domingo, 17 de febrero de 2013

La complicada búsqueda de políticas que expresen unidad nacional

Emilio Marín

La polémica en torno al con Irán testimonia lo dificultoso que es armonizar políticas de unidad nacional. Intereses foráneos y aliados de estos en lo interno hacen que esa búsqueda sea extremadamente ardua.

Ya Israel por medio de su cancillería y los dirigentes de AMIA y DAIA lo habían dejado claro el martes 12: había que rechazar enérgicamente el buen firmado por Argentina con Irán. En esa cruzada tan poco argentina y sobre todo tan reacia a buscar justicia en la causa del atentado a la AMIA jugaron un rol de avanzada, más que de acompañamiento, el monopolio Clarín, La Nación y Perfil .

Ese espectro político sostenía que el Acta estaba redactada a pedir de los iraníes, que el país había resignado soberanía a cambio de un barril de petróleo - como chicanearon los más provocadores - y que lejos de acercar la justicia, el acuerdo bilateral supondría un tercer atentado terrorista en el país.

Como toda buena mentira necesita alguna pizca de verdad para engañar a más incautos, esa artillería ideológica del sionismo se aderezó con críticas al gobierno persa que niega - en rigor minimiza el Holocausto - y con alusiones a que en casi 19 años nunca tuvo voluntad de allanarse a la justicia argentina.

Lo más grave, a juicio del cronista, fue la afirmación de Guillermo Borger sobre la inminencia del tercer atentado, como si esa posibilidad, casi una certeza, fuera posible imputarla a la firma del Memorandum. Después vinieron las "explicaciones" de quien fuera criticado por la presidenta de la nación. Los políticos suelen decir que fueron citados fuera de contexto, cuando meten la pata. Borger, que es político, fue aún más necio, explicando que la suya fue casi una licencia poética. Aún la muerte puede inspirar bellas composiciones, pero lo del capitoste de la AMIA fue catastrófico y también mediocre.
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La otra falsificación muy grosera corrió por cuenta de Joaquín Morales Solá en su columna del miércoles 13 en Gaceta Ganadera (léase La Nación ). Allí sostuvo: "es probable que ocurra lo mismo con el resto de los iraníes acusados de haber participado del peor atentado que sufrió el pueblo judío desde el Holocausto". En realidad, el atentado terrorista de 1994 fue contra el pueblo y la nación argentina, con 85 muertos, de los cuales todos eran ciudadanos de este país, a excepción de 6 bolivianos, 2 polacos y un chileno.

Presentar ese hecho como cometido contra "el pueblo judío", además de erróneo, sirve a la estrategia de Israel de entrometerse groseramente en los asuntos internos. Y para bajarle línea al palacio San Martín de lo que puede y lo que no puede decir, firmar y hacer.

Si en política internacional fue muy funesto el mantener "relaciones carnales" con el imperio en los ´80 y ´90, se puede anticipar que quedar atrapado en la política del kibutz pondría a Argentina como cómplice del genocidio que comete Israel contra los palestinos, en particular los que habitan Gaza.

Se vota el 27
Como Héctor Timerman iba el miércoles 13 al senado, el día antes el "Frente del Rechazo" (cancillería israelí, el Consejo judío mundial y el comunicado de AMIA y DAIA), disparó contra el Memorándum.

En esa reunión con las comisiones de relaciones exteriores, justicia y asuntos constitucionales, el canciller expuso las bondades y límites del acta, escuchó intervenciones muy provocadoras y las contestó a lo largo de seis horas.

Además de los senadores de la oposición, donde se destacaron las chicanas de los radicales Ernesto Sanz y Gerardo Morales, hablaron Borger, Julio Schlosser (DAIA) y familiares de víctimas de diferentes agrupaciones (Memoria Activa, Familiares y Amigos, Apemia, etc). Incluso quienes no figuraban entre los invitados, como Laura Ginsberg, pudieron decir lo suyo, en tono híper crítico a lo suscripto con Teherán, a lo que llamó "punto final" en la causa AMIA.

Los reproches opositores y del sector minoritario de familiares incurrieron en una contradicción elemental. Por un lado afirmaban que el documento de 9 puntos es absolutamente funcional a Irán, para proteger a los cinco imputados suyos que deberían ser interrogados por el juez Rodolfo Canicoba Corral. Y por el otro, aseguraban que Teherán no permitirá que sus dirigentes sean interrogados.

¿En qué quedamos? ¿Si el acta fuera tan favorable a Mahmud Ahmadinejdad, por qué este la vetaría en cuanto a la comparecencia de sus imputados? En particular la polémica existió alrededor de la declaración o no de Ahmad Vahidi, uno de los sospechados y actual ministro de defensa.

