domingo, 18 de diciembre de 2011

La plaza

José Figueroa y Viviana Demaría

Han pasado diez años de un suceso sobre el cual se ha guardado un vergonzoso silencio. ¿Por qué las 38 muertes del 19 y 20 de diciembre de 2001 no han provocado la suficiente indignación como para reclamar juicio político sobre todos los responsables? ¿Por qué se ha dejado que la impunidad reine sobre estos asesinatos y nunca se los encuadró dentro de un plan sistemático de acciones represivas dirigidas a dar muerte a un número indeterminado de personas?... ¿Quizás porque detrás estuvo también la responsabilidad de Duhalde, Alfonsín, Binner, Reuteman y no sólo De la Rua?

Nosotros (que no solamente hemos sido testigos de esa época) entendemos que esos muertos hoy, merecen una crónica diferente a la policial. Con nuestro sentir los queremos recordar porque creemos que este presente que nosotros sí estamos viviendo, es producto de su sacrificio en La Plaza; porque sus muertes tienen muchas preguntas acerca de la búsqueda y disputa por el sentido de la democracia en Argentina; porque hay pocos antecedentes que registra la historia que se asemejan a tamaña masacre.

Las balas
"Esa bala, palpitará una declaración de amor, sentirá la adrenalina de pasar por un examen, se enojará al compás de los humores de su portador y experimentará sentirse envidiada por todas las que, afortunadamente, se perdieron en el aire."

Este es un fragmento de la carta que el padre de Martín Galli le escribió a su hijo, que desde el 20 de diciembre del 2001, vive con un plomo de pistola 9 mm alojado en su cabeza, lugar donde detuvo su letal recorrido.

Paula Simonetti , también guarda en su cuerpo un plomo de 8.5 mm de los dos que recibió por la espalda. Uno fue detenido por su walkman. El otro – que fuera desviado por el cierre de su corpiño – le fisuró una costilla y finalmente se detuvo a milímetros de su aorta.

Ambos tenían, por aquel entonces, 26 y 27 años respectivamente. Tanto Martín (profesor de literatura) como Paula (diseñadora gráfica) estuvieron el 20 de diciembre del 2001 en aquel escenario trágico.

Las imágenes de aquel diciembre que recorrieron el mundo parecieran lejanas, hoy, a horas de conmemorarse diez años de la tragedia de aquellos días. Es por esa sensación de distancia, que el ejercicio del recuerdo se vuelve sumamente necesario para resignificar los acontecimientos y poder darles el tratamiento que se merecen. Entendemos que es el único recurso con el que contamos como sociedad para que lo sucedido no pase inadvertido y, de ese modo, se pierda la verdadera dimensión de su alcance.
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Lo preocupante es la bruma que aun cubre ese momento de nuestra historia, bruma que alienta callada pero insistentemente un olvido selectivo acompañado de una sutil desestimación.

Enfrentar la lectura de los hechos, bajo la lupa de la responsabilidad de Fernando De la Rua y los estamentos constitutivos del estado, sería una forma novedosa de escribir la historia.

Una forma más ligada a la verdad que – de tan monstruosa – cuesta ser dicha.

Los asesinos
Cerca de las 19:45 de la tarde (cuando ya se conocía la renuncia de De la Rúa), una camioneta 4x4 doble cabina con cúpula, un auto Fiat Palio color blanco y un Volskwagen Gol rojo, frenaron de golpe en abanico. De ellos bajaron civiles y uniformados que dispararon a mansalva. Luego de los disparos, al menos tres personas cayeron heridas: uno, era Martín Galli (26 años) con un balazo de pistola automática en la cabeza; el otro, Alberto Márquez (57 años), murió allí con dos balazos 9 mm en el pecho y Paula Simonetti (27 años) fue herida de bala de escopeta 12.70 en la espalda.

Paula y Martín, son dos de los sobrevivientes de las ejecuciones que realizó la policía el 20 de diciembre del 2001 en la ciudad de Buenos Aires. La investigación realizada por organismos no gubernamentales ha dado cuenta de que hubo más de 100 heridos de bala; que a partir de las 16:30 hubo orden de matar a los manifestantes y que esa orden fue cumplida por policías de uniforme y civiles armados. Un informe de Gendarmería, confirma el uso de pistolas automáticas 9mm y escopetas 12.70 – ambas armas reglamentarias – contra la población civil.

