domingo, 25 de marzo de 2012

Menos derecho a cambio de seguridad

Ramón Ábalo

Paradojalmente, con el cuento de la seguridad, se ha impuesto en la sociedad – le han impuesto – una especie de cultura de la auto pérdida de la libertad, como es enrejar todos los huecos visibles de entrada al hogar: puertas, ventanas y todo aquello que facilite la incursión delictiva de personajes que aterrorizan por su irracionalidad en el afán de apoderarse de algunas monedas.

El flagelo de la inseguridad se ha convertido en un problema cotidiano en Mendoza, como en cualquier otro lugar del mundo, aún en el más civilizado. Sin embargo no existen vestigios de resolución dentro del marco del modelo excluyente, y menos aún desde algunas recetas que se barajan tanto desde lo institucional como de foros de todo tipo, y pese a todas las piruetas de la reflexión con tonos academicistas, no se acierta con pretendidas soluciones, con un solo objetivo: cómo y hasta dónde penalizar al delincuente, y no tanto el porqué del delito.

La falsedad de la discusión garantismo versus mano dura, es una de las patas en que se apoyan los que visualizan soluciones a tono con las lógicas exigencias de quienes padecen o son víctimas de un tiempo de alta temperatura delictiva, como es el que vivimos. Hace unos años, en 1985, juristas de nuestra Liga Argentina por los Derechos del Hombre, tales los abogados Salvador María Lozada, Julio Viaggio, Carlos Zamorano y Eduardo Barcesat, escribieron sobre la doctrina de la "seguridad nacional", que fue el basamento ideológico y pretendidamente ajustado a derecho, de la dictadura genocida, y que tiene que ver, en mucho, con la realidad actual. Porque la apelación a la seguridad - entonces "nacional" - en términos de blanco o negro, fue el camino para la implementación del terrorismo de estado.
El Dr. Lozada, dice en un breve párrafo: La seguridad por sí misma, como concepto y como valor, es ambigua. Por un lado, es inherente a la condición humana aspirar a un cierto mínimo de certidumbre y de protección con los riesgos. Por otro lado, la vida humana es radicalmente insegura: la única, la sola seguridad total es la propia muerte, todo lo demás padece diversos grados de inseguridad. Y, además, como decía Heller Keller, la seguridad es, en gran medida, una superstición: no existe en la naturaleza, ni los hijos de los hombres, la experimentan como totalidad. Evitar el peligro a la larga no es estar más a salvo que exponiéndose. La vida es una aventura atrevida, o no es nada. En esta línea de pensamiento, podemos decir que "sin riesgos, la vida no tiene sabor". Claro, estos pueden ser conceptos con tufillo a filosófico o sociológico, o de valor para consumo personal, pero vale la pena masticarlos.
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Menos derecho...
En la pasada era "cobista" (no la de "mi voto no es positivo"), cuando como ahora arreciaban los delitos y la muerte, el Cobos gobernador afirmaba que "por encima de la libertad, la seguridad" y su entonces ministro de seguridad, Cornejo, muy a tono dijo "actuaremos al filo de la ley". Al respecto, los sociólogos mendocinos Viviana Demaría y José Figueroa, señalaban: ...sostenemos que las formas con que se activa la tutela penal como ejercicio concreto y cotidiano del poder del estado y su legitimación, son, en definitiva, facetas de discursos y prácticas sociales que expresan una determinada concepción política de la sociedad y del poder: Indudablemente, ésta puede ser democrática o autoritaria.
"Lo deplorable es constatar que de este modo se está instituyendo un proyecto despótico de sociedad usando el miedo como chantaje . El poder, entonces, ofrece la ilusión de más seguridad a cambio de mayor concentración, de mayor discrecionalidad. Menos limitación al poder y menos estado de derecho (reciente Ley Antiterrorista). Se introduce así un régimen basado en el estado de excepción, monstruosidad a la que la Ilustración llamó Leviatán, lo que en esencia es un germen de fascismo . La pregunta urgente y necesaria...¿qué es peor, el remedio o la enfermedad?


Otras pero de nuestra cosecha: ¿somos solamente producto de la realidad que nos envuelve cotidianamente? Tenemos iguales oportunidades y un destino cierto y similar, los que nacen en cuna de oro a los que nacemos en cuna de madera? ¿Nacemos "vírgenes" y puros con olor a santidad? ¿O somos algo así - desde el vamos de nuestra existencia - una mezcolanza de oscuridad y fulgor? Finalmente, ¿no es que Dios nos echó del paraíso por pecadores? Entre nosotros…nos hizo pecar (la manzana, la víbora) y en simultáneo, nos crucificó de por vida.


La Quinta Pata, 25 – 03 – 12

La Quinta Pata

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