Noam Chomsky
*
Las amenazas y contramenazas en materia nuclear son un subtexto de nuestra época y, al parecer, se están haciendo más insistentes. La reunión de julio en Ginebra entre Irán y seis potencias mundiales sobre el programa nuclear iraní concluyó sin progresos. Se elogió al gobierno de George W. Bush por adoptar un tono más conciliador, al permitir a un diplomático estadunidense que asistiera a la reunión, aunque sin participar. Y se criticó a Irán señalando que no había negociado con seriedad. Y las potencias advirtieron a Teherán que podría enfrentar sanciones más severas a menos que ponga fin a su programa de enriquecimiento de uranio. Entre tanto, se aplaudió a India por aceptar un pacto nuclear con Estados Unidos que lo autoriza a desarrollar armas nucleares fuera de los controles del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN). Esas armas serán desarrolladas con la asistencia de Estados Unidos, además de otras recompensas. Entre ellas, a empresas de Estados Unidos ansiosas por ingresar al mercado indio de desarrollo de armas atómicas y amplios beneficios a legisladores que firmaron el acuerdo, un tributo a la floreciente democracia de India.
Michael Krepon, cofundador del Centro Stimson y uno de los principales especialistas en amenazas nucleares, señaló de manera razonable que la decisión de Washington “ubica las ganancias por encima de la no proliferación”. Eso podría significar el fin del TNPN si otros se guían por sus pautas, acrecentando de manera drástica los peligros alrededor del mundo.
Durante ese mismo periodo, Israel, otro país que ha desafiado el TNPN con respaldo de Occidente, realizó grandes maniobras militares en el Mediterráneo oriental que, se presumió, eran un ensayo general antes de atacar instalaciones nucleares iraníes.
Leer todo el artículoEn un artículo en la página editorial del The New York Times, titulado “Usando bombas para evitar una guerra”, el prominente historiador israelí Benny Morris escribió que los líderes iraníes deberían agradecer que Israel utilice bombas convencionales, pues “la alternativa es un Irán transformado en un erial nuclear”.
De manera intencional o no, Morris está reviviendo un tema antiguo. Durante la década de los años 50 del siglo pasado, importantes figuras del entonces gobernante Partido Laborista de Israel recomendaron, en discusiones internas, “volverse locos”, y amenazaron con derrumbar los muros del templo imitando al primer “atacante suicida”, el venerado Sansón, que mata más filisteos con su suicidio que en toda su vida.
Las armas nucleares de Israel tal vez dañen su propia seguridad, como señala de manera persuasiva el experto en estrategia Zeev Maoz. Pero la seguridad no es con frecuencia algo que los planificadores estatales consideran de gran prioridad, como la historia lo enseña. Y el “complejo de Sansón”, como lo llaman los comunicadores israelíes, puede ser exhibido para advertir al amo que lleve a cabo su anhelado trabajo de destruir a Irán, o de lo contrario los israelíes inflamarán la región y tal vez el mundo.
El complejo de Sansón, reforzado por la doctrina de “todo el mundo está en contra nuestra”, no puede ser ignorado a la ligera. Poco después de la invasión de 1982 a Líbano, que dejó entre 15 mil y 20 mil muertos en un esfuerzo para asegurar el control de los territorios ocupados por parte de Israel, Aryeh Eliav, uno de los más famosos pacifistas de Israel, escribió que la actitud de aquellos que “trajeron el complejo de Sansón aquí, según el cual debemos matar y enterrar a todos los gentiles en torno nuestro mientras morimos con ellos”, es un tipo de “locura” bastante extendido. Y todavía lo es.
Los analistas militares de Estados Unidos han reconocido eso. Tal como afirmó el teniente coronel del ejército Warner Farr en 1999, uno de los “propósitos de las armas nucleares israelíes, no siempre señalado, aunque obvio, es mencionar a Estados Unidos su ‘uso’”. Tal vez para asegurar el constante apoyo de Estados Unidos a la política israelí. O de lo contrario, atreverse a cargar con las consecuencias.
Otros ven peligros ulteriores. El general Lee Butler, ex comandante en jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos, dijo en 1999 que “es peligroso que en ese caldero de odios que llamamos Medio Oriente, que un país se arme de manera ostensible con arsenales de armas nucleares... y que inspire a otros países a hacer lo mismo”. Ese hecho es difícilmente irrelevante con respecto a las preocupaciones acerca del programa nuclear de Irán, pero no forma parte de la agenda.
