domingo, 7 de septiembre de 2014

La clase obrera va al paraíso ( -II- )

Ramón Ábalo

Atendiendo a la historia de las luchas de los trabajadores, el origen de su organización en la Argentina desde mediados del siglo XIX, señalábamos en la nota primera, que las luchas iniciales incluían fuertes connotaciones políticas-ideológicas con signos socialistas, anarquistas, del comunismo marxista e incluso del radicalismo del 900. Las luchas se daban en confrontaciones violentas contra la oligarquía pampeana, pero como respuesta a la súper explotación, al maltrato, la persecución y represión contra la militancia.

Tres veces -la última en 1906- el radicalismo intentó la toma del poder mediante la rebelión armada, harta ya del "fraude patriótico", como cínicamente lo definían y alentaban los descendientes de Martínez de Hoz, socios, lobistas y cipayos de la Sociedad Rural, los monopolios, la banca extranjera y la embajada yanqui. Queda claro que aquel momento del sindicalismo argentino, es también la expresión libertaria de la lucha de clases en pleno desarrollo en un país que si bien era el "granero del mundo", ello era consecuencia fundamental de la apropiación patronal de la plusvalía que dejaban millones de obreros del campo y de los centros urbanos en crecimiento.

Hasta que, a cuatro años del comienzo de la segunda guerra mundial, aparece el peronismo de aquel golpe militar del 43, para impulsar su líder, el coronel Juan Domingo Perón, el proyecto de romper con una sociedad incrustada en el conservadorismo oligárquico y bendecida por el imperialismo inglés.

Perón venía imbuido de la necesidad de cambios sustanciales en las estructuras del Estado. Uno de ellos, un viraje hacia el industrialismo, con la apropiación del manejo de la renta agraria, el pilar de la economía de un país que se sustentaba en el monocultivo. Para llevar adelante el proyecto logró una especie de pacto social entre una burguesía supuestamente nacional y la clase obrera organizada. De alguna forma era un proyecto que revolucionaba la conciencia colectiva del pueblo, como asimismo para los dueños del poder real, era la revolución proletaria comunista. No pasaba de lo que entonces se denominaba la Revolución Democrática Burguesa, pero alcanzaba para fundar, seguramente, el primer Estado de Bienestar en el mundo.

Esa clase obrera, a ese momento, estaba claramente alineada con una tradicional lucha que apuntaba a lo que le era sustancia ideológica, o sea, a desalojar al capitalismo. A pesar de las contradicciones al interior, más que nada por las posiciones del anarquismo, que no comulgaba con el sindicalismo, un sector que tenía posiciones menos ultras que aquél, sin dejar de proclamar que su enemigo principal era el Estado burgués y patronal. Pero la concreción del pacto social por el peronismo significó fundamentalmente una alianza de clases, desplazando paulatinamente, después del 45, su impronta libertaria.

La realidad proletaria en una película

Fue en 1972 que se estrenó la película italiana “La clase obrera va al paraíso” (La classe operaia va in Paradiso) , escrita y dirigida por Elio Petri e interpretada por Gian María Volonté, Mietta Albertini y Mariangela Melato, astro y estrellas del cine peninsular, devenidos de la épica del llamado realismo de ese cine italiano. En un breve comentario y análisis político-ideológico de la época, se afirmaba de la situación de la clase obrera italiana, europea: hoy, "cautiva y desarmada" la clase obrera europea, parece hablarnos desde un pasado remoto, cuando "apenas" han pasado cuarenta años desde su realización.

El objetivo que persigue el film es criticar la condición de la clase obrera mostrando la alienación de un trabajador que es ejemplo en el laburo, pero acaba convirtiéndose en un subversivo. Tras sufrir un accidente laboral toma conciencia, a la que se suma el deterioro de su vida familiar, e inclusive de su salud mental... Los personajes discuten permanentemente, dejando poco margen para la reflexión. Se retrata la división entre los obreros, al tiempo que contrapone la forma de lucha de los sindicatos, a los que se los acusa de reformistas, y a los estudiantes de "utópicos que se pueden permitir el lujo de jugar a la revolución".

El trabajador del que trata el film es encargado de hacer cumplir las órdenes del patrón... No cuestiona nada, ni para quién trabaja o quién se beneficia realmente de su trabajo. A raíz de sufrir un accidente laboral en la fábrica, recibe la solidaridad de sus compañeros y aprovechan el momento para iniciar un movimiento de protesta. El dicho obrero se debate entre la lucha o las tentaciones de la sociedad de consumo, lo que le provocará una profunda confusión ideológica.

En la próxima nota analizaremos, a la luz de lo que afirma dicho film, la actual expresión ideológica de la clase trabajadora argentina.

Primera parte de la nota

La Quinta Pata