domingo, 25 de noviembre de 2012

El origen de la Universidad Nacional de Cuyo desde la mirada de un protagonista

Recurrimos nuevamente al relato de este activo protagonista de la civilidad menduca, en esta oportunidad para reeditar los primeros pasos que llevaron a la creación de la UNCuyo y su idiosincrasia administrativa.
Eduardo Paganini

Hilario Velasco Quiroga

Prolegómenos de nuestra Universidad

Los primeros años de la tercera década del presente siglo fueron en Mendoza verdaderamente propicios y serenados los espíritus, en todos los órdenes, marchaba hacia un porvenir seguro.
Habían surgido instituciones científicas, culturales y centros de Estudiantes [con mayúscula en el original] en los que se trabajaba con optimismo.
Fue la época de la visita de los príncipes de Savoia y de Gales, que llegaron hasta nosotros, con su mensaje de confraternidad.
En ese ambiente se van a encauzar los ideales estudiantiles en procura de una creación superior y universitaria.
La palabra Universidad, muy sonora en la mentalidad de los estudiantes, se afincaba en un primitivo instituto, que se prolonga basta ahora: la Universidad Popular de Mendoza.
De este Instituto, va a surgir la voz del estudiantado, que se integró por los jóvenes: Silvestre Arias; Antonio Virga; Rubén Puebla; Exequiel Fernández; Alicia Arias; Elba Pintos y otros.
La otra corriente, con mayor ímpetu, nacía en la vieja Escuela Superior de Comercio, que yo llamo histórica y que ubicó en la calle San Luis de esta ciudad de Mendoza.
Numeroso era su alumnado y muchas las posibilidades de llevar a feliz término una gran empresa.
A impulso de su Cuerpo Docente del que yo formaba parte, un sector importante del estudiantado, afrontó el problema de conseguir la nacionalización de los títulos y que fue tan decidida la acción y tan exitosa la campaña, que a poco tiempo el Gobierno Nacional se pronunció favorablemente.
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Desde ese instante la acción estudiantil fuertemente orientada desde el reducto de la Escuela Superior de Comercio, en la que destacaban su personalidad Oscar Sabez; Bernardo Di Chiara; Pedro E. Pujadas; Germán Arias; José Barchilón; Leticia Lede Fresquet; Gloria Giménez; Elio Suso; Mercedes Herrera; David Felipe Domínguez y otros; y con el gran aporte del estudiantado del Colegio Nacional, integrado, entre otros, por Julio César Vitali; Antonio Di Benedetto; Juan Enrique Acevedo; Julio Ortiz Guevara; Antonio Lombardo; Manuel Farés; José Scolaro; Manuel Vila, que consiguieron la colaboración por parte de la Escuela Normal con la presencia de los estudiantes Mauricio Suárez; Alberto García; María E. Rodríguez; Irma Celia Marcó y Norma A. Villalobos, que unieron sus esfuerzos a la representación de la Escuela de Agronomía integrada por Alfonso De Castro; José P. Valverde y Academia de Bellas Artes, representada por Fernando Chacón; Carlos Weinert y Eduardo Zalba, pensaron en una organización estudiantil de mayor jerarquía: LA FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES SECUNDARIOS, que en el año 1928, entró a funcionar a pleno.
Concomitantemente, otra vertiente de gran significación, la constituyó la Comisión Estudiantil PRO UNIVERSIDAD DE CUYO, que nucleó a estudiantes de todos los colegios secundarios de Mendoza, Academia de Bellas Artes y Agronomía.
En un feliz intento, se trató de conseguir la adhesión de los estudiantes puntanos y sanjuaninos.
Toda esta escalada estudiantil concluyó por formar un ambiente, no sólo propicio en pro de la fundación de la Universidad, sino que llegó a ser coactivo para las autoridades de la Nación.
Los estudiantes se hicieron presentes, tanto en el Ministerio de Educación de la Nación, como en la Casa de las Leyes.
Ante el empuje incontenible del estudiantado cuyano, la representación mendocina(1) al Congreso de la Nación se sintió tocada y luego de los intentos de los diputados Julio César Raffo de la Reta y J. R. Davel, el doctor Rodolfo Corominas Segura, desde su banca de diputado en 1932, fundamentó un proyecto de creación de la Universidad, que al no ser tratado en tiempo, pasó como tantas cosas útiles, a engrosar los archivos y papeleras del H. Congreso.
El hecho se reprodujo en el año 1934, con igual suerte y no conforme el estudiantado cuyano que destacó más de una delegación a Buenos Aires, que presidió Oscar Sabez, secundado por Américo Calí, el doctor Corominas Segura insistió nuevamente en la fundamentación del proyecto de creación en 1937.
Se apuró el año legislativo y no se consiguió sanción, de manera que las esperanzas del estudiantado cuyano para la fundación de la Universidad, por la vía del Congreso de la Nación, se diluían.


