Entrevista al profesor Salvador Vozzi
por Alberto AtienzaSalvador Vozzi, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, periodista durante años de la Dirección de Difusión del Gobierno de Mendoza, ex director de canales de TV en Mendoza y en el sur argentino es un atento observador de la economía mendocina. Sus comentarios y estudios son propalados por una red de radioemisoras rurales que tiene su base en el Valle de Uco, una de las zonas agrarias y vitivinícolas por excelencia de la provincia. Es también novelista. El diálogo con este profesional, preocupado por el desarrollo y contratiempos de la economía local girará en torno a un fenómeno climático considerado como una maldición por los que cultivan la tierra: el granizo. Este meteoro, pesadilla para el hombre de campo, presente en oraciones folklóricas cantadas como “La Virgen de la Carrodilla, varias veces convertido en blanco y desolador personaje en tramas escénicas de la Fiesta Nacional de la Vendimia, ha sido objeto de pormenorizado análisis por el licenciado Vozzi.
-- Profesor, para quien no conoce Mendoza ¿Podría definirla, no como ciudad, sino en términos productivos?
Desde el mismo momento del origen del tiempo, Mendoza, mantiene las características climáticas que la naturaleza dispuso para ella. Le dio montañas, valles, algunos ríos, clima templado, poca lluvia, vegetación escasa, atmósfera limpia, pocos vientos, todas ellas características que en sí mismas, constituyen un desafío ineludible para quien quiera habitar en ella, puesto que le exige trabajo, esfuerzo y paciencia para habitarla.
Leer todo el artículo - Cerrar--Eso, que usted enuncia, con el paso del tiempo dio un resultado importante
--Estos últimos aditamentos, conformaron un oasis productivo de gran valía en la región Oeste de la Argentina, que transformó un desierto en grandes ciudades, enormes plantaciones de viñas, parrales de chacra, de frutales y de tantas otras cosas que alegran el espíritu de quien las trabaja y pone muy contento a sus bolsillos, como un premio a tanto esfuerzo y dedicación.
--Un poco su respuesta se refiere a los orígenes, un estado de lucha, esfuerzos y premios, traducidos en progreso, bienestar económico para productores agrícolas en general y bodegueros, pero los tiempos están cambiando ¿O no?
--Mendoza no es una isla en el planeta Tierra. Por el contrario, está inserta en un sistema global, que le hace gozar de las ventajas de la pertenencia y padecer las consecuencias de sus falencias. Hoy, el planeta entero, gracias al descontrol en el manejo de las variables energéticas de la industria y en general de la forma de vida que se ha adoptado, dicho accionar ha afectado grandemente el clima en todo el orbe, produciendo lo que se llama efecto invernadero, es decir, un recalentamiento global del clima, con aumento constante de la temperatura reinante en todos lados. La consecuencia que ello trae aparejado son el incremento de la violencia del viento, la lluvia, la nieve, el granizo y en general todo acontecimiento climático que afectan permanentemente el planeta en toda su extensión. Como es obvio comprobar, Mendoza, no escapa a esa tendencia, padeciéndose también en nuestras tierras ese efecto no deseado de la acción del hombre.
--Ese slogan que tan bien definía a Mendoza, “tierra del buen sol y del buen vino” aunque no para invitar a turistas ¿Se le podría agregar a esas cualidades y, del granizo?
----Y para aligerar un poco el tema, que no es sencillo ni de fácil aceptación por parte de los gobernantes, acaso se podría. Si sirviera para eso, en buena hora. Lo objetivo es que en Mendoza siempre cayó granizo. Algunas veces hizo daño y otras no, pero siempre cayó y en abundancia. Cuando la sociedad adquirió su mayoría de edad y pudo organizarse convenientemente, comenzó a luchar contra esta característica climática nuestra. Se pusieron en marcha muchas ideas, que iban desde el seguro agrícola obligatorio, la malla antigranizo, el sembrado de nubes con yoduro de plata por aviones. En algunas ocasiones no se hizo nada. Algunas veces volaban dos aviones, otras, cinco y a veces más, pero en todos los casos, el granizo siempre siguió cayendo y lo hizo por una razón muy sencilla: en Mendoza cae granizo naturalmente. Y contra eso no se puede, lo que está perfectamente demostrado en las estadísticas que posee el propio gobierno provincial, que nos indican que anualmente se destruyen en promedio, quince mil hectáreas de áreas sembradas y cultivadas, sin contar con los daños que se producen en las áreas urbanas y los trastornos que ello ocasiona en cauces aluvionales, caminos, casas particulares, edificios públicos y otros lugares.
