domingo, 8 de junio de 2014

Audiencia 22: Los gritos de la resistencia

En la fecha dieron sus testimonios Ricardo D’Amico y Graciela Leda, quienes aportaron datos sobre sus cautiverios en el D2 y Penitenciaría Provincial. Señalaron a distintos efectivos policiales y añadieron datos sobre el desempeño judicial, particularmente el rol inquisidor del Juez Miret.

El TOF N° 1 dio inicio a la audiencia con el testimonio de Ricardo D’Amico, a través de teleconferencia, desde la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba. La Fiscal, Patricia Santoni, abrió la declaración pidiéndole que explicara “su situación en agosto de 1975”. Detenido el 29 de agosto de ese año, por personas vestidas de civil, cuando ingresaba a un inmueble de Villa Nueva, fue encapuchado y trasladado a dependencias del D2, donde permaneció incomunicado mientras recibía golpizas y era interrogado sobre quiénes eran sus responsables.

D’Amico de 22 años, militaba en OCPO- Organización Comunista Poder Obrero- y fue detenido en una redada contra ese grupo político que hoy reúne la Causa Mochi. En el D2 coincidió con varios hombres y con Luz Faingold, Raquel Miranda y Susana Liggera. Indagado sobre posibles abusos sexuales, aclaró que había escuchado gritos de resistencia de las tres mujeres por los ataques sexuales a las que eran sometidas; luego se enteraría que realmente ocurrieron. Sus expresiones reafirmaron anteriores testimonios.

Después del D2 fue llevado, junto a sus compañeros/as, al Juzgado Federal que en ese momento se encontraba en calle Las Heras. Allí ingresaron uno por uno, esposados y sin vendas, para comparecer ante el Juez Miret y dos secretarios. Según el testigo, en ese momento, estaba atravesando una crisis depresiva, “lloraba mucho y tenía la actitud de un niño de 5 años”, estaba mal física y psíquicamente. Miret aprovechó para interrogarlo, amistosamente, sobre sus contactos “para sacarme más información que el D2 no me pudo sacar”, dijo. D’Amico se mostró reiteradamente molesto por el uso que hizo el juez Miret de su estado, debilidad y aturdimiento en la intención de sonsacarle datos, aunque no lo consiguió. Asimismo, aclaró que nunca le fue ofrecido un abogado defensor.

En septiembre del ’75, D’Amico fue trasladado en grupo a la Penitenciaría. En ese lugar, después del Golpe del ’76, recordó a Linares, como alguien que observaba todo; además el guardiacárcel se encargó de llevarlo hasta un lugar donde se hacían los interrogatorios acompañados de torturas; sin embargo no pudo precisar si Linares ingresó allí porque les vendaban los ojos. Indagado sobre si podía reconocer a otros penitenciarios, dijo recordar a Bonafede.

A pesar de que tenía una condena de 2 años, según le informó el Juez Petra, recuperó su libertad recién en noviembre de 1981, cuatro años después de cumplida la pena.

El testigo dijo haber vivido un ambiente de mucha agresividad en la cárcel y, además, afirmó: “no existió el sistema judicial para mí”.

“El D2 es la representación de lo que fue el horror en este país”

Así describió Graciela del Carmen Leda al CCD en el que estuvo detenida e incomunicada desde el 13 de mayo del ’76 hasta el 7 de julio de ese año, día en que fue trasladada a la Penitenciaría provincial y permaneció en el sitio hasta octubre del ’76. En ese mes fue llevada a Devoto, hasta 1980, para ser trasladada nuevamente a Mendoza por problemas de salud. Finalmente, recuperó su libertad en 1983.

Su testimonio es de importancia porque está relacionado con la desaparición de compañeros que llegaron al D2 en el mismo lapso de tiempo que ella estuvo cautiva en ese lugar. A pedido de la Fiscalía, recordó sucesivos hitos en el tiempo. Unos 10 a 15 días después de su detención, fue sacado un hombre en una camilla después de escucharlo agonizante hasta que se apagó; por la fecha presume que se trata de Edesio Villegas. A principios de junio, en oportunidad que le sacaron la venda para repartir la comida, accedió a una celda donde, en un rincón, encontró una persona muy maltrecha que, por las características físicas, sería Ricardo Sánchez Coronel. El tercer hito fue un cuerpo arrojado en el pasillo: “Pensé que era Jorge Vargas”, sentenció. Aunque, especuló, podría tratarse de Aníbal Torres o de Alicia Raboy, ya que recuerda que ese mismo día le pidieron ropa para niños, y en los operativos en los que secuestraron a Raboy y a Vargas, fueron retenidas sus hijitas.

Por otro lado, Leda fue precisa en el reconocimiento de miembros del D2. Identificó a Marcelo Moroy, Julio Lapaz, Rubén Gonzalez y al fallecido Bustos Medina. El querellante, Dr. Varela, le preguntó si podía reconocerlos entre los imputados presentes en la sala. Se puso de pie, observó, diferenció a Lapaz por la indumentaria; luego afirmó: -González no está-. Tal cual, así era. Explicó que sobre los mencionados no tenía dudas, “durante los 50 días que estuve en el D2 los vi a ellos”, porque eran quienes trasladaban a los/as detenidos/as al Consejo de Guerra a cara descubierta. Aportó los seudónimos que utilizaban para encubrirse: “Caballo Loco”, “Padrino”, “Carlos”, etc., y recordó que quien la torturaba era “El Porteño”.

Antes de terminar la audiencia, Graciela, mirando al estrado de los acusados, dijo: “ellos estuvieron en los secuestros y torturas” y agregó, “pueden decir dónde están los compañeros desaparecidos”.

La próxima audiencia tendrá lugar el lunes 9 de junio a las 9.30hs, con las declaraciones de Nélida Correa Llano y de Fernando Rule.

Fuente: http://juiciosmendoza.wordpress.com/

La Quinta Pata

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