Timerman puso en aprietos a Sanz, al endilgarle que creía más en el vocero de la cancillería iraní que en el canciller Ali Abkar Salehi, quien corrigió a aquél y aseguró que Irán cumplirá lo firmado. Y en el punto 5 del Acta se plantea que los cinco imputados con tarjeta roja de interpol serán interrogados en teherán por la justicia argentina, con presencia de la justicia local y la comisión de la verdad, neutral.

En esta polémica no se puede ser neutral como esa Comisión de expertos. Argentina es una de las partes y debe defender sus intereses nacionales, por haber sido el blanco del atentado. Esto no supone condenar de antemano a los iraníes, sin juicio previo o, que sería casi lo mismo, con las dudosas pruebas colectadas por el ex juez Juan J. Galeano y refritadas por el fiscal Alberto Nisman en 2006 según la misma receta del Mossad.

El país quiere destrabar una causa absolutamente parada desde ese año y en tal sentido debería aprobar el Memorándum y luego, con un frente unido, bregar por su cumplimiento. De las audiencias en Teherán podría advertirse cuán pobres son los elementos probatorios de Nisman y probablemente este sea el motivo - la endeblez de la acusación - por el que Israel y sus apéndices comunitarios y judiciales se resisten a la peregrinación a Teherán.

El jueves se votará en el Senado y el 27 de febrero el acta se convertiría en ley en diputados. Luego vendrá lo más complicado de todo acuerdo internacional, no solo del firmado con Irán: llevar un texto a la realidad.

Con mayorías, no con todos
Entre los detractores de lo firmado con el país de mayoría chiíta se contaron quienes militan en la oposición a lo que proponga o haga Cristina Fernández. En este caso se verán en figurillas para acusar de todo a la mandataria, porque ella viene cumpliendo su palabra de debatir la propuesta en el congreso, con diálogo con los familiares de la AMIA y dejando luego que la justicia cumpla su cometido.

De todos modos, ya se sabe que aquí todo "es culpa de la yegua", como cierran sus diálogos los humoristas cordobeses de "Telma y Nancy" que ahora tienen aire en el programa de Víctor Hugo y en la Radio Pública.

La variopinta oposición, desde la delirante Elisa Carrió hasta el más moderado Hermes Binner, pasando por el fundamentalista de mercado Mauricio Macri, los radicales ya mencionados y el peronismo federal, han jurado ante la embajadora de Israel Dorit Shavit que darán la vida antes que votar por el Memorándum.

El menos indicado para cuestionar esa pieza es Macri, pues - como se recordó en notas anteriores - nombró al comisario Jorge "Fino" Palacios como jefe de la metropolitana a pesar de estar procesado en la causa AMIA como cómplice de encubrimiento.

Para el jefe de gobierno porteño el Memorándum es "una mancha negra en la historia del país", pero no lo es la actuación de Carlos Menem en la obstrucción de justicia en los primeros años pos atentado. El hombre de Anillaco fue "un gran constructor", según elogiaba el entonces presidente de Boca.

Hoy, más que reprocharle al jefe del PRO sus pasadas relaciones con el menemismo, habría que facturarle el rol negativo suyo y de varios de dirigentes, abroquelados en la negativa a que la causa AMIA avance. En esa jugada política hay varios personajes de la AMIA y DAIA afiliados al macrismo, y en particular el legislador Sergio Bergman.

Ese rabino escribió una columna en La Nación , el viernes 15, titulada "El nuevo canciller", reclamando la renuncia del actual. Y entre otros erróneos conceptos planteó: "hasta que asuma un nuevo canciller, será necesario reconocer con plena conciencia el hecho de que se le dio la espalda a la soberanía argentina, a la condición judía, a la memoria de la Shoá y a la solidaridad con el estado de Israel".

De todas esas acusaciones, la única cierta es que el avance hacia la justicia con el supone un apartamiento de las políticas sionistas de Israel. En todo lo demás es una diatriba, pues se mantiene la soberanía nacional, se respeta a los intereses de la comunidad judía y la memoria del Holocausto.

El reclamo de Bergman de "solidaridad con Israel" ilustra el estado de confusión que padece la parte más sionista de la respetable y minoritaria colectividad judía en nuestro país. A esa fracción le falta sentimiento de unidad nacional y siente que ante todo es ciudadano israelí.

Por eso está bien buscar esa unidad, pero hay que ser conscientes que no será posible con todos. El imperio, las multis, la Sociedad Rural, Israel, Clarín y otros aliados políticos defienden intereses en pugna con el patriotismo.

Como se dijo antes en esta columna: los sionistas creen que el Once y hasta Buenos Aires son barrios de Tel Aviv. Y no es así. Hasta "Villa Créspele" es Argentina.

La Arena, 17 – 02 – 13

La Quinta Pata

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