Paula lo cuenta así:
“Ese día tomé el último tren desde la estación de Haedo – habían dicho que luego se cortaba el servicio – hacia Once. Al llegar allí me tomé un colectivo 132, que se tuvo que desviar, y me dejó a una cuadra del lugar a donde me dirigía. Yo iba a encontrarme con Federico Quevedo frente al teatro San Martín, serían las 18,30. Fuimos caminando por Corrientes hacía la 9 de Julio, en el centro de la avenida recuerdo que había neumáticos quemándose y gente que caminaba en nuestra misma dirección. Cuando llegamos a 9 de Julio y Corrientes, hacía el bajo se veía una nube de gas grande, supusimos que habría allí algún incidente, y decidimos doblar a la derecha por Cerrito. Fuimos caminando por Cerrito, en dirección a Rivadavia, había algunos manifestantes, recuerdo haberme cruzado con un señor con una niña, la gente en el lugar miraba para el lado del Obelisco donde parecía haber algún conflicto. Estábamos como espectadores de esa situación, mientras caminábamos mirábamos hacía atrás. Cuando en ese momento aparecen unos autos, frenan, eso lo escucho y veo que se disponen en abanico, de allí bajaron hombres, yo veo a uno de cuerpo entero, que se baja con un arma larga y negra, con chaleco, del auto que se encontraba más cercano a Cerrito – una cosa que recuerdo es que algún coche tenía baliza en el techo – tiró un tiro al cielo y después vi que apuntaba hacía donde me encontraba, e hizo disparos como barriendo la zona – en semicírculo. Apenas sentí el primer tiro, y vi que apuntó, me di vuelta para intentar irme de la zona. Federico me tomó del brazo cruzamos Cerrito, mientras estábamos cruzando sentí como un pelotazo y una quemazón en la espalda, se me aflojaron las piernas, Federico me sostuvo y me ayudó, cuando subimos al cordón, al levantar mi pie vi como un disparo impactaba sobre el cordón, y nos escondimos atrás de un kiosko de diarios metálico que estaba cerrado. Se escuchaban muchos disparos. Me dí cuenta que me habían disparado y le dije "Federico me dieron", yo creía que era una bala de goma. Ahí Federico me mira la espalda y ve sangre, yo le dije quiero que me saques de acá, sentí que me bajaba la presión. Él me decía que camine, doblamos por Perón hacia Libertad, vimos que venía la policía avanzando haciendo cordón, y nos metimos en la entrada de un edificio, ahí Federico me insistía que camine, en el portal del edificio había sangre, y ahí comencé a perder el conocimiento si bien escuchaba, y me alzó Federico iba a pedirle ayuda a la policía y un señor nos preguntó qué nos había pasado y nos abrió la puerta de un edificio. Entramos, me acostaron en el piso, había más gente y llamaron a un estudiante de medicina del edificio que me atendió. Luego llamaron a una ambulancia y me llevaron primero al Hospital Alemán, como no había cama me llevaron al Sanatorio Otamendi y Miroli.”

De los más de 100 heridos de bala ingresados el día 20 de diciembre en los diferentes hospitales de la ciudad, se evidencia que sólo un milagro evitó que la matanza conspirada fuese mayor. En ese breve lapso de tiempo, 25 personas caían heridas y una fallecía por hora . Esas cifras hablan de un hecho absolutamente institucional. No hay un solo testimonio que diga que hubo manifestantes armados.

La represión
Los asesinatos del jueves 20 de diciembre le pusieron la última gota de espanto a un año en que la policía argentina mató como nunca desde el último regreso de la democracia. Entre enero y agosto de 2001 se registraron 60 homicidios en manos de miembros de fuerzas de seguridad: más del doble que en años anteriores.

La represión dispuesta por el gobierno en retirada de Fernando De la Rúa derivó en una matanza de civiles desarmados, cuando la policía federal decidió convertir el centro porteño en su coto privado de caza. Luego de la masacre, la jueza María Romilda Servini de Cubría le pidió explicaciones al ex jefe de la policía federal, comisario Rubén Santos : ¿cómo es que había muertos en la 9 de Julio si sólo debía despejar Plaza de Mayo?

El señor Santos dio una respuesta grosera y cobarde: “Nuestros efectivos no dispararon. Los que tenían armas eran los manifestantes”. Santos nunca explicó el por qué de los innumerables “allanamientos” que hizo la policía federal los días siguientes en los hospitales de la Capital Federal, llevando detenidos a los familiares y amigos de las víctimas, y amenazando a los médicos y enfermeros que se negaban a dar las balas que sacaban de los cuerpos heridos para que no quedaran pruebas...

