lunes, 13 de octubre de 2008

Doña Pancha Alfaro, plantitas y muñecos

Alberto Atienza

Doña Pancha Alfaro bajó para el centro, como se dice allá por su barrio. En realidad subió ya que donde vive, la Cuarta Este, es una zona deprimida en altura con relación al KM 0. Bajó o subió es lo mismo. Se sentó a tomar un cafecito bajo los árboles, en un bar con mesas en la vereda (ese aire tan parisino de nuestra ciudad y que les encanta a los turistas) Y se le arrimó un mendigo, hombre de mediana edad, delgado, quien antes de pedirle unos cobres le recitó, muy bien dicho, el poema sobre la fundación de Buenos Aires de Borges. Luego le habló de la tumba de Don Jorge Luis en el cementerio Plain Palais, el único que data de la Edad Media en Ginebra. Y le refirió una de las leyendas de la lápida: "...and ne forhtedon na" que significa en inglés antiguo "las puertas del cielo se abrieron hacia él" Maravillada, Doña Pancha, quiso saber por qué alguien que sabía tanto (le habló también del triste y romántico sino de Don Quijote y de su frustrado romance con Dulcinea del Toboso) anda por la calle pidiendo monedas. "Porque esta sociedad para mí no tiene un lugar" le respondió el hombre ilustrado, le brindó a Doña Pancha una cortés reverencia y se fue.

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Arturo de Córdoba encarna a un desposeído de doble vida en el antiguo film "Que Dios se lo pague", frase con la que él agradecía las limosnas. Doble vida porque era, a la vez, un millonario que se caracterizaba como un mendicante y depositaba su raído sombrero dado vuelta a sus pies para recibir las dádivas en las inmediaciones de una catedral. Zully Moreno, acaso una de las actrices más hermosas del cine argentino de todos los tiempos, se enamora de él. Una bella historia, de los días de infancia de Doña Pancha. "Son parecidos el de la película y éste que acaba de irse" ---pensó--- uno poderoso en oro y el otro, mi nuevo amigo, rico en sensibilidad"

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Después se entretuvo Doña Pancha al mirar a una señora ya mayor que llevaba delante de sí, correa mediante, una perra de gran porte. Gorda la canina (no se le puede decir "cana" que sería el femenino de can) Se enojaba con otros 4 patas, especialmente con los vagabundos o mejor dicho, vagamundos, que le ladraban tal vez diciéndole "Miren a la pituca, bañada y peinada en la peluquería. Va con su mamá. Atada. Vendió el alma por un puñado de alimento balanceado por día" Enfurecida tomó impulso la regalona para salir corriendo a tarasconear a los callejeros por derecho propio. Contuvo la respiración Doña Pancha. Si salía de estampida su anciana dueña flamearía unos metros en pos de su mascota y luego dejaría una marca en las baldosas por media cuadra o más. No ocurrió nada de eso. La perra, indignada por la afrenta se desplazaba sí, pero en círculos, delante de su dueña, sin dejar de mirar a los provocadores que continuaban con sus estentóreos sarcasmos. "¡Que viva la bicha!" pensó con admiración Doña Pancha "sabe que si corre lastimará a su ama. Se nota que la quiere. ¡Que hermosos y llenos de afecto son los animales! Y pensar que en Malargüe quieren exterminar a los perros.

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"Si quiere leer, señora" le dijo el mozo a Doña Pancha y le pasó un diario. Lo abrió en sentido inverso, desde atrás, para ver primero la sección Policiales "así me asusto un poco", pensó. Y ocurrió. Más que susto, espanto. El juicio a un policía (Juan Carlos Oruza) que mató de un balazo a un jovencito indefenso (Jonathan Chandía) Salieron a la luz varias atrocidades más cometidas por los servidores públicos que participaron en el procedimiento y detención, y el término cabe, de los sobrevivientes: el hermano del pibe muerto y un amigo. Contó el primero de ellos que en la seccional adonde lo llevaron detenido (encima eso) se burlaban de él y del fallecido policías merecedores de sueldos que paga la comunidad. En el escenario del homicidio apareció un arma de fuego atribuida su posesión en la instrucción policial a Jonathan. O sea, un enfrentamiento entre valerosos agentes del orden y delincuentes con un revólver. Mentira. Un oficial declaró que el arma la "clavaron" (jerga policial) en el lugar. La puso un uniformado para trucar la comisión de un delito por parte de los jóvenes. Doña Pancha meditó: "No sé que les conviene más a los pibes de hoy, si encontrarse con asaltantes o con una patrulla de estas. Ojalá no sean todos iguales los policías mendocinos" El actual vicepresidente de la Nación , Julio Cobos, gobernador de la provincia cuando fue ultimado el pibe Chandía, convocado como testigo al juicio que se desarrolla en la Séptima Cámara del Crimen declaró, por escrito. Aseguró que la cúpula policial estaba al tanto de que lo ocurrido fue un enfrentamiento entre policías y malvivientes. Así se lo informaron en su despacho, contó a los jueces Cleto, los funcionarios policiales al mando de la repartición "¿Y ahora?" se preguntó Doña Pancha "¿Los altos jefes actuaron en rol de cómplices, de encubridores? ¿Sabían del arma puesta en el lugar donde murió Chandía? ¿O fueron engañados arteramente por sus subordinados? ¿Y ahora? ¿Este porrón quién lo paga?"

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Leía y pensaba Doña Pancha Alfaro. Pensaba y volvía a leer. Una buena memoria, activa, permite retroceder en el tiempo. Y se acordó de un ex gobernador que fue asesinado de un balazo frente a la Plaza San Martín, joven, pintón, idealista, allá por los años 30: Carlos Washington Lencinas. Le vino otro a la memoria, un hombre recto, que terminó sus días en una finquita que le cedió un amigo porque salió del gobierno más pobre que cuando entró: Don Blas Brisoli. De un mandatario más reciente, recordado por su probidad y defensa del federalismo: Don Felipe Llaver. Y repasó acto seguido las iniciativas del vicegobernador actual, Cristian Raconto. Todas las semanas este político regala a los legisladores una frase impresa que él elige, junto con una golosina (chocolate de buena calidad, etc.) A un costo de 16.000 por año ha alquilado (por contratación directa) 35 macetas con plantas (Resolución 684 por él firmada) cancos que situó en el salón de los retratos de los ex gobernadores. Y la última, aunque tal vez no sea la última, el Senado, con Racconto a la cabeza, votó una distinción a un muñeco. Se trata de una suerte de maniquí medio desproporcionado (un tanto cabezoncito) que se luce (partenaire mediante) en un programa de radio de Alvear. "Regalar un cartoncito con la frase de la semana y un dulce" pensó Doña Pancha "¿No sería mejor instalar un tema por semana? Por ejemplo, los pibes que se intoxican con inhalante en pleno centro, flaquitos, sucios, con ropas que les quedan grandes, que no aceptan un bocado que les ofrece la gente por seguir aspirando de la bolsita. Las plantas, ¿Por qué no las aportan los senadores de los viveros de sus respectivos departamentos y nos ahorramos nosotros esos 16.000 pesos por año? Y premiar a un monigote (y le salió la mendocinada a Doña Pancha Alfaro) ¡Dios! ¡Qué montón de huevadas!"

La Quinta Pata, 13 – 10 – 08

La Quinta Pata

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