domingo, 5 de octubre de 2008

Pensaba que Cortázar era un escapista de la fantástica

Juan Manuel Schulz

A propósito de “Escucha amor, escucha el rumor de la calle” de Nilda Susana Redondo.
Como muchos con formación de izquierda ligada a la tradición nacional, Paty tenía un concepto diferente del genial escritor argentino que, por entonces, no le llamaba la atención. Pero descubrió sus aspectos revolucionarios y así nació Escucha amor, escucha el rumor de la calle...

El otro Cortázar. El comprometido con los Derechos Humanos. El que desde el género fantástico denunciaba con una altura sin límites, desde Francia o donde fuere. Desde sus letras o su voz, mientras encendía un cigarro tras otro como si cualquiera de nosotros comiera caramelos sugus.

El otro Cortázar. El que se aparta de su fanatismo jazzístico que se refleja en este fabuloso relato que es "El Perseguidor"; el que deja a un costado su pasión por el boxeo, un deporte con el que construyó una filosofía propia pues admiraba a aquel hombre que siempre iba para adelante y que, a fuerza, voluntad y coraje, lograba