--De lo que se deduce...
--Aquí, es importante detenerse en el análisis, porque del resultado del mismo, pueden salir conclusiones llamativas. Las estadísticas demuestran que existe una tendencia que, año tras año, se cumple, que nos dice que esas quince mil hectáreas de las que hablábamos anteriormente, inevitablemente hay que tomarlas en consideración como algo que se perderá. Dicha pérdida, afectará directamente a algunos productores en particular, otros, con más suerte, se salvarán, ese año, aunque tal vez no el próximo. Los productores con mayor poder económico, gracias a la malla antigranizo en sus cultivos, podrán zafar más o menos bien, en tanto y en cuanto, el granizo caído no les destruya la cobertura protectora de esos cultivos, porque si no tendrán un costo adicional al reponer esa malla destruida y lo que no se perdió por el granizo en cuanto a producción, sí lo fue en cuanto a infraestructura.
--Salir de las brazas y caer en las llamas, como decían las abuelas
--Algo así. Por lo tanto, el daño, sea de un origen u otro, se produce, causando el mismo efecto económico en el productor chico, que pierde su producción y en el grande, que pierde parte de su infraestructura protectora Ante el hecho comprobado que año atrás año, se deben contabilizar pérdidas que inevitablemente se producirán. Quizás haya llegado la hora de analizar el problema desde otro ángulo, con una filosofía distinta a la que se utiliza actualmente por parte de los productores y del gobierno mismo en la lucha contra este flagelo natural. Hasta ahora, la caída de granizo y su efecto sobre los cultivos, se ha dejado librado a la suerte del productor, creyendo que solamente un factor aleatorio es el responsable del daño ocasionado, razón por la cual, se lo atiende económicamente, siempre en forma parcial y a destiempo, agudizando con ello la situación que está viviendo. Pero lo paradójico que esto trae aparejado es que quienes comparten todo el sistema productivo, que va desde la producción, comercialización y exportación de los productos provenientes de la tierra, miran para otro lado, como si el problema fuera nada más del afectado directo y no de todos. Esta es una realidad con la que debemos convivir, con resultados nada alentadores, porque años tras año, los daños se producen, los legisladores siguen interpelando a los distintos ministros de economía de la provincia y las soluciones no llegan, quedándose las discusiones en el terreno aéreo, sobre si volaron dos o tres aviones, o más y si el sembrado de nubes sirvió o no, no llegando a nada, mientras el granizo sigue cayendo en cualquier lado. Mientras no se reconozca que el daño que el granizo produce en Mendoza es sistemático y recurrente, no se podrá salir de este círculo vicioso, con enormes gastos estatales en materia de aviones, sin resultados prácticos y palpables a la vista.
--¿Qué salida avizora?
--El daño del granizo debe ser considerado un costo de base de la producción de Mendoza. Si el mismo cae, bien. Si no cae, pues, mejor, pero no se puede desconocer esa realidad que, año tras año, comprobamos en las estadísticas. Entonces, a partir de allí, siendo un costo de producción nuevo, debe ser tomado en consideración como tal e incorporado al precio de venta del producto, porque de no hacerlo, se seguirá desoyendo los consejos que da el sentido común. A partir de este reconocimiento, entonces, se deberá encarar otro problema, cual es el del financiamiento de ese costo, para que el mismo, no influya negativamente en todo el sistema.
--Todo esto traducido en números, si es posible hacerlo ¿Qué significa?
