Ramón Ábalo
Se sentía Dios, más que la ley, un ser inapelable, pero apenas fue "el tiranuelo de Tucumán" como lo calificara el periodista y escritor Tomás Eloy Martínez. Fue uno de los tantos genocidas de la dictadura cívico-militar del 76, aunque ya tenía antecedentes por su paso en dictaduras anteriores. Bussi se fue sin arrepentirse de sus crímenes, que fueron numerosos. Murió sin pertenencia alguna, sin impunidad y sin conciencia plena, porque su mente hace rato que se había extraviado, tal vez, en el magma de su miserable condición humana. Hasta sus pares lo reprobaron, pero por "faltar a la ética castrense", al comprobársele que tenía cuentas en Suiza de hasta 250 mil dólares: un corrupto con entorchados.
No era un improvisado en cuestiones de la "lucha contra la subversión" y fue en la Escuela de las Américas y en el Fort Leavenworth, Kansas, donde bebió las aguas del más sucio fango ideológico que se haya estructurado en los últimos siglos de la historia universal. Por eso pudo decir cínicamente que, por ejemplo, "los desaparecidos eran un arbitrio de la subversión para disimular sus bajas en combate". Infectado del virus ideológico del imperialismo yanqui, tuvo a su cargo 40 centros clandestinos de detención montados en Tucumán durante la dictadura, en los cuales hubo no menos de 2.000 detenidos desaparecidos. Su potestad criminal la ejercía especialmente en el mayor centro de detención clandestino montado en el norte argentino, o sea en el arsenal "Miguel de Azcuénaga" en Tucumán. De noche, como una sombra siniestra, recorría los centros clandestinos, a cuyo borde había fosas donde caían los detenidos sin nombres, con un balazo en la cabeza devenido del valiente brazo armado de Bussi.
Le sucedió al general Vilas al frente del operativo independencia y su mayor bravura militar alcanzó a 25 mendigos, expulsados en el invierno del 77, lanzados sin cobertura alguna a los desiertos campos de Catamarca. Por ello casi provocó un enfrentamiento armado con esa provincia. Fue en esos campos de batalla contra los infelices pobres de toda pobreza, que obtuvo sus mayores glorias según crónicas de la época. Fue una limpieza social de la que también se vanagloriaba.
No se sabe mucho de sus acciones en los montes tucumanos donde se desarrolló el operativo independencia. Tal vez en la biografía que le escribió su hijo, Bussi, el general, se encuentren pistas de su heroísmo castrense. Juntamente con Vilas y 5.000 efectivos, la mayoría oficiales y suboficiales, cantó loas por un triunfo que tuvo como saldo el aniquilamiento de 200 guerrilleros del ERP, y más de 800 civiles en los centros urbanos de Tucumán. Sus bajas, oficialmente dadas a conocer, fueron algo más de medio centenar. La mayoría de los "enemigos" fueron muertos, asesinados, ejecutados y desaparecidos en estado de total indefensión.
Como dijo la madre de un desaparecido al enterarse del final físico de Bussi: "No siento ni pena ni alegría, pero sí indignación porque murió…debió seguir muriendo en una larga vida más..." Por un buen espacio de tiempo, fue un cadáver viviente…
La Quinta Pata, 27 – 11 – 11
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