Pero nada hay imposible ante el impulso juvenil.
Ya los estudiantes que integraron la Comisión Pro Universidad de Cuyo totalmente solidarios con los otros centros organizados y participantes en la Federación de Estudiantes Secundarios, estrecharon su círculo y en esta oportunidad con el estímulo de la palabra encendida del doctor Ricardo Rojas(2), se prepararon para una campaña pública de divulgación de sus nobles ideales.
Se realizaron mitines en distintos lugares de la ciudad.
La palabra se escuchó en San Juan y San Luis.
Se aprovechó la feliz coincidencia del paso por Mendoza del Ministro de Educación de la Nación, doctor Jorge Eduardo Coll, que se dirigía a San Juan.
En los andenes de la estación, una apretada columna de estudiantes entre los que pude ver a Oscar Sabez, Américo Calí, José Barchilón y otros, que portando cartelones, solicitaban clamorosamente la fundación de la Universidad.
El hecho se reprodujo al regreso, cuando el señor Ministro hizo escala en Mendoza, oportunidad que aprovechó el estudiantado para insistir en sus peticiones en un mitin que le improvisó la Comisión Estudiantil Pro Universidad de Cuyo, que presidía Germán Arias.
Por ese momento, no se avistaba la solución por la vía de un pronunciamiento del Congreso Nacional, ya que terminaba el período de sesiones y para los señores legisladores habían otras cosas de mayor urgencia y de primera prioridad.
De todas maneras el estudiantado de Mendoza, animoso y cohesionado continuó con igual ritmo en procura de conseguir definitivamente la satisfacción de su propósito, lo que en realidad va a acontecer poco tiempo después.
Nace nuestra Universidad
El ambiente es propicio, aun para las autoridades de la Nación, en las que gravita el estudiantado de Cuyo, al que adhirió toda la población. Hasta que finalmente el Poder Ejecutivo, mediante Decreto del 21 de Marzo de 1939, al incluir la partida en la Ley de Presupuesto Nro. 12.578, dejó fundada nuestra Casa de Altos Estudios.
En el año 1939, ante el primer llamado a concurso para proveer, entre otras, la cátedra de Derecho Civil, en la parte general, me presenté como aspirante y agregué a mi curriculum-vitae, la foja de servicios altamente calificada y por la que acredité muchos años de ejercicio en la docencia.
En cuanto a títulos, exhibí no sólo el de abogado, sino también la certificación del Grado Doctoral que me había otorgado la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Córdoba.
Esperanzado esperé el resultado del concurso, el que se había convocado de conformidad a las prescripciones de la Ley Universitaria y de la Reglamentación. Se establecía que las ternas debían elevarse por orden de méritos.
Tiempo después, con natural desagrado, me informé que la terna fue elevada —en burla del Estatuto Universitario – y de la resolución sobre convocatoria por orden alfabético y consecuentemente yo pasé a ocupar el último lugar.
Como es de práctica el Gobierno de la Nación designó al primero de la terna, sin reparar que no era el que tenía más puntos.
Ante esta triste realidad, yo protesté airadamente, pero se me informó que el dictamen del Jurado era definitorio
Mala suerte la mía en esta primera presentación a concurso, porque si mi apellido, en vez de escribirse con “V” de vaca, lo hubiere sido con “B” de burro es de seguro que habría ocupado el primer lugar en la terna y no es difícil que la designación se hubiera hecho a mi nombre.
Adscripto
Opté por el camino más difícil: el de la adscripción a las cátedras de Ciencia de la Administración y Derecho Administrativo, en la Facultad de Ciencias Económicas y cumplidos que fueron todos los recaudos, fui reconocido como profesor adscripto y cumplimenté mi labor con algunos trabajos especializados de tipo monográfico sobre Corporaciones Mixtas; Recurso Jerárquico; Lo Contencioso administrativo; Concesión de Servicios Públicos y otros, y en cada caso, fueron aprobados por la cátedra y por los integrantes de los respectivos jurados,
En el ejercicio del derecho que me concedía la Ley Universitaria y su reglamentación me incorporé a la cátedra que la desempeñé por espacio de varios años.
Grande es la satisfacción que me produce el hecho de encontrarme a diario con quienes fueron mis alumnos y me recuerdan con cariño y se refieren a lo eficiente que fue mi siembra en el aula universitaria.


En otra oportunidad y también con mala suerte, me presenté a concurso convocado para proveer de profesor titular algunas horas de cátedra de Derecho Comercial de la Escuela Superior de Comercio, ya dependiente a esa fecha de la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo.
Entiendo que a ese concurso de méritos y antecedentes, nos presentamos varios, y como yo acredité muchos servicios docentes y título superior universitario, ocupé el primer lugar en la terna y el H. Jurado, que se integró por los profesores Benedicto Martronardi, Mario Tomba y Aníbal Abalos, aconsejó que la designación se hiciera a mi nombre.
Pero aconteció una nueva desgracia.
La Dirección de la Escuela de Ciencias Económicas funcionaba en una sala que ubicó en el ángulo Nord-Oeste del gran patio central de la Universidad, que pisaba en lo que fue la acreditada Escuela Nro. 1 Arístides Villanueva.
Una noche fatal para mis aspiraciones de reingresar a lo que fue la vieja Escuela Superior de Comercio: el servicio de bomberos se hizo presente para apagar el incendio que había estallado en el despacho de la Dirección y que redujo a cenizas, agua y barro, entre otras cosas, la documentación referida al concurso.
Inútiles fueron mis gestiones ante las autoridades de la Escuela y de la Universidad para que se requiriera un nuevo informe de los integrantes del Jurado y se me pudiera designar en la cátedra de mi preferencia.
Las llamas, el lodo y la mala voluntad de quienes debieron decidir en definitiva, me impidieron el acceso a la docencia en la Escuela Superior de Comercio.

(1) Con mayúscula en el original
(2) Se sabe que el doctor Ricardo Rojas entregó al estudiantado escrito de su puño y letra, un anteproyecto de Ley de creación de la Universidad y un proyecto de Estatutos para regir a la nueva Institución.


Baulero: Eduardo Paganini

Mi vida en el recuerdo , 1973, edición del autor, impreso en los Talleres gráficos del Círculo de Periodistas de Mendoza.

La Quinta Pata

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