domingo, 16 de junio de 2013

¿Cómo lo que hago hoy se arraiga en mi historia de vida?

Rolando Lazarte

Estos días que he pasado en Lagoa Seca, participando del curso de Cuidando del Cuidador en el Centro Marista de Eventos, he tenido la oportunidad de participar de algunas de las sesiones de estudio y reflexión. Rescate del niño interior. Niño amado y niño herido. Lejos de crearse nuevas clasificaciones o estereotipos, se redescubren las propias realidades de las personas, tan distintas de lo que muchas veces aprendieron a creer sobre ellas mismas.

Tal vez sea esto lo que más valorizo en estos encuentros de personas que quieren profundizar en el cuidado de sí mismas tanto como de las personas bajo sus cuidados. Se pierde la sensación de extrañeza, de ser alguien desarraigado, alguien perdido en el tiempo y en el espacio. Al escuchar las historias de vida de las personas participantes, reencuentro mi propia historia de vida, en medio de una colectividad de personas que quieren saber más sobre sí mismas, que quieren aprender a amarse más, a dejar de vivir como víctimas o como burros de carga o robots.

¿Cómo lo que hago hoy se inserta en mi historia de vida? La carencia que genera competencia. Los traumas y sufrimientos potencializan las fuerzas restauradoras de la persona. No es por casualidad que, después de la sesión de ayer, escribí un texto sobre una historia que nos tocó vivir a los argentinos a partir del golpe de estado de 1976. Haber recibido dentro del grupo, el impulso para escribir aquél texto, me liberó de dolores que siempre están demandando una nueva visita, una visita más amorosa y comprensiva, porque se inserta en medio de historias de personas que están en busca de sí mismas, de una vida más amorosa y consciente, más plena y feliz.

Pero las lecciones siguen llegando. Esta mañana, en la sala de reuniones, veía a las personas adelante mío. Un tipo pasando, unas pibas cerca. Gente de varias edades. Me di cuenta entonces, con alivio, que en ese ambiente, en ese espacio, no había ninguna amenaza. No había posibilidad de muerte, de ataque imprevisto. Esto me tranquilizó. La vida adquirió un valor inconmensurable.
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En este mismo lugar de Lagoa Seca, el año pasado, se formó el primer contingente de jóvenes terapeutas comunitarios de Paraíba. Al mirar el piso de mosaico con dibujos que recordaban los de mi casa en Mendoza, donde viví cuando era niño, no pude dejar de sentir de vuelta ese tiempo feliz. Me di cuenta de que casi todo el tiempo que viví en la Argentina fue bajo regímenes dictatoriales. Como estudiante participé de la resistencia a la dictadura de 1966-1973, desde mis 13 hasta mis 20 años. Un tiempo también de utopía, de construcción.

Hoy, veo en estas actividades de Cuidando del cuidador y de la Terapia comunitaria integrativa, la continuación de los ideales educativos y libertarios de Paulo Freire: profesionales que se dedican a capacitar a las personas de base de la sociedad, para que tengan una vida mejor. Entonces veo que mi ayer y mi hoy, ese ayer en que participé de movilizaciones por la justicia y por la libertad, y en la construcción de una universidad abierta al pueblo, y este hoy de acompañar estos trabajos de empoderamiento de personas y comunidades, son una continuidad.

La Quinta Pata

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