Hugo De Marinis
La columna de Ernesto Tenembaum en Veintitrés del jueves 7 de febrero interpreta que existe una forma de relacionarse entre referentes importantes del arco político nacional en que prima el abuso de lenguaje. Se esfuerza en intentar repartir equidistantes responsabilidades a oficialismo y oposición, e ilustra con ejemplos, de los cuales selecciono un par: Del Sel insultó a Cristina, pero León Gieco opinó pobremente sobre la gestión de Macri. “Una piedra en el zapato”, “un desastre”, “lo peor que le podría haber pasado a la ciudad” estarían en un pie de igualdad con la ristra de epítetos soeces con que se solazó el cómico santafesino al referirse a la primera mandataria. Otro: que le pidieran que se retire (o se expulsara) de un bar a Nelson Castro resultaría similar de reprobable a la patoteada verbal a Kicillof en el buquebús – que no pasó a mayores gracias al personal de la nave – cuando el viceministro de economía regresaba de unas vacaciones en Uruguay junto a su familia. En cualquier sociedad que se proclame democrática, tolerante, madura, nada de esto debiera ocurrir. Tampoco los demás casos que Tenembaum cita en su artículo (Cristina-Darín-Luppi; Lanata-alguien que pegó carteles contra “el periodista más popular del país”, difícil de identificar por su anonimato, aunque de modo irreflexivo se alega que fue el gobierno). Sin embargo, hay escalas: existen diferencias en tonalidad y niveles de embestidas. Unos son más intolerantes y feroces que otros y el crítico articulista – quien hace un llamado en la nota a medirse en los intercambios – plancha e iguala. Como si este revuelo lo causaran los insultos y no el leve intento – tal vez insuficiente, poco idóneo o ecuánime – de alterar un paradigma, pero mínimamente, uno que moja la oreja a cierta derecha vernácula, esa matona, ventajera acostumbrada a imponer sus pareceres a la fuerza. La que nunca se privó de ningún medio – fraude, violencia, horror – para destruir a quienes osaran cuestionarla y así proteger sus privilegios.
1 comentario :
La frase "plancha e iguala" me parece interesante para tomarla como categoría de clasificación en esa escala de valores aún no definida del todo, pero en la que están el "ningundeo", la "desaparición forzosa", la "transa", el "alineamiento", etc.
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