Muerte que llegó esta vez de las manos de asesinos escudados en la impunidad del monopolio de la fuerza de los genocidas de entonces. Fue el 22 de agosto de 1972, en la madrugada, al igual que el sigilo de los delincuentes comunes, aprovecharon las sombras de la madrugada para fusilar a prisioneros insurgentes que estaban durmiendo, pertenecientes a cuadros peronistas y de izquierda. Lo hizo un grupo de marinos en la base naval comandante Zar, en Trelew, al mando del capitán de navío Luis Emilio Sosa, matando a mansalva al grupo que días antes había intentado una fuga masiva, unos 110, en la que solamente lo lograron 6.

Días después, el 5 de septiembre de ese 1972, el cinismo genocida estuvo a cargo del capitán de navío Horacio Mayorga, uno de los asesinos. Dijo: "No es necesario explicar nada. Debemos dejar de lado estúpidas discusiones que la Armada no tiene que esforzarse en explicar. Lo hecho bien hecho está. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa. La muerte está en el plan de Dios, no para castigo sino para reflexión de muchos.” Ya cumplía su objetivo de exterminio el terrorismo de estado.

Cuadro de honor
Alejandro Ulla - Alfredo Kohon - Ana María Villarreal de Santucho - Carlos A. del Rey - Carlos Astudillo - Clarisa Lea Place - Eduardo Capello - Humberto Sánchez - Humberto Toschi - María Angélica Sabelli - Mariano Pujadas - José Ricardo Mena - Mario E. Delfino -Miguel Angel Polti - Pedro Bonet - Susana Lesgart

Sobrevivientes: Alberto Miguel Camps - María Antonia Berger - Ricardo René Haidar

La Quinta Pata, 04 – 09 – 11

La Quinta Pata

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