domingo, 19 de febrero de 2012

Las dietas no son tan jugosas

Ramón Ábalo

La popular se ha exaltado pero no por los goles del Tomba sino de bronca por las dietas que van a cobrar los legisladores nacionales, tanto diputados como senadores. Algo así como $ 50.000, nada menos. En provincias, legisladores y concejales también la pasan muy mal cada vez que deciden aumentarse sus dietas, que es el sueldo que perciben para representar al soberano, que somos nosotros, los de abajo.
Es tal la ola de protestas que levantan y los dicterios que reciben, que de legisladores y concejales (también legislan) se convierten en un monstruo de siete cabezas que se engulle el presupuesto. Más de un pícaro gobernador o intendente se las arregla para arrimar leños a la hoguera, teniendo en cuenta que las contiendas entre el Ejecutivo y el Legislativo, aun cuando sean del mismo bando, suelen terminar a las patadas.

Y esto me viene a cuento por lo que me decía el otro día un amigo que fue ungido diputado hace un par de años, que a mis votos de éxito y ventura personal por lo que le resta de laburo legislativo, un par de años más, medio se encogió de hombros y respondió "...hermano, no sabés lo que todavía me espera...además de lo específico, una larga cola todos los días de amigos y compañeros pedigüeños...son decenas y decenas que te pasan la factura porque te han votado...Después están los proveedores que te creen un nuevo rico y te quieren vender un auto 0 km. o un palacete...Y los parientes..."Casi medio me sorprendió esta respuesta que me pareció más bien una triste y lastimera letanía . Pero ahí nomás le espeté: "Vamos hermano, arriba ese ánimo...todo se compensa con la dieta". Casi me fulmina y yo sentí que había metido las de andar hasta la cintura, y ahí nomás me acordé de una entrevista que tuve hace unos meses atrás con otro diputado conocido. Se debatía un aumento de las dietas y todo el mundo los hacía blanco de sus iras porque, por otro lado, venía para la gilada, que también somos nosotros, el aumento de la nafta, el dólar y la carne. Y entonces interpelé al legislador de marras sin poder disimular una actitud de reproche, como diciéndole: "Pero che, que son bárbaros..." El hombre, ya ducho en estas lides, me tomó del hombro, me dio una palmadita, me sonrió y me llevó a su despacho. Allí se encontraban no menos de cuatro correligionarios, unos tomando mate y otros leyendo los diarios. "Pare la chata compadre...yo le voy a contar..." Y cuando me preparaba a escuchar una larga, tediosa, repetida y mentirosa retahíla sobre la honorabilidad representativa, los sacrificios y los riesgos, en vez de ello, digo, sacó un ancho y largo papel – estrujado – y me empezó a tirar cifras: "Vaya sumando, o restando, compadre...y a ver si usted me arregla estas cuentas. Sume, sume....Póngale que recibimos $8.000 pesos...de salida nomás saque un 11 por ciento para la jubilación, más un 20 por ciento para el partido...". No tuve más remedio que agarrar la birome y empezar a hacer cuentas: 11 por ciento sobre 8.000....$ 880 - 10 % sobre 8.000...$ 800 - "Por otro lado, seguía diciendo, tengo tres punteritos y dos operadores que me salen no menos de $ 1.500...vos sabés cómo son estas cosas. Ponele, por otra parte, unos $50 diarios en cafés porque cuando uno se sienta por ahí se te llena la mesa de parroquianos, y al final nadie se mete la mano en el bolsillo...para qué te digo de algunas cenas y otras chucherías que te exige la vida cotidiana de un legislador. Y decí vos que tengo a la Camelia, mi mujer, que vale un kilo, y sin embargo, lo único que me ha pedido es lo que le di para que se comprara unas buenas pilchas para estrenarlas cuando yo asumí...recién el otro día terminó de pagar la última cuota...porque todo lo compro a crédito... más 200 mensuales para el comedor comunitario..." Medio hizo un respiro y siguió..."pero esto no para ahí...mirá...mirá..." y sacó un montón de papeles que decían rifas, bono contribución, socio honorario...y cuánto más "...sumá...sumá..." Y volví a agarrar la birome y empecé a sumar: 880 más 800...más...l.500...más 500...más....más...

En verdad, esta vez la invitación a tomar café en el bar de enfrente, la pagué yo. No me quedaba otra.


La Quinta Pata, 19 – 02 – 12

La Quinta Pata

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