Al principio la batalla fue adversa para los incas, y el inca Viracocha huyó con su hijo mayor y heredero, Urcon, a un baluarte de la montaña. El otro hijo de Viracocha, Titu Manco Cápac rehízo sus fuerzas y derrotó a los charcas, ganándose el amor y la admiración de su pueblo por su valentía.
Muerto el inca Viracocha, le sucede Urcon, que gobernó poco tiempo pues murió, sucediéndole como noveno inca, Titu Manco Cápac el que adoptó el nombre de Pachacutec, ya que su padre había establecido en su testamento, que si el heredero, por sus acciones, se hacía digno de llevar este nombre que significaba “reformador del mundo”, lo tomase como símbolo.
Urcon no lo mereció, pero su hermano, adelantándose al tiempo y a los hechos que después confirmaría, lo usó desde que ascendió al poder, con el general beneplácito de su pueblo, que lo prefirió siempre.
Casi todos los reyes anteriores a Pachacutec se hallan nimbados por la aureola de la leyenda, pero es él, el verdadero fundador del imperio incaico y tal vez el más genial gobernante que haya producido la América precolombina.
Durante el largo gobierno de Pachacutec la expansión del Tahuantinsuyu fue casi una explosión, a donde quieran que marcharan los ejércitos incas, conquistaban la victoria.
Su primera misión consistió en eliminar las comarcas independientes que aún quedaban en la región de El Cuzco. Luego los soldados de las tierras altas, bajo su mando directo, descendieron hasta el fértil valle de Urubamba, el cual conduce a las selvas del Amazonas. A continuación, con sus largos convoyes de llamas y porteadores humanos, siguió por los Andes cubiertos de nieve hasta la ciudad de Cajamarca, en las tierras septentrionales, sometiendo tribu tras tribu. Luego volvieron al sur y atacaron a los indios aymaras de la meseta que rodea al lago Titicaca.
Esta campaña que realizó con 30.000 soldados, no resultaba mera empresa de conquista. Formaba parte de un plan deliberado para unir a las diversas tierras y pueblos del Tahuantinsuyu. Los propósitos de la que pudiéramos llamar “unidad nacional del inca Pachacutec” fueron realizados con golpes maestros que tienen escasos paralelos en la historia.
Cuando el gran inca asciende al poder, se inicia el súbito crecimiento del Tahuantinsuyu que hasta entonces era una confusa mezcla de tribus y naciones con diversos grados de desarrollo que hablaban docenas de lenguas y adoraban a multitud de dioses. Algunos peruanos vivían como los chimús, en ciudades de notable esplendor y otros, como fieras, moraban en cuevas, vivían en desiertos o en las selvas y pastoreando ganado en las cordilleras andinas.
Parecía imposible crear un imperio unido y estable en este país tan dividido, pero él lo logró.
Desde Uillca los poderosos ejércitos del inca prepararon su expedición para conquistar una provincia o reino independiente llamado Sausa, a la que los españoles llamaron Jauja.
Los habitantes – los huancas – eran muy belicosos y acostumbraban a desollar a sus enemigos cuyos pellejos henchían de ceniza, para colgarlos en los templos. Estos indios también utilizaban pellejos humanos para sus tambores.
Política militar del inca
Aunque los ejércitos de Pachacutec, dirigidos unas veces por él y otras por su hermano Inca Cápac Yupanqui, considerado su brazo derecho, a menudo obtenían sus objetivos mediante la diplomacia.
Antes de atacar a un estado, los incas enviaban embajadores a explicar las considerables ventajas de unirse a su imperio: “Tras de sus líneas había paz y abundancia, que disfrutarían todos por igual. No se quitaría de sus puestos a los jefes locales, que seguirían gobernando, guiados por los incas, si no se rebelaban. Se respetaría la religión del lugar mientras no entrara en contradicción con los principios civilizadores de las leyes del Tahuantinsuyu, prohibición de sacrificios humanos y la antropofagia, ritos bestiales, etc.”
Los embajadores ponían bien en claro que en caso de negarse, las penas de la resistencia serían inenarrables, y para corroborar esto bastaba echar un vistazo a los bien disciplinados soldados del inca, que, con excelentes armas, practicaban en sus campamentos, perfectamente alimentados.
Muchos estados se sometían enseguida sin ofrecer resistencia.