El llamado
¿Con qué herramientas podremos imaginar hoy cómo se han llevado adelante las revoluciones populares en nuestra historia, si no detenemos nuestra mirada en los relatos del 19 y 20 de diciembre tan cercano, tan palpable, tan impune? En “El pudor de la historia”, Jorge Luis Borges advierte sobre las llamadas jornadas históricas: “Yo he sospechado que la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que sus fechas esenciales pueden ser, durante largo tiempo, secretas”.

¿Cómo contar acerca de las razones por las cuales mujeres, niños, ancianos y jóvenes, salieron espontáneamente al espacio público a significarse? ¿Quién cree, a esta altura de los acontecimientos, que la ciudadanía tomó las calles y las plazas por el minúsculo motivo del “corralito”? ¿Por qué es tan evidente el silencio sobre aquellos días?

Cuando se les pregunta a quienes estuvieron allí, las razones por las que fueron a la Plaza – teniendo en cuenta que la mayoría no tenía ni afiliación política ni militancia alguna – responden que tuvieron la sensación de un llamado, algo que estaba en el aire y que los convocaba a hacerse presentes, a decir basta, a detener la crueldad, la impiedad y la violencia con la que la policía del estado argentino acostumbra a tratar a los ciudadanos que debería proteger y que, por aquel entonces, había cobrado renovada materialidad en un gobierno desde todo punto de vista atroz.

“Era como un imán”, dice un protagonista...“Sabías que corrías peligro, pero también sabías que tenías que estar ahí.” Como decíamos antes y siguiendo nuestra línea del recuerdo, hoy estamos en condiciones de sostener que luego de que ese vulgar y cruel mandatario dispusiera el estado de sitio, lo que hubo fue desobediencia civil.

Desobediencia civil
La actividad desplegada por aquel río humano que ganó las calles los días 19 y 20, fue de naturaleza tan intensa como espontánea. Tanto que desbordó los cauces tradicionales de formación y ejecución de la voluntad política. Los ciudadanos que esa noche practicaron la desobediencia civil (bajo el lema “Estado de sitio las pelotas”) fueron capaces de imaginar un orden social más justo. En este sentido, en esa construcción, la desobediencia civil se convirtió en un procedimiento útil y necesario para dotar de contenido a un régimen que poco tenía ya de representativo y menos aún de democrático. Está más que claro que el comportamiento general no estaba movido por el egoísmo (como los detractores de las expresiones colectivas se han empeñado en señalar) sino por el deseo de universalizar propuestas que objetivamente mejorarían la vida en sociedad.

Los ciudadanos que llevaron adelante esa práctica se sentían orgullosos. Fue un ejercicio público luego de tanto tiempo de adormecimiento neoliberal cuyo destino era destituir a la política como herramienta de construcción del mundo común. De ese modo, el retomar los espacios de expresión convocó al resto de la sociedad a reconocer la justicia de las críticas y las demandas hacia un gobierno que se encontraba en la antípoda de sus promesas electorales y cuya corrupción interna dio lugar a la renuncia- denuncia del vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez .

Esta práctica, podemos verlo con mucha claridad hoy, no vulneró ningún derecho; en cambio sí, dejo bien en claro que no se aceptaría bajo ningún punto de vista, derechos ficticios de genealogía no democrática o aquellas acciones discrecionales que pretendían perpetuar privilegios injustificables.

Homenaje
Estas palabras tienen dos horizontes: uno que nos permite transformarlas en signo de reconocimiento y gratitud hacia todos quienes estuvieron presentes con su coraje civil y a los que entregaron su vida por un futuro con justicia social y democracia. El otro, ese que a través del ejercicio de la memoria nos legitima en el reclamo por la verdad histórica y la búsqueda de la responsabilidad política, hechos que permitirán que no exista impunidad sobre aquellos días.

Vaya entonces como símbolo, entregar a las nuevas generaciones estos recuerdos en memoria de Carlos Almirón, Diego Lamagna, Gastón Riva, Gustavo Daniel Benedetto, Rubén Darío Aredes y Alberto Márquez , asesinados en Plaza de Mayo el 20 de diciembre de 2001.

Al mismo tiempo, nos sumamos al reclamo de justicia por todos los muertos de aquellas trágicas jornadas:

Acosta , Graciela, 35 años. Militante de derechos humanos. Estaba con una amiga buscando a sus hijos. Se acercó a un supermercado frente al que unas mil personas reclamaban comida. Recibió dos impactos de bala, disparados rodilla en tierra por un policía al que su amiga vio perfectamente. Provincia: Santa Fe

Almirón , Carlos “Petete”, 24 años. Petete era militante de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) y de la Coordinadora de Desocupados 29 de Mayo. Recibió un disparo de la policía en el pecho en Avenida 9 de Julio y Avenida de Mayo cuando encabezaba una columna de manifestantes que intentaba volver a la Plaza de Mayo.

