domingo, 2 de febrero de 2014

De la docta a la crasa ignorancia

Alfredo Saavedra

Cuando en una suprema manifestación de humildad, Sócrates pronunció la célebre declaración de “Sólo sé que no sé nada” el filósofo menor, el escéptico Arcesilao comentó: “Yo ni tan siquiera eso sé”, en lo que daría suma al carácter cabal de esos sabios, honestos ante el desconocimiento en su conjunto de la fascinante y fantástica realidad que los rodeaba, llena de intrigantes enigmas que ocuparían su tiempo para un escrutinio que a través de la historia se prolongaría a lo largo de los siglos.

Los filósofos de la antigüedad tuvieron entre sus preocupaciones prioritarias el examen del conocimiento, que en la discusión era un tópico de importante análisis. De ahí que no es extraño que un sabio como Sócrates hiciera una declaración tan desconcertante, a partir de que su sabiduría aunque reflejaba un dominio del pensamiento en ese momento, también reconocía la imposibilidad de abarcar los alcances del conocimiento en su totalidad. De esa forma puede situarse a Sócrates, y los discípulos seguidores de sus enseñanzas, en la categoría de la Docta Ignorancia, postulada por San Agustín -según la historia de la filosofía- en definición que aunque asociada al misticismo por su interpretación durante el medioevo, prevalecería con su significación ortodoxa en el reconocimiento de que los límites de la sabiduría conducen a “saber que no se puede saber todo”.

Emmanuel Kant propuso la división de la ignorancia en objetiva y subjetiva, siendo objetiva la ignorancia en general, consistente en el conocimiento racional, y la subjetiva, que es docta o científica, que corresponde al que reconoce los límites del conocimiento o sea del “solo sé que no sé nada’. Para ponerlo más simple en los términos del mismo Kant: la ignorancia es disculpable en las cosas en que el conocimiento sobrepasa el horizonte común y es culpable en las cosas en que el saber es necesario y alcanzable.

Esto último es aplicable en la modernidad cuando con el desarrollo de la civilización, no se justifica que individuos con protagonismo en la sociedad, ya sea como dirigentes o como actores con responsabilidad en los procesos políticos o de progreso social, caigan en la categoría de la ignorancia objetiva o material, con el supuesto que por su carácter de líderes o promotores de cultura están obligados a disponer de niveles aceptables de formación, para un adecuado desempeño en la sociedad.

Veamos ejemplos de Ignorancia Culpable o dicho en otros términos, de crasa ignorancia. El presidente Reagan, aunque ingenioso para contar “chistes” tal vez de un amplio repertorio aprendido en su oficio de actor de cine, en geografía era un ignorante de tomo y lomo pues cuando viajó por Latinoamérica confundió los nombres de las capitales visitadas y lo mismo en algún momento, tal vez por un ataque de amnesia temporal, se alarmó al ser informado por sus asesores de que estaba en crecimiento el problema de la subversión en “Central América”, y expresó que "no podía ser que en el mismo corazón de los Estados Unidos se tuviera tan peligrosa situación". De acuerdo con la tesis, prevaleciente en la cultura de ese país, de que el territorio estadounidense se denomina “América”, la lógica de Reagan tendría justificación.
El presidente Bush (hijo) también tuvo que acudir a sus asesores para el esclarecimiento de puntos geográficos cuando comprometió a su país en guerras, pero además sus pifias en otros tópicos fueron tan memorables que hasta existe un libro que con el nombre de “Bushismos” recoge en forma enciclopédica todos esos “bushismos” que más bien son burradas.

La señora Sara Palin, ex gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos, durante la campaña electoral que le dio el triunfo al presidente Obama, se hizo muy popular al exponerse ante el público como un hermoso ejemplar de idiotez por su deplorable papel ante la prensa, Y gran responsabilidad de esa desventura para la señora Palin, recayó sobre la bella e inteligente reportera de CBS, Katie Couric, quien en repetidas y sádicas entrevistas presentó a la compañera de fórmula del senador John McCain como modelo de ignorancia elevada a la tercera potencia.