Otra medida adecuada, pero violenta, era la mítima, es decir, la costumbre de cambiar poblaciones de una región a otra. Los pueblos que se consideraban hostiles pasaban a lugares que eran menos peligrosos y los reemplazaban por vasallos leales. Pero los incas procuraban no imponer penalidades innecesarias. Así, por ejemplo, nunca llevaron pueblos de la orilla del mar a las altas montañas, donde habrían sufrido a causa del frío y la altura. Asimismo sus ingenieros, y Pachacutec los tuvo excelentes, como su primo Apu Allpa Rimachi, Mari-Canchi, Accahuana-Inca y otros auxiliares, solían construir sistemas de riego y otras obras públicas que mejoraban las condiciones materiales de vida de los desplazados haciéndoles incluso conocer una vida superior a la que llevaban cuando eran súbditos de reyes despóticos o cuando vivían sumidos en la barbarie, como por ejemplo: la alimentación desconocida y los enseres y las ropas que se repartían exactamente igual, en todos los pueblos del imperio incaico, lo que desmiente a aquellos que analizando superficialmente las instituciones y sistemas de gobierno de los incas, han sostenido que este aspecto resultaba parecido al de los nazis.
Unión cultural
Uno de los recursos unificadores más eficaces que utilizaron los incas en tiempos de Pachacutec y que siguieron usando sus sucesores, fue la propagación del quechua, el idioma de la región del El Cuzco como lengua oficial del imperio, especie de lengua franca, la que convirtióse en un medio formal de comunicación entre los diversos pueblos, llevándose maestros a todo lo largo y ancho del Tahuantinsuyu, para que enseñaran a los curacas y a sus familiares. Es preciso hacer notar , que los pueblos seguían hablando sus idiomas originales, y que aprendían el quechua para sus relaciones oficiales.
El inca constructor
Al extenderse el imperio, se extendieron sus caminos. Pachacutec amplió y mejoró los ya existentes, tanto los que construyeron sus antepasados como lo de los pueblos recién anexados a sus dominios. Hasta la llegada del gran inca, en los desiertos de la costa, los caminos no eran más que líneas gemelas de hitos, en tanto que los distritos poblados tenían a menudo cercas y árboles de sombras a sus orillas.
El notable Apu Allpa Rimachi, especie de ministro de obras públicas (por ser el responsable directo de la construcción) que inició la construcción de viaductos de tierra para cruzar los pantanos, y en los escarpados Andes para salvar los desfiladeros, construyeron puentes colgantes que maravillaron a los conquistadores españoles, y hoy en día no han vuelto a realizarse en esos lugares inaccesibles.
Los altos riscos, cuando no podían salvarlos con puentes, los horadaban, fabricando túneles. En las cuestas zigzagueaban para reducir la pendiente, del mismo modo que en la actualidad las carreteras peruanas suben en vertiginosas series de curvas cerradas. Las partes muy empinadas de las montañas las convertían en largas escaleras talladas en las rocas.
Fue en tiempos del inca Pachacutec, cuando se inicia la construcción de tambos o estaciones de paso, que según la comarca y sus características variaban desde chozas hasta amplios almacenes para el servicio de los caminantes – especialmente los funcionarios de la hacienda y los ejércitos. Estos establecimientos tenían alojamiento para los viajeros.
La red de comunicaciones de los caminos principales contaba con puestos de chasquis apostados a 2 ó 3 kilómetros uno del otro, y en sus días fue probablemente el sistema de comunicación más rápido del mundo.
El envío de rápidos mensajeros a una velocidad de 25 kilómetros diarios dieron a los ejércitos de Pachacutec una ventaja militar enorme.
El más grande legislador de América precolombina
El inca amauta y harawiku – filósofo y poeta – instituyó sabias normas penales, contra los parricidas, los fratricidas, los blasfemos, los envenenadores, los holgazanes, los adúlteros y los raptores de doncellas, castigando severamente a los ladrones con la pena capital, al igual que a los incendiarios.
A los incestuosos por línea directa les daba la pena de muerte, lo que pudiera parecer un contrasentido en unos reyes que practicaban el incesto ellos mismos, al casarse siempre con la hermana mayor. Naturalmente que la explicación de este fenómeno está dada por la religión y por razones políticas de estado, para mantener limpia y sin mezcla la sangre inca, que era la de su padre el Sol. Así se mantenía una aureola mística en torno a la familia gobernante.
Numerosas leyes civiles elaboró personalmente Pachacutec, entre ellas una importantísima, que determinaba la “capacidad civil”, siguiéndola en importancia otras sobre la “tutela de los menores e incapaces”, la referente a diversas formas de obligaciones y un notable sistema sobre procedimientos.
Amplió las leyes agrarias y estableció el retorno de las tierras al estado, al ocurrir el fallecimiento de las personas, dejándoselas solamente a las viudas.
Este gran conquistador, legislador y guerrero, fue también un gran amante y dejó buena constancia de ello en sus incomparables versos de amor de alto lirismo y calidad. Más de doscientos hijos prueban su virilidad, que “con ser tantos”, dicen los indios, “eran pocos, para ser hijos de tal padre”.
Le sucedió su hijo mayor Túpac Yupanqui, habido con la coya Anahuarque, su hermana.
Pachacutec: el más importante de los reyes incas y de más proyección social, es también el más cercano a su pueblo.
Juventud Rebelde, 30 – 08 – 72
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