Álvarez Villalba, Ricardo, 23 años Asesinado en Rosario, Santa Fe.

Arapi , Ramón Alberto, 22 años. Estaba con amigos tomando tereré en el Barrio Nuevo de Corrientes. Entró al barrio una camioneta Ford F-100 bordó sin leyendas identificatorias y sin patente, con cinco hombres, cuatro con el uniforme de combate azul-celeste de la policía de Corrientes. Arapi trató de esconderse, pero dos de los policías lo corrieron y alcanzaron. Uno lo golpeó y le pegó un tiro que entró por el pecho y salió por la espalda.

Aredes , Rubén, 24 años Fue asesinado por la policía federal mientras participaba en un corte de calles en Ciudad Oculta, Ciudad de Buenos Aires. Recibió cuatro balas de plomo por la espalda.

Avaca , Elvira, 46 años Recibió un escopetazo frente a un supermercado frente al que pasaba con su hija en Cipolletti, Río Negro. Recibió el disparo en la zona lumbar. El calibre de la bala es policial.

Ávila , Diego, 24 años Asesinado en Villa Fiorito, Buenos Aires.

Benedetto , Gustavo Ariel, 30 años. Se encontraba en la esquina entre la Avenida de Mayo y Chacabuco, ciudad de Buenos Aires, donde se estaba llevando a cabo una manifestación. Recibió un balazo en la cabeza que le provocó la muerte, disparado desde el interior del banco HSBC, donde prestaba servicios como custodio privado el ex militar Varando, represor de La Tablada.

Campos , Walter, 17 años. Estaba esperando cajas de comida junto a cientos de personas frente a un supermercado en Rosario (Santa Fe), cuando un tirador de elite de las TOE (Tropas de Operaciones Especiales) le disparó a la cabeza.

Cárdenas , Jorge, 52 años. Fue herido la noche del 19 en las escalinatas del Congreso de la Nación, y falleció varios meses después.

Delgado , Juan, 28 años. Estaba con otras personas reclamando alimentos frente a un supermercado en Rosario, Santa Fe. Llegó un camión que aparentaba traer comida. Cuando los manifestantes se agolparon alrededor, de atrás aparecieron seis móviles policiales que dispararon contra la gente. Delgado fue herido con balas de goma cuando huía de la represión. Un policía lo tumbó de un cachiporrazo en las piernas, lo apuntó con su itaka, pero se había quedado sin carga, por lo que sacó la pistola y le disparó a menos de un metro de distancia.

Enriquez , Víctor Ariel, 21 años. Asesinado en Almirante Brown, Buenos Aires.

Fernández , Luis Alberto, 27 años. Vendía sandías frente a un supermercado en la provincia de Tucumán. Durante la represión a manifestantes, un gendarme le disparó a poca distancia en la cabeza. Murió dos días después.

Ferreira , Sergio Miguel, 20 años Baleado durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001. Murió un año después a raíz de una complicación hepática desencadenada por el balazo en el hígado recibido cuando la policía cordobesa reprimió duramente un saqueo a un supermercado del barrio Villa El Libertador.

Flores , Julio Hernán, 15 años Asesinado en Merlo, Buenos Aires.

García , Yanina, 18 años. Recibió un disparo en el abdomen cuando, desesperada por los ruidos de las balas, salió a la vereda a buscar a su pequeña hija. En Rosario, Santa Fe

Gramajo , Roberto Agustín, 19 años. Un grupo de jóvenes estaba siendo perseguido por la policía, que les disparaba balas de goma, en Almirante Brown, Buenos Aires. A la corrida se tuvieron que sumar todos los que estaban en la calle, ya que la policía disparaba a mansalva. Un vecino pudo observar que en una obra en construcción que está ubicada en diagonal a su ventana había dos policías escondidos en las columnas. Uno de los policías disparó con balas de goma para lograr la retirada de los jóvenes, mientras que el otro policía se quedó escondido en la tercera columna de la obra en construcción y sacó el arma reglamentaria y efectuó tres o cuatro disparos. Uno de los disparos atravesó la cabeza de Roberto, que iba de su casa a la de su tío.