--Si de cifras hablamos, debemos realizar una simple cuenta. Una hectárea en producción, da, aproximadamente, en el año, unos cinco mil pesos. Si se destruyen 15.000 hectáreas en producción, entonces, llegamos a una cifra total de daños de más o menos setenta y cinco millones de pesos en el año de pérdida por efecto de la caída del granizo. A eso se le debe agregar los destrozos en la infraestructura, ya sea edilicia, caminera y demás, con lo que llegaríamos a una cifra cercana a los cien millones de pesos anuales por este concepto, siempre aproximadamente. Como vemos, es una cifra importante, pero comparada con la del Presupuesto Provincial – en el año 2.007 está calculada en 4.300 millones de pesos – es relativamente pequeña y accesible.
--¿Y las formas en que el Estado provincial le sale al cruce al problema?
--A partir de esos datos, podemos comprobar que el problema del granizo en Mendoza, se reduce a una cifra de cien millones de pesos anuales. Si a esto le agregamos que el Estado provincial gasta unos quince millones de pesos en la lucha antigranizo, a través del sistema de aviones, más algunos subsidios puntuales, créditos a baja tasa de interés, alguna ayuda nacional y unas pocas semillas que da a los productores afectados, no estaríamos muy lejos de la realidad si afirmamos que se logra paliar, escasamente, el treinta por ciento de esa cifra, lo que representa algo muy pequeño con relación a la pérdida que deben soportar los afectados, generalmente personas con pocos recursos, lo que los lleva a una situación de vida de estrechez más que llamativa.
--Y desde su óptica ¿Cómo modificaría el actual cuadro de situación?
--Cambiando la filosofía de análisis de toda la problemática. El granizo debe ser dejado de considerar un problema aleatorio, es decir, resultante de la suerte del productor y ser visto como un daño a la economía en general de Mendoza y por lo tanto, afecta a todos por igual. El financiamiento del monto total de los daños anuales, debe surgir como resultado de una ingeniería financiera que debe instrumentar el Estado Provincial, mediante un sistema aplicable de seguro agrícola, que el productor pueda pagar, más la lucha antigranizo a través de aviones para hacer lo que se pueda y fundamentalmente, aplicar un impuesto a la producción frutihortícola total de Mendoza, con una alícuota proporcional a cada una de las etapas de todo el proceso, es decir, a la producción, comercialización y exportación de los productos, debiendo ser administrado el sistema, a través del anunciado banco provincial, evitando experiencias anteriores donde la burocracia estatal se terminó devorando todos los intentos que se realizaron en esta área.
--¿Por ejemplo?
--El producto Bruto Geográfico de Mendoza, en materia de agricultura y ganadería, es de más o menos 1.100 millones de pesos, siendo el 90% lo que proporciona el primer rubro, es decir unos mil millones de pesos. Si a esa cifra se le aplica un impuesto del 6%, destinado a ese fondo para lucha antigranizo, y se lo reparte en partes iguales entre producción, comercialización y exportación, estaríamos hablando de una imposición para cada uno de esos sectores de apenas un 2%, una cifra irrisoria, particularmente que se la pagaría en el caso de que se coseche. El monto recaudado sería del 60% del total que, más la recaudación del seguro agrícola, conformaría el ciento por ciento del total. Usted dirá que un 2% de un nuevo impuesto es mucho, pero piense que si se cosecha por valor de 100 mil pesos, un 2% representa apenas dos mil pesos, que en caso de ser afectado por el granizo, le servirán para obtener dinero que el sistema le provee, cuando la piedra que cayó le destruyó la cosecha. Como vemos, en principio, el sistema es susceptible de ser encarado sobre bases racionales.
--Su planteo profesor es claro, aunque es mi obligación como periodista, dejarle caer un “pero...”
--Tal vez el problema mayor se lo debe buscar en la mentalidad que impera en la sociedad al respecto, donde nadie quiere hacerse cargo de los daños que el granizo ocasiona y menos aún pagar algo por su suerte. No obstante, el tema merece ser analizado en profundidad, donde el Estado deberá levantar la mira, apuntando hacia el futuro, dado que éste se presenta muy complicado en materia climática para los próximos años, y siempre rogando que esa destrucción de 15.000 hectáreas de cultivos no se incremente, como lo estaría indicando el sentido común.



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