domingo, 31 de agosto de 2014

Audiencia 36: El plan para aniquilar el cuerpo y la moral

Durante la jornada se continuó con la causa del Liceo Militar “General Espejo” a través del testimonio de Carlos A. Venier (hijo). Además, dos ex detenidos, Francisco H. Robledo y Alicia Peña declararon por los delitos cometidos contra ellos en el D2 y la Penitenciaría de Mendoza.
El “abogado de revolucionarios”

Carlos Alberto Venier declaró por la causa que tiene a su padre (fallecido) como víctima. Relató que Carlos Venier (p) era abogado especializado en derecho laboral, apoderado del Partido Comunista y presidente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Tuvo una consistente actuación en la defensa legal de perseguidos políticos durante las sucesivas dictaduras y épocas de represión de nuestro país. Venier recordó que su padre había sido detenido antes del ’76, en el ’68 durante la dictadura de Onganía, en la que se le imputó “desacato al presidente”. Además, en el ’75 el CAM -Comando Anticomunista de Mendoza- le había puesto una bomba en el estudio jurídico. A raíz de las continuas amenazas, el Partido Comunista dispuso una guardia en la puerta de su casa. “Todo ese año estuvimos fuera de casa”, recuerda.

El 26 de marzo de 1976, cuando Venier (p) tenía 47 años, fue detenido por un grupo de uniformados del Ejército en su Estudio jurídico de calle Colón 683, y trasladado al Liceo Militar “General Espejo”. En esa época el Capitán González Biescas estaba a cargo del grupo de detenidos en ese CCD -Centro Clandestino de detención- . Días después de la detención, una patrulla policial en la que también había uniformados del Ejército, realizó una requisa en su casa.
En el Liceo estuvo hasta el 27 de mayo del ’76, cuando fue transferido a la Compañía 8ª de Comunicaciones hasta el 31 de Mayo, día en que Tamer Yapur lo citó en su despacho para pedirle disculpas por la detención. Las mismas no fueron aceptadas por el abogado, siendo liberado ese mismo día.

Carlos A. Venier (p), al que le imputaba ser “abogado de revolucionarios”, era según su hijo un abogado militante, para el que la defensa de los perseguidos políticos en procesos represivos era un objetivo necesario.

“Yo atravesé las puertas del horror”

Francisco Hipólito Robledo militaba en el Frente Armado Peronista, y vivía en la clandestinidad cuando fue detenido el 20 de abril de 1976. Regresaba de Cacheuta para buscar ropa para irse del país, cuando fue detenido y trasladado al Comando Militar de calle 9 de Julio. Allí fue sometido a una sesión de interrogatorio que incluyó constantes golpes, principalmente en los oídos, mientras era inquirido por la ubicación de las armas y el paradero de sus compañeros.

Antes de ser trasladado al D2, fue llevado con vendas en los ojos a un lugar que no logró reconocer, sufriendo un simulacro de fusilamiento. En el D2 fue sometido a reiteradas torturas durante el día y a “sesiones de picana” por la noche, en ocasiones junto con Alicia Peña, en busca de precisiones en relación a los integrantes de la organización y la localización de las armas. Puntualizó los ataques sexuales practicados contra varias de sus compañeras de detención, e indicó que a raíz de la práctica de “el teléfono”, tortura consistente en fuertes y repetidos golpes en los oídos, debió ser revisado por un médico otorrinolaringólogo. El profesional actuante fue reconocido como el Dr. Stipech, del Hospital Diego Paroissien de Maipú, establecimiento sanitario en el que Robledo había trabajado.

Robledo contó que sus familiares desconocían su paradero, hecho que se mantuvo hasta su ingreso a la Penitenciaría provincial. Señaló como agentes penitenciarios a Bonafede, Bianchi, Barrios, Linares y Aguilar, y como Director y Vicedirector a José Naman García y Rubén Darío González. Agregó que Tagarelli, Neiroti, Marmolejo, Rule, Cangemi, Ocaña y Rabanal fueron llevados en distintos momentos a otras salas, donde fueron interrogados y torturados.

En noviembre del ’76 fue trasladado a La Plata. A fines del ’77 fue traído de regreso al Penal de Mendoza junto a Chávez, Rizzi, Cuello y Peña, “en calidad de rehenes” devueltos a su ciudad de origen ante la inminencia del Mundial. En el ’78 es transferido nuevamente a La Plata, a la celda contigua a los calabozos de castigo, desde la que recuerda haber escuchado cómo torturaron a Marcos Ibáñez hasta su fallecimiento. Durante su estancia en La Plata, Robledo debió pasar un tiempo alojado en el Hospital Borda debido a su estado psíquico, causado por aquellos años de encierro y sufrimiento.

Respecto de su proceso judicial, Robledo relató que fue sometido a un Consejo de guerra en el que se declaró incompetente, pasando las actuaciones a la Justicia Federal. En una oportunidad pudo declarar frente al juez Guzzo denunciando apremios ilegales y todos los vejámenes presenciados y sufridos, sin obtener ningún respuesta. Al conocer por escrito que su defensor asignado era el Dr. Petra Recabarren, Robledo le reclamó por la falta de esclarecimiento de su situación legal.

