Adriana Litwin
Maternidad y aborto
A lo largo del tiempo las mujeres han incorporado como inseparable el binomio maternidad-aborto. Nuestra sociedad maneja un doble discurso, que se incrementa si se trata el tema de la sexualidad.
En la historia, antes de comenzada la sociedad industrial, la mujer pasa desapercibida detrás dcl desenvolverse masculino. Para una civilización hecha por hombres —poseedores de los medios de producción, heterosexuales y machistas— la mujer parece ser una anomalía.
Cuando la adolescente se desarrolla, le dicen que se ha hecho mujer. Antes, ¿qué era? Cuando se retira el período, la denominación es casi un insulto: menopáusica. Pareciera que a ciertos varones les incomoda que la mujer menstrúe, pero también que haya dejado de hacerlo.
E históricamente, la cultura instituyó la ecuación sexualidad femenina- maternidad, como lo único lógico y natural. La literatura clásica describe las sensaciones femeninas durante el acto amoroso, no como una situación en la que ella actúa protagónicamente, sino como abandonada al deseo del hombre. La misma cultura reivindica al varón como deseante por derecho absoluto, dejando el rol femenino bajo el rótulo de “deseada” o “elegida”.
En una época las mujeres se abstenían de mantener relaciones sexuales por miedo al embarazo. Las nuevas épocas aportaron a la mujer los métodos anticonceptivos que podría incorporar, logrando inclusive el reconocimiento y la concientización de los deseos sexuales, más allá de la sexualidad puramente reproductiva en su fin.
Esto tiene también como resultante, que, al salir laboralmente la mujer, y compartir horas fuera de su casa con sus pares, se abre la posibilidad para ella de mantener relaciones sexuales con otros compañeros, posibilidad inexistente cuando estaba en su casa con miedo al embarazo.
La sociedad entonces presiona psicológicamente a la mujer a través de la culpa, el castigo que penaliza la transgresión. En el inconsciente femenino todo embarazo es deseado, como consecuencia de aquel condicionamiento cultural que siempre asoció la sexualidad de las mujeres con la maternidad.
Y junto a la posibilidad del contralor sobre un embarazo surge de inmediato el concepto de: a mayor placer, mayor probabilidad de concepción.
Nuevamente la dicotomía: deseo y contradeseo, deseo y miedo, deseo y culpa.
El aborto es siempre la interrupción de un proyecto. Proyecto fisiológico y orgánico que se interpone, a veces, a otros proyectos de vida. Gran dilema femenino: continuar el embarazo atenta contra el deseo consciente; interrumpirlo contra el inconsciente.
Y el aborto conlleva, en cualquier caso, una depresión a causa de la pérdida. ¿Cómo modificar en el inconsciente femenino este sufrimiento? No olvidemos que la culpa hunde sus raíces tanto en el modelo social como en la jurisprudencia.
Al practicarse un aborto las mujeres afrontan ambivalencias y sentimientos de culpa socialmente inducidos y legalmente considerados.
El aborto legal es el puntapié inicial de una serie de cambios culturales que irán inscribiéndose en el inconsciente, dentro de la sexualidad femenina, de tal manera que la maternidad sea producto de un deseo llevado a la conciencia. La legalización permitirá discriminar sexualidad femenina de maternidad.
La maternidad debiera ser una opción acorde a un deseo inconsciente llevado al plano de la conciencia
Revista Utopías , Buenos Aires, marzo/abril 1992; año IV, Nº 7 (Cortesía de Eduardo Hugo Paganini)
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