domingo, 3 de agosto de 2014

El poder libertador de la pregunta

Rolando Lazarte

Una pregunta abre un espacio. En la medida de que voy admitiendo más que no sé algunas cosas, puedo ir liberando espacio dentro de mí. Últimamente, he tenido la experiencia de verificar cuánto espacio interior se puede ir recuperando, al admitir algunas preguntas esenciales en mi vida.

Varias de ellas, originadas en la Terapia Comunitaria Integrativa creada por Adalberto Barreto. ¿Quién sos vos, vos sos quien sos, o quien los demás quieren que vos seas? ¿De donde viene tu fuerza? ¿Vos solamente has sufrido, o has crecido con tu sufrimiento?

Varias de estas preguntas son formuladas en encuentros de terapeutas comunitarios, otras, en vivencias de los cursos de Cuidando del cuidador. En todos los casos, lo que compruebo, es que importa más el espacio que la pregunta abre en la persona, que las eventuales respuestas que la persona pueda dar, o de hecho de.

No es que no importen las respuestas; importan, sí, pero importa más el espacio que la pregunta abre. El espacio que la pregunta libera. Cuando uno tiene información sobre alguna cosa, cierra la puerta. Cuando hay una pregunta, o una duda, hay un espacio abierto.

En la medida en que yo pueda irme habituando a convivir más con las preguntas, más con la incerteza, más con el no saber, estaré más liviano, más apto para el caminar por la vida. Las preguntas van generando un espacio interior. Es como una mancha de aceite, como un movimiento interno que va desalojando prejuicios, va eliminando ideas falsas, saber ajeno internalizado.

Los bloqueos que ocupaban mi espacio interior, van desapareciendo, voy pudiendo fluir mejor en el mundo. No sé mucho sobre mí mismo, ni sobre la gente que me rodea, ni sobre el mundo o sobre Dios. Y este no saber, me abre a ese conocimiento sutil que la vida me va haciendo conocer. Es un saber tranquilo, que no ocupa lugar. No me hace prepotente ni me distancia de la gente, ni de mí mismo ni del mundo.

Me unifica sin que me de demasiada cuenta de ello. Me unifica conmigo mismo. Lo que antes estaba separado por la condena o por la culpa, es parte de lo que yo soy. Yo no soy solamente luz, nadie es solamente luz. Soy luz y sombra. Todos somos luz y sombra.

En la medida en que la semejanza entre lo que hay adentro y lo que hay afuera, se va mostrando más evidentemente, viene una especie de paz. Una especie de silencio. Y las preguntas, todas las preguntas, me van asemejando más a todo lo que me rodea, ese inmenso misterio irrespondibe, inexplicable.

La Quinta Pata

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