domingo, 2 de noviembre de 2014

Un hombre de la Patria Grande

Julio Fernández Baraibar*

Con Néstor Kirchner se fue un héroe contemporáneo de la Patria Grande. Su nombre resplandece ya con los de Juan Domingo Perón y Getulio Vargas, con los Wilson Ferreira Aldunate y Marcelo Quiroga Santa Cruz, con el de Hugo Chávez, su compinche, con los compatriotas latinoamericanos que forjaron el actual e irreversible proceso de integración continental.

En los primeros tiempos de su sorprendente gobierno, Néstor Kirchner dejaba la impresión de que no le interesaba, ni le gustaba demasiado la política latinoamericana. Absorbido por el torbellino de volver a poner a un país y a un pueblo de pie, en restaurar la autoridad del Estado nacional sobre la arbitrariedad y el capricho del mercado, en restablecer la preeminencia de la política sobre los manejos discrecionales de los medios de comunicación y de los dueños del dinero, Néstor Kirchner no le dedicaba a las reuniones de la integración mucho tiempo de su agenda. Por esa razón, por alguna cuestión de luchas internas o, realmente, por una preocupación sobre su salud, Néstor Kirchner no estuvo en la reunión de Cuzco, cuando se creó la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur).

Sin embargo, este desgarbado presidente, de gesto juvenil y apasionada palabra, volvería a sorprender, como lo hizo desde el día en que se hizo cargo de la presidencia de la República.

A poco de andar, se fue haciendo evidente que América latina formaba parte esencial de su visión estratégica. Estableció una fuerte e irrompible relación con el otro patriota del norte, Hugo Chávez. Buscó el acercamiento con la presidenta Michele Bachelet, arrimando al remiso Chile a la forja continental. Estableció con su gran colega brasileño Lula da Silva, la misma alianza que intentaran, cincuenta años antes, los presidentes Perón y Vargas. Evo Morales encontró su apoyo y amistad aún antes de convertirse en presidente de su país y en el caudillo indiscutido de los pueblos de Bolivia.

Toda esta política de cuño suramericano y liberador tuvo su, también inesperada, eclosión en la histórica Cumbre de Presidentes Americanos, realizada en Mar del Plata el 4 y 5 de noviembre de 2005. Las generaciones venideras, nuestros nietos, recordarán esta fecha con la misma unción y fervor con que hoy celebramos la batalla de Maipú, la de Junín o la de Ayacucho. Néstor Kirchner tuvo el honor y la valentía de encabezar, en su propia patria, la formidable y poderosa coalición de países suramericanos que derrotó políticamente los planes imperialistas del ALCA, en las barbas del mismo George W. Bush que teñía de sangre las arenas de Irak y de Afganistán.

Ni más ni menos que un destino de ilotas es lo que la acción y la palabra de Néstor Kirchner, como presidente argentino, modificaron en las jornadas de Mar del Plata. Fue él quien se comprometió con los desplantes desafiantes de Hugo Chávez, con la serena firmeza de Lula, con el reclamo secular de Evo Morales. Fue este hombre, de retórica a veces desordenada pero siempre arrasadora en su pasión militante, el que comunicó al jefe político y militar de la superpotencia imperialista que sus planes habían fracasado, que ahí, en Mar del Plata, se sepultaba para siempre al ALCA. Mientras ello ocurría en las sesiones oficiales, en un estadio de fútbol, miles y miles de militantes políticos y sociales, con la presencia de Chávez, Evo y Diego Armando Maradona, ratificaban el apoyo popular a las expresiones de los presidentes suramericanos.

Nunca, desde los tiempos del combate de la Vuelta de Obligado, la Argentina había vivido batalla semejante y nunca había experimentado victoria igual. La patria de San Martín y Belgrano había vuelto por sus derechos y los pueblos del mundo volvían a ver “en el trono a la noble Igualdad”. A partir de ello, Néstor Kirchner se convirtió en una de las figuras decisorias de la nueva realidad que comenzó a vivir el continente.

La unánime elección como Secretario General de la Unasur no fue más que el reconocimiento a su papel central en las jornadas de Mar del Plata. Su actividad febril, como siempre era la suya, impidió una guerra fratricida entre Venezuela y Colombia y ambos pueblos lo despidieron conmovidos y tristes.

Junto con muchas otras cosas, Néstor Kirchner nos dejó una herencia suramericana tan rica y generosa como las transformaciones que logró en la Argentina.

El 27 de octubre de 2010, aquella amarga noche, brilló como nunca la Cruz del Sur. Había muerto un hombre de la Patria Grande.

Fuente: Miradas al Sur

*Miembro de número del Instituto Nacional Manuel Dorrego.

La Quinta Pata

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