miércoles, 7 de mayo de 2008

Cogollitos mendocinos

La Pata Semanal

Pensamientos, no las tímidas florecillas que amaban las abuelas de antes. No. Otros. Que asaltan a los mendocinos a cada rato. Antecedidos por hechos y palabras. Escasez y aumento de combustibles. Transportistas y ciudadanos comunes son los rehenes de la situación. Y las declamaciones inflaman a quien las escucha como si les arrojaran litros de escaso gas oil sobre llamas de pensamientos (no las florcitas) Claro, pagamos más caro el combustible ---dice uno que representa a los que venden ese insumo--- porque de alguna manera los precios están atrasados. No contemplan las tareas de exploración y perforación, las inversiones que las empresas concretan. De la escasez no se habla, porque tiene olor a lock out y nadie se anima a pronunciar ese término que significa en criollo “medida de fuerza empresaria”, presión, apriete, patoterismo de traje y corbata, emanado de lujosos bunkers de petroleras extranjeras.
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Y más pimpollos. Barrio Suárez, Godoy Cruz. Un gran galpón. En su interior duermen las motos de la Unidad Motorizada de Acción Rápida. Y las armas de ese grupo de la Policía de Mendoza. Tres de la mañana. Cuatro sujetos reducen al único policía que custodia tan importantes cosas. Se llevan todas las escopetas de la unidad, 800 proyectiles 9 milímetros, granadas lacrimógenas y pistolas. El ataque a ese arsenal, custodiado por un solo policía (uno) parece parte de un test con que la delincuencia organizada de Mendoza analiza a la nueva gestión del Ministerio de Seguridad. El título de esa prueba es: ¿Hasta cuándo aguanta el nuevo ministro? Esto es algo planeado con fines desestabilizantes (piensan los mendocinos) ya que, aparentemente, hay manos poderosas detrás, porque se trata de un golpe de alta escuela, concretado con muy buena información e impecable logística. Y si esto suena inverosímil, vaya pues otra yema.
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Amigo ciudadano que viva, cogollito de amatista, dígame si no le gustan las tácticas diversionistas. Amenaza de bomba en la Terminal de Ómnibus, lugar por el que se mueven miles de personas por día en un espacio muy acotado. Hace unos días, nada más. Alarmante el anuncio anónimo. Convergen sobre el lugar, obviamente para manejar la difícil situación, el grueso de los policías en actividad en ese momento. Simultáneamente atrevidos ladrones desvalijan una joyería en el Shopping de Guaymallén. Escapan largando tiros al aire, como beodos y alegres vaqueros del far west. Y la gente se pregunta: ¿Son delincuentes comunes los que protagonizan estos robos tan efectivos? Y, parece que no son tan comunes.
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Y sin flores. Lo que más hace temblar a una gestión de seguridad son las inocentes personas asesinadas por delincuentes. Varios ministros del área debieron abandonar sus cargos con el rabo entre las piernas (obviamente que por inútiles) cuando se produjeron crímenes de una maestra jardinera, de un ama de casa (y se engrosa la lista y los despidos). Es de esperar que el test de la ostentosa hampa que vive en un campo llamado Orégano no incluya lo que en su jerga se dice: Tirar un muerto. Las armas, las balas robadas, se reponen. La vida de una madre, de un joven, de un padre de familia, no. Si el test tiene por objeto humillar a la gestión, es factible que no sobrevenga una desgracia fatal, algo que a la comunidad le duele mucho. Por las escopetas ni nos calentamos.
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Del mismo ramo. Si algo caracteriza a los golpes desestabilizantes enmarcados en lo delictivo es la demostración final donde aflora (y dale con las flores) su esencia. Algo así como una tocada de oreja. O de otra parte más baja. La historia de esa zaga (aún no escrita) lo demuestra: una bomba de utilería en el baño privado del ministro de seguridad de un pasado reciente (un obeso y dicharachero político radical, tan dicharachero como metedor de pata) El robo de las armas secuestradas, en la misma gorda gestión, por procesos judiciales que después aparecieron prácticamente tiradas por cualquier lado. La sustracción de miles de DNI en blanco del Registro Civil que dirigía un hermano del voluminoso y verborrágico ministro. Esto último, algo así como decirle: Todos los chorros de Mendoza cambiaremos de nombre y apellido. No pasó nada con eso. Tal vez algunos documentos, debidamente adulterados, fueron usados para concretar estafas menores: créditos y compra de electrodomésticos. Acaso no se cumplió la última parte del plan: llenar todas las libretas con los datos personales y el adiposo rostro de ese ministro.
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Y un colorido brote de lo anterior. Paños con joyas del robo del Shopping aparecieron frente a la casa de una linda señora llamada Micaela en Guaymallén. Aparentemente los chorros las robaron para perderlas. Son muy tontos. Precisos y metódicos en el asalto y después las extravían. Más cuidado, muchachos. La vecina llamó a la policía y entregó el oro. Y, parece, un juez está investigando, los uniformados que recibieron las alhajas se las guardaron. No le avisaron al magistrado. Y éste las busca denodadamente. Les allanó las casas a los patrulleros. Un escandalete más. Casual o no.
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Por el río Paraná venía navegando un piojo con un hachazo en el ojo y una flor en el ojal. Sesenta años y una yapita. Se le demora la jubilación al hombre. Nadie le da laburo. Es como si la momia de Ramsés II quisiera ocupar el puesto de un joven. Los únicos que tienen trabajo con mi edad son los Rolling Stone, dice para consolarse. No le queda otra que pensar y comer poco. Caminar mucho, si no le duele la rodilla, para ahorrar en pasajes. Espaciar los remedios para el corazón y, al cruzar una calle y sentir una puntada, hablarle al bobo y decirle: No me fallés ahora, hermanito. Si me caigo acá me pisarán todos los autos. Dejame llegar hasta la vereda. En otros diálogos, otras puntadas, le pide al cuore unos días más: Cuando tenga el PAMI te llevaré al mejor cardiólogo de Mendoza. Te voy a comprar los betabloqueantes más caros, te lo juro, aguantá.
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Siguen los botones estallando con los últimos calorcitos (botones, en su acepción de capullos y no de otra cosa) Las entidades que nuclean a los productores agrícolas anuncian más cortes de rutas. No habrá desabastecimiento de comida, aseguran los ruralistas. Pero si los caminos se cierran ¿de qué modo llegarán los camiones con alimentos a destino? ¿volando, remolcados por Mary Poppins o por Superman?
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Noticia del desayuno. Avenida de Estados Unidos. Policías detienen el tránsito, peligrosa maniobra, para que puedan cruzar la autovía patos que querían llegar a una laguna cercana. Una sonrisa con el mate. Una pequeña alegría por el respeto hacia formas de vida inferiores pero con derecho a la existencia. Familias, como la suya o la mía, pero de seres pequeños, que no piensan, que se juegan la vida sin saberlo inmersos en un lugar inadecuado como es una urbe. Algo así como los perros y gatos menducos que quieren pasar por el asfalto y automovilistas locales no consideran importante disminuir la velocidad. Los atropellan.

Alberto Atienza, La Quinta Pata, 07–05–08

La Quinta Pata

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