Guías , Pablo Marcelo. 23 años. Asesinado en San Francisco Solano, Buenos Aires

Iturain , Romina, 15 años. Asesinada durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre, mientras estaba en su casa, adonde ingresó una bala policial disparada contra quienes protestaban frente a un supermercado en Paraná, Entre Ríos.

Lamagna , Diego. 26 años. Murió después de haber sido herido en el pecho con un perdigón de plomo. Según testigos, le dispararon policías de civil desde un auto particular en la Ciudad de Buenos Aires.

Legembre , Cristian. 20 años Asesinado en Castelar, Buenos Aires

Lepratti , Claudio “Pocho”, 35 años. Militante comunitario. Estaba en la terraza de la escuela en la que colaboraba (era profesor de filosofía, y ayudaba como cocinero) cuando el móvil n° 2270 del Comando de Arroyo Seco se dirigía a reprimir un corte de calles de los vecinos del barrio. Los policías detuvieron el móvil y empezaron a disparar. Pocho gritaba que no lo hicieran porque había muchos chicos. Velásquez, el efectivo condenado a 14 años de prisión, dijo en la reconstrucción que disparó sin apuntar y que no sabía si tenía balas de goma o de plomo. El proyectil que lo mató ingresó por la garganta. Fue en Rosario, Santa Fe.

Márquez , Alberto, 57 años. Durante la manifestación en la ciudad de Buenos Aires, de una camioneta salieron civiles y uniformados que empezaron a disparar indiscriminadamente. Alberto Márquez recibió dos balazos en el tórax a consecuencia de los cuales murió. Uno de los autores es el comisario Oliverio, jefe de asuntos internos de la PFA, quien está detenido.

Moreno , David Ernesto, 13 años. Salió corriendo cuando la policía empezó a disparar contra los vecinos que se agolpaban frente a un supermercado en la provincia de Córdoba. La autopsia determinó que David fue herido con cinco proyectiles, algunos de goma y otros de plomo. De la nuca le extrajeron una posta de plomo que pertenecería a un cartucho disparado por una escopeta calibre 12/70 de la policía. Los impactos en su cuerpo y en los de los otros heridos fueron por la espalda, por lo que se descarta que hayan sido lesionados por otras armas que las que disparaban los uniformados.

Pacini , Miguel, 15 años. Asesinado en la provincia de Santa Fe, recibió varios disparos en el cuello.

Paniagua , Rosa Eloísa, 13 años. Había ido con su familia a buscar comida en un supermercado en Paraná, Entre Ríos, porque el comisario del barrio había hecho correr la voz de que entregarían mercadería. Al llegar los esperaban policías y gendarmes. La bala entró por la parte superior de la cabeza y salió por la boca.

Pedernera , Sergio, 16 años. Baleado durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre en la provincia de Córdoba. El menor se encontraba en la calle buscando comida para su familia en el marco de los reclamos masivos que se realizaron en supermercados, cuando recibió una bala policial en el tórax que le produjo una paraplejia. Un año después falleció en el hospital.

Pereyra , Rubén, 20 años. Baleado por la policía cuando regresaba a su casilla llevando al hombro una caja con alimentos entregados en un supermercado. En Rosario, Santa Fe.

Ramírez , Damián Vicente, 14 años. Asesinado de un balazo en el cuello en la esquina de Maciel y Cristianía, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.

Ríos , Sandra. Asesinada durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre. Sin datos.

Riva , Gastón Marcelo, 30 años. Circulaba en moto por la Avenida de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, cuando recibió un disparo en el pecho proveniente de alguna de las armas de un grupo de cuatro policías que estaban disparando.

Rodríguez , José Daniel. Asesinado en Paraná, Entre Ríos.

Rosales , Mariela, 28 años. Asesinada en Lomas de Zamora, Buenos Aires.

Salas , Ariel Maximiliano, 30 años. Asesinado en la esquina de Maciel y Cristianía, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.

Spinelli , Carlos Manuel, 25 años. Fusilado desde un Gol blanco durante la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre. Sucedió en Pablo Nogués, Buenos Aires.

Torres , Juan Alberto, 21 años. Sufrió una herida de arma de fuego en la zona abdominal. En Corrientes.

Vega , José, 19 años. Asesinado en Moreno, Buenos Aires.

Villalba , Ricardo, 16 años. En Rosario, Santa Fe, recibió un tiro en un ojo cuando vecinos manifestaban pidiendo alimentos frente a un autoservicio. Murió el 23 de diciembre.


La Quinta Pata, 18 – 12 – 11

La Quinta Pata

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