El fiscal Vega exhibió las fojas 217, 275, 289, 353, 360 y 377 en las que queda constancia de las notas enviadas por el declarante a la Justicia Federal, en las que reclama por el estado de su causa. En 1979 recibió un sobre con el sobreseimiento provisorio, el que no se hizo efectivo. continuando detenido hasta finales del ’81 cuando obtuvo la libertad vigilada hasta principios del ’82.



“El objetivo es aniquilarlas física y moralmente”

En 1976 Alicia Graciela Peña era maestra, tenía 20 años y cursaba el 3er. año de Letras en la UNC, donde militaba en la JUP. También era catequista de la Parroquia de San José y delegada de la escuela en la que trabajaba ante el SUTE.

Relató su detención ocurrida el 01 de Abril de 1976, cuando cerca de la medianoche un grupo de veinte personas, entre policías, militares y civiles armados, irrumpieron en su domicilio en el que también se encontraban sus padres y dos hermanos. La trasladaron en una camioneta con los ojos tapados y las manos atadas, hasta que llegaron a un edificio donde un individuo, luego de decirle “a vos te conozco de la facultad”, le propinó un golpe de puño.

Allí comenzó el calvario de las sucesivas torturas sufridas durante los 22 días que permaneció en esas dependencias, que luego supo era el D2. Golpes, aplicaciones de corriente eléctrica, además de una violación, entre otros, fueron los tormentos que la Sra. Peña relató conmocionada al recordar esas experiencias horrorosas, que calificó de “dantescas”. Por los castigos físicos recibidos, y las heridas en sus piernas, Alicia Peña quedó casi imposibilitada de caminar.

Pudo contactarse con otras personas detenidas en ese lugar, recordando a R. Piola, R. Puebla, A. Scafati, F. Robledo, J.V. Nardi, N. Neirotii, de quienes recibió palabras de ánimo y de interés por su estado.

El 22 de Abril, fue trasladada a la penitenciaría provincial. De allí, mencionó a otras compañeras de cautiverio: R. Miranda, A. Tortajada, T. Llorens, F. Santamaría, A. Espínola, A. Vacovich, E. Ferrón, I. Larrieu, S. Ontiveros, O. Zárate, N. Zárate, H. Fernández, S. Swarzman, G. Leda, S. Liggera, L. Botella, S. Mirto, C. Abrales, A. Velez, L. Rodríguez, varias de ellas con sus niños pequeños. También recordó que recibió una visita de sus padres a quienes encontró “llenos de canas”, y preocupados porque ella tenía muchas dificultades para caminar. Sobre las condiciones en el penal de Mendoza evocó el sentimiento de incertidumbre reinante entre requisas y amenazas constantes.

En Setiembre de 1976 fue trasladada al penal de Devoto hasta fines de 1977, momento en que fue transferida nuevamente a Mendoza. En marzo de 1979 por primera vez fue conducida ante un Secretario de la Justicia Federal. En el viejo edificio de la calle Las Heras declaró todo lo sucedido desde su secuestro, incluyendo el abuso sexual sufrido. Luego de esto volvió a la cárcel de Devoto donde a fines de 1979 se presentaron el Juez Garguir con el Juez Petra, quienes le informaron que la iban a sobreseer y que éste último era su defensor. A pesar de esa noticia Alicia Peña siguió encarcelada, sufriendo junto a sus compañeras de cautiverio requisas violentas, permanentes y vejatorias, encierros en calabozo, e incomunicación por cualquier motivo. “El objetivo es aniquilarlas física y moralmente” les gritó a todo el grupo de detenidas el Jefe de Seguridad Interna, encaramado a una mesada del pasillo de celdas.

Finalmente y luego de la abundancia de trámites llevados a cabo por sus padres, Alicia Peña salió el 18 de Noviembre de 1981 bajo el régimen de libertad vigilada, hasta el 7 de Junio de 1982.
Ya en 1976 había sido expulsada de la Facultad, medida que su madre, profesora en la Facultad de Antropología, también sufrió en 1977.

La testigo concluyó su declaración expresando que las primeras instancias de estos juicios le dejaron un sabor amargo, ya que cuando declaró en la instrucción del año 2006 el secretario Fonseca interrogó a su madre sobre la identidad del violador, y además cambió la marca de reconocimiento que ella hizo en una foto. Hizo la denuncia de estos hechos en 2010, pero le solicitaron que la cambiara. Alicia Peña se negó y luego supo que la misma fue destruida. Añadió que, sin embargo, ahora tiene confianza en que la justicia “se ponga de pie y marque una diferencia”.

En otro momento de la audiencia, el Dr. Pablo Salinas presentó un escrito por el MEDH, para solicitar al Sr. Franco Picardi –máxima autoridad del Servicio Penitenciario Federal- que informe al Tribunal sobre los establecimientos penales que estén preparados para alojar y tratar médicamente a los imputados Gutiérrez, López y Romano, de los que se presentaron informes médicos en la audiencia de ayer. Asimismo solicitó se adjunten dichos informes de los médicos forenses. El Tribunal va a contestar próximamente.

Las audiencias continuarán el próximo martes 2 de Setiembre, con los testimonios de Alberto Scafati, Hermes Ocaña, María T. Carrer, Alberto Peña y Eugenio Paris.

Fuente: http://juiciosmendoza.wordpress.com/

La Quinta Pata