domingo, 11 de marzo de 2012

Nuestra historia se construye en los espacios públicos

Clara Marcela Franco Cadavid

Desde siempre el hombre ha buscado la forma de crear comunidad y para ello ha destinado espacios que delimitados o no, con el tiempo y el uso terminan generando un sinfín de actividades que propician la interacción de los habitantes de una zona determinada.

En la actualidad estos espacios pueden ser físicos o virtuales, las nuevas tecnologías han permitido la interacción de personas que físicamente se encuentran distanciadas, haciendo que cada vez tengamos más oportunidades para conocer el mundo y sus pueblos. Ahora accedemos no solo a la historia y el arte de quienes nos rodean, sino también de aquellos que están del otro lado del mundo sin necesidad de hacer grandes inversiones.

En América Latina estos espacios físicos se conocen como plazas y son el eje de las comunidades; en ellas se pueden disfrutar toda clase de actividades, ferias itinerantes, venta de arte, conciertos, manifestaciones políticas, prácticas deportivas, congregaciones religiosas, entre otras.

En ciudades como Buenos Aires (Argentina) cada día puedes visitar una plaza y ver todas las generaciones reunidas, niños jugando, animales corriendo, ancianos tomando mate y disfrutando de la música que no puede faltar. Jóvenes caminando sobre cuerdas atadas a los árboles, pequeños aprendices de músicos que tratan de ignorar a las mujeres que pasan con ese andar cadencioso propio de su género, y entender lo que su maestro quiere enseñar.
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Es un privilegio sentarse en el costado de la plaza y admirar ese ballet perfecto lleno de vida y color. Los niños que apenas si logran caminar porque sus pequeños pies no consiguen superar los obstáculos que representan las raíces de los árboles y aun así nada los detiene para llegar a esos enormes tambores que producen sonidos mágicos y hacen que sus cuerpos bailen con el ritmo de los mejores. Esos que se quedan perplejos mirando a hombres y mujeres de todos los colores y tamaños que con sus manos llenas de vitalidad y cariño golpean el cuero para producir ecos capaces de cambiar el ritmo cardíaco.

Observar la profunda calma de quienes ya superaron el frenesí de la adolescencia y logran tumbarse tranquilos en la hierba a leer un buen libro a la sombra un árbol y por sonido ambiente las risas y guitarras; acompañados casi siempre de una botella de vino que nunca se termina o el consabido mate con galletitas.

Ver a través de los ojos de ancianos que sentados en las banquitas de la periferia arrojan migas de pan a los pájaros que vienen hasta ellos con una confianza única. Esos ojos que quizá se cerraron un poco con los años, pero que hoy le dan un color diferente a las imágenes. Ese esbozo de sonrisa que se dibuja en sus rostros tal vez por algún recuerdo, quizá por algún sueño lejano que hoy es una realidad o se quedó en proyecto.

Nuestra historia se construye en los espacios públicos porque es allí donde se mezclan la sabiduría de algunos, la curiosidad de otros y las experiencias de todos. Donde aprendemos normas básicas de comportamiento como la tolerancia y el respeto a la diferencia. Donde se evidencia que es posible vivir en armonía.

Allí lo natural es lo diferente, nadie se molesta porque le hagan preguntas, incluso lo disfrutan y sacan de lo más profundo de sus almas al maestro que llevan dentro para ofrecer una explicación auténtica de su particularidad. En estos lugares todos son aprendices y maestros, todos quieren saber más y desean contar más.

Es en estos territorios donde tenemos la oportunidad de construir nuestra historia, donde conocemos el pasado por boca de quienes lo vivieron y soñamos el futuro de quienes hoy apenas empiezan a hablar. Estos son lugares que deben ser siempre protegidos por los gobiernos y ciudadanos del mundo, defendidos como las antiguas fortalezas y conservados como los más hermosos museos.

Es responsabilidad de cada uno de nosotros entonces defender y conservar cada espacio físico o virtual que nos permita preservar y cultivar el lado humano y sensible de nuestra especie.

La Quinta Pata, 11 – 03 – 12

La Quinta Pata

1 comentario :

http://rolandolazarterapeutacomunitario.blogspot.com/ dijo...

Qué lindo encontrar un texto en que se valoricen estos espacios públicos. Donde no los hay, se siente mucho su falta.

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