domingo, 7 de septiembre de 2014

Cuando el enemigo es el extranjero


“Vos que le echas la culpa a bolivianos y peruanos,
a los que cortan rutas o están sus tierras reclamando,
no seas tan tarado, el que te jode está a tu lado,
los diarios le dan tapa y la tele un buen horario.
Se sienta a cualquier mesa a negociar la sangre nueva”

(León Gieco – Ídolos de los quemados)

Ricardo Nasif*

Dos policías fuertemente armados en uno de los accesos a la terminal de Mendoza. Uno de ellos interrumpe el tránsito de dos hombres que salían caminando por el pasillo. El agente pide los documentos, las dos personas gentilmente exhiben sus DNI. El policía, evidentemente sorprendido frente a los documentos argentinos y luego de no encontrar nada sospechoso ni en sus humildes ropas ni en sus bolsos, les pregunta si tienen antecedentes, ambos responden que no, el guardián les informa que van a ser trasladados a una comisaría “por averiguación de antecedentes”.

Dos policías fuertemente armados, con chalecos antibalas, ristras de municiones alrededor de sus cuerpos y aerosoles de gas pimienta calzados en el uniforme. Llevan ahora sendas itakas en una mano y en la otra los brazos flacos sujetos de dos jóvenes que son subidos a una traffic, donde los esperan otros dos policías pertrechados para vaya saber qué guerra.

Por las características del procedimiento pareciera tratarse de la aprehensión de peligrosísimos delincuentes, podría pensarse en narcos, en asesinos seriales, en violadores, en grandes evasores de impuestos, en lavadores de dólares. Pues no, quienes observamos la escena nos inclinamos a deducir que en ésta, como en las cada vez más recurrentes detenciones callejeras en torno a la terminal, los principales antecedentes de los muchachos eran los rasgos físicos que revelaban sus ascendencias en algún pueblo originario boliviano, peruano, del norte argentino o chileno.

Todos los que estuvimos allí lo vimos, todos permanecimos impávidos, todos seguimos nuestra marcha hacia ocupaciones más urgentes. Se los detuvo por “bolitas”. Ya está naturalizado.

Una semana antes el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, había señalado públicamente a los “delincuentes extranjeros” como uno de los factores relevantes para entender la inseguridad y sugirió la deportación como un remedio legal.

Si bien el Ministerio de Seguridad de Mendoza no comparte la competencia ni la jurisdicción del Ministerio de Seguridad de la Nación, a juzgar por las aprehensiones recurrentes por portación de aspecto étnico o presunción de nacionalidad, los funcionarios de ambos estamentos compartirían los mismos prejuicios xenófobos.

Ya hemos señalado en este mismo portal (“Xenofobia: la invasión silenciosa” - http://la5tapatanet.blogspot.com.ar/2014/02/xenofobia-la-invasion-silenciosa.html) como miles de familias migrantes que vienen a nuestro país en busca de una esperanza son explotados y discriminados y como pervive un discurso social y mediático que legitima el odio racial. La situación se agrava cuando responsables de la seguridad agitan prejuicios que no hacen más que exacerbar la fragmentación social.

Mientras leía las declaraciones de Berni, inmediatamente se me vinieron a la memoria los argumentos que esgrimieron los conservadores a principios del siglo XX para justificar la expulsión del país de los que se consideraban inmigrantes indeseables.

Miguel Cané -además de escribir el simpático libro “Juvenilia”- fue el autor intelectual de la Ley de Residencia (1902) que permitió la deportación de la Argentina de los extranjeros acusado por la clase dominante de ser los responsables de los conflictos sociales.

Esa ley resultaba funcional al argumento de los “infiltrados” para negar las causas económicas y políticas reales del conflicto social y justificar la represión del movimiento obrero organizado.

“La temática del adentro y el afuera (inescindible de la temática de la invasión) es central para entender nuestro país”, dice José Pablo Feinmann, en un artículo publicado por Página/12, el 25 de enero de 2003 y agrega: “El territorio (que se había conquistado a sangre y fuego en el siglo XIX, derrotando al federalismo y aniquilando a indios y negros) requería ser poblado otra vez, industriosamente. Esa inmigración que la oligarquía agraria y exportadora trae a Buenos Aires vuelve a meterle el miedo en las entrañas. La chusma inmigratoria –la “chusma ultramarina”– llega y llega con malos modales. Hace huelgas, pone bombas, mata jefes de policía, es anarquista, ácrata, libertaria. Aquí, Cané (que habrá de redactar la xenófoba Ley de residencia) se alarma. Cuidado, dice. Algunos lograrán HACER DINERO y pretenderán, tropezando con los muebles, entrar en nuestros salones. Son “guarangos democráticos”, “fabricantes de suelas”. Buscarán sorprender a nuestras vírgenes. “¿Quieren placeres fáciles -escribe–, cómodos o peligrosos?” Podrán encontrarlos. “Pero honor y respeto a los restos puros de nuestro grupo patrio; cada día, los argentinos disminuimos. Salvemos nuestro predominio legítimo. (...) Cerremos el círculo y velemos sobre él”.

“El adentro requería del afuera
-sigue Feinmann- pero necesitaba mantenerlo lejos. (…) Los inmigrantes (requeridos por una política que había eliminado el mercado interno nacional, el país integrado, y sólo había construido una ciudad, no un país) inquietan a los sectores dirigentes. No hay que permitirles tomar la casa. Vienen a la casa a trabajar, no a ser sus dueños. Sus dueños serán siempre “los argentinos”, el “círculo íntimo” sobre el que hay que velar.”

Los manotazos de ahogados de la derecha siempre incluyen un discurso de estigmatización de los más vulnerables, de la otredad amenazante tras las fronteras. Los inmigrantes pobres suelen ser un blanco predilecto. El extranjero es el enemigo. Basta ver el crecimiento de la militancia xenófoba europea que pretende encontrar en los trabajadores latinoamericanos, asiáticos y africanos el chivo expiatorio, las causas de todos sus males, para entender cómo funciona la cantinela fascista.

Resulta lamentable que la justificación de los peores prejuicios sobre nuestros hermanos bolivianos, paraguayos y peruanos siga teniendo adherentes tan encendidos en nuestro país. Preocupa en la boca de un Pro, de un FAUNEN, de un ganso; indigna sobremanera en el lenguaje de funcionarios de un gobierno –nuestro gobierno- que ha hecho de la defensa de los derechos humanos y de la unión de los pueblos de la América morena dos de sus principales banderas.

*Facebook del autor

La Quinta Pata