También está fuera de la agenda el artículo 2 de la Carta de Naciones Unidas, que prohíbe el uso de la fuerza en asuntos internacionales. Tanto Estados Unidos como los partidos políticos proclaman de manera insistente su criminalidad, al declarar que “todas las opciones están sobre la mesa” en relación con los programas nucleares de Irán.
Algunos van más lejos, como John McCain, quien ha bromeado de lo divertido que sería bombardear Irán y matar a los iraníes, aunque el chiste tal vez no sea muy bien recibido en esos pueblos invisibles del mundo que, según el historiador británico Mark Curtis, no merecen la atención de los privilegiados y de los poderosos.
Barack Obama declara por su parte que hará “todo lo que esté en mi poder” para evitar que Irán consiga producir armas nucleares.
El coro de denuncias sobre los nuevos Hitler de Teherán y la amenaza que plantean a la sobrevivencia de Israel se ha visto estropeado por algunas voces. Ephraim Halevy, ex jefe del Mossad, el servicio de inteligencia israelí, advirtió en fecha reciente que un ataque israelí a Irán “podría tener un impacto en nuestro país durante los próximos 100 años”.
Uno de los participantes en la reunión de julio fue el ministro de Exteriores de Egipto, Ahmed Aboul Gheit, quien esbozó la “posición árabe: trabajar hacia un acuerdo político y diplomático bajo el cual Irán mantendrá el derecho a usar la energía nuclear con fines (exclusivamente) pacíficos”.
La “posición árabe” es compartida por el Movimiento de Países No Alineados. El 30 de julio, sus 120 miembros reiteraron el respaldo a Irán a enriquecer uranio de acuerdo con el TNPN.
También la mayoría de los estadunidenses respaldan esa posición, según las encuestas, y apoyan la “posición árabe” que propone una zona libre de armas atómicas en toda la región. Ese paso reducirá drásticamente las amenazas, pero no figura en la agenda de los poderosos. Y tampoco se puede mencionar en campañas electorales.
Benny Morris nos asegura que “cada servicio de inteligencia en el mundo cree que el programa iraní tiene como propósito fabricar armas”. Como es bien conocido, el estimado nacional de inteligencia de Estados Unidos, que fue difundido en noviembre de 2007, señaló que existía “alta confianza en que en el último trimestre de 2003 Teherán cesó su programa de armas nucleares”.
Tal vez Morris está ofreciendo información de fuentes de inteligencia israelíes. Y que generaliza al hablar de “cada agencia de inteligencia” del mundo.
Se dice, en círculos neoconservadores, que si Barack Obama gana las elecciones, el dueto Bush-Cheney debería bombardear Irán, pues la amenaza iraní es demasiado grande para dejarla en manos de un demócrata timorato. También han existido versiones de prensa –recientemente de Seymour Hersh en The New Yorker– sobre “operativos encubiertos” de Estados Unidos en Irán, un método también conocido como terrorismo internacional.
En junio, el Congreso de Estados Unidos estuvo a punto de aprobar una resolución (H. Con. Res. 362), vigorosamente respaldada por el lobby israelí, exigiendo el virtual bloqueo de Irán. Se trata de un acto de guerra que podría haber causado una conflagración a escala internacional. Presiones del movimiento pacifista parecen haber derrotado ese esfuerzo en particular, según Mark Weisbrot en Alternet.org, pero seguramente otros le seguirán.
El gobierno de Irán merece una severa condena por muchas cosas, pero la amenaza iraní sigue siendo una desesperada elaboración de quienes se arrogan el derecho a regir el mundo, y consideran cualquier impedimento a su justo gobierno una agresión criminal. Ésa es la amenaza principal que debe preocuparnos, como preocupa a las mentes más sanas en Occidente y a los pueblos del resto del mundo.
* Los ensayos de Noam Chomsky sobre lingüística y política acaban de ser recolectados en The Essential Noam Chomsky, editados por Anthony Arnove y publicados por The New Press. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, en Cambridge.
La Jornada, México 09 – 08 – 08
La Quinta Pata
No hay comentarios :
Publicar un comentario