domingo, 17 de noviembre de 2013

Continuidad literaria

Rolando Lazarte

Creo haberlo dicho ya alguna vez, pero no importa, lo seguiré diciendo. A veces algún contratiempo nos pone de sobre aviso, acerca de algo en nosotros que tenemos que aprender a mejorar. Alguien nos dice algo desagradable, que nos ofende y nos lastima, y gracias a eso, se desata en uno un movimiento en busca de un nuevo equilibrio.

Primero, la reacción: ¡por qué me dijo eso a mí, que no tengo nada que ver! Te rompo la cara, jetón pantera. Después, el movimiento contrario, hacia adentro, a ver qué es lo que eso que me lastimó, me está queriendo mostrar. Hoy, después de muchas cavilaciones a respecto de un comentario desagradable escuchado en mi último viaje a Cajazeiras, pude ver algo de claridad. Un prejuicio de mi parte, aún a ser trabajado.

No puedo dejar que cualquier cosa me tire abajo. No puedo tomarme todas las cosas personalmente, subiendo si me elogian y cayendo si me desprecian, o si me siento despreciado. Ayer leía el libro de Nataniel Branden, Auto-estima: como aprender a gostar de si mesmo. El capítulo sobre la incorporación del yo joven.

Anoche leía Angústia, de Graciliano Ramos. En un parágrafo, el autor dice que tiene más que ver con personajes literarios que con las personas con las cuales se encuentra. De otra forma, es lo que dice Julio Cortázar en “Del sentimento de no estar totalmente”, en La vuelta al día en 80 mundos.

Yo también he tenido esta sensación otras veces. Hoy me vino una alegría bárbara, cuando me di cuenta de que alguien que no nos toma en serio, puede estar haciéndonos un favor muy grande, aunque parezca lo contrario. Podemos volver más radicalmente a nuestro ser interior más pleno, gracias a algunas palabras que nos hicieron daño.

La Quinta Pata

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