domingo, 23 de septiembre de 2012

La reforma del código civil y la suave tenacidad del obispo auxiliar de Mendoza

Hugo De Marinis

Que los católicos expresen lo que deseen. Nadie, en su sano juicio democrático, debería colocar escollos a sus participaciones. En todo caso, se les opondrían ideas que amplíen y no restrinjan la vida de los ciudadanos. Por ello es que las justificaciones para la libre expresión de los representantes de la grey y el ensalzamiento de la pluralidad actual en las decisiones legislativas del país – pluralidad que todo lo debe regir – no es material requerido para emitir un pensamiento. Al contrario, hablar de pluralidad y ampliación de derechos resulta saludable en boca de alguien que pertenece a una institución cuya jerarquía, no ha mucho, condescendió la omisión de sus olvidadizos pastores, precisamente de esos sagrados derechos (por ejemplo, el derecho a la vida de los desaparecidos durante la dictadura). En esta línea argumental el obispo auxiliar de Mendoza, Santiago O. Buenaventura, explicó que la iglesia puede y debe – dada la oportunidad – ofrecer su aporte, en una nota del sábado 22 en Los Andes. El obispo considera que el nuevo código “tendrá que responder a un conjunto de interrogantes fundamentales” resumidos en seis preguntas que reflejan la posición del episcopado argentino dada a conocer sin subterfugios en la exposición “El código civil y nuestro estilo de vida”. Esas preguntas presentadas en un tono contemporizador referencian los protocolos para el aborto no punible, el divorcio, el matrimonio igualitario y la fertilización asistida, entre otros. Marcado por esta época plural, Buenaventura no explicita sus argumentos con claridad sino que asocia las ampliaciones de derechos a “una concepción individualista de la libertad”. Y aunque advierte que no es tarea de la iglesia legislar ni gobernar, omite que ninguna creencia religiosa, aún mayoritaria, debe atinar a determinar el comportamiento de la totalidad de las personas que componen una sociedad moderna. ¿Individualistas los que desean la ampliación de sus derechos? ¿O individualista la institución que, aunque respetuosa en esta instancia, piensa, funciona y aconseja moralinas anacrónicas?

La Quinta Pata

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