Al presidente de México, Enrique Peña Nieto, sus detractores lo tienen por un perfecto ignorante pues siendo candidato a ese cargo no respondió a satisfacción preguntas de los reporteros sobre libros y autores, aparte de que, según videos en el You Tube, ha metido tantas veces la pata en diversidad de temas, que sus críticos se jactan de poseer la mejor antología de burradas del mundo. Pero ganó la presidencia y parece que los mejicanos están contentos, sobre todo las mejicanas, que se dice le dieron el triunfo, no por su precario talento sino por su pinta de galán de telenovela. Se recuerda que durante la campaña presidencial en una convención grupos de mujeres gritaban “Enrique bombón contigo hasta el colchón”. Por eso el periodista Carlos Mondragón, en una de sus columnas dijo que las elecciones en México las mujeres convirtieron el evento en un concurso de belleza. En todo caso habrá que recordar el sabio refrán que dice: “Dios te dé suerte (y cara bonita) hijo, que el saber poco te importe”.

Pero a veces la ignorancia, aunque sea la excepción de la regla, parece rentable. Si no que lo diga la señora Cecilia Giménez, que de anónima abuelita en la ciudad de Borja, España, saltó a la fama mundial luego de cometer el desastre, y sacrilegio, de convertir en un monigote la deteriorada pero legible imagen de Jesús, de una iglesia de esa localidad, al atribuirse papel de restauradora sin tener esa capacidad. Pero he ahí que el cuadro de Jesús, titulado en su original estado como Ecce Homo y bautizado por los críticos después del desastre como “Ecce Mono”, se convirtió en una novedad de atracción turística que lleva visitantes de todas partes a ese lugar, y que en un año ha dejado a la iglesia una recaudación por más de 65 mil dólares en concepto de admisión para “admirar” el famoso cuadro. Ingresos de los cuales la señora Giménez reclama ahora dividendos, que por un 49 por ciento se ha acordado cederle, según contrato fiscalizado por el cabildo local. Jesús le perdonó y recompensó su ignorancia a doña Cecilia.

Otras ilustres muestras de ignorancia culpable en celebridades, según divulgación de la revista People en español: La curvilínea Pamela Anderson, con ínfulas de saberlo todo dijo: “No es la contaminación lo que está dañando el ambiente. Son las impurezas que hay en nuestro aire y en nuestra agua las que lo están haciendo”. Jennifer López, al explicar su detención junto al rapero Sean John Combs, más conocido como Puff Daddy, por entonces ambos en una relación sentimental, dijo: “No he cometido ningún delito, lo que hice fue no cumplir con la ley”. La popular y muy bonita pero al parecer tontita Christina Aguilera, preguntó en una reunión: “Entonces, ¿dónde se realizará este año el Festival de Cine de Cannes?”. Otra genialidad: Brooke Shields dijo en una entrevista durante una campaña contra el tabaco: “El fumar mata y si te mueres has perdido una parte muy importante de tu vida”. Aunque de diferente fuente, otra joya atribuida a la graciosa Shakira: “Voy a viajar a Roma, porque es la tierra donde nació nuestro Señor Jesucristo.” (?)

Vistas esas imperdonables pero, para bien de la amenidad en la rutina diaria, pintorescas muestras de ignorancia culpable en los que ostentan poder o fama, las siguientes reflexiones aunque no les atañen, dejan un buen margen para pensar que esos personajes en términos médicos son casos de verdadero pronóstico reservado.

Se puede considerar de manera general que la ignorancia común es consecuencia no solo por falta de oportunidad, sino por carencia de voluntad, en colectivos afectados por el comportamiento de un proceso cultural con una concepción muy personalista del suceso educativo. Por consiguiente, la contribución al mejoramiento del conocimiento tiene un desempeño importante para una distribución del saber de manera compartida. Esa contribución debe materializar con su práctica en el círculo familiar, en el entorno de las amistades o de las relaciones de estudio y de trabajo.

Habrá también que acogerse a la tolerancia cuando en el ejercicio del “desembrutecimiento” del sujeto ignorante, se enfrente ante su tozudez y resistencia, comportamiento frecuente en los necios y que es en resumen otra prolongación de la ignorancia, o como lo dijo Bertrand Rusell: “El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo, y los inteligentes están llenos de dudas”.

La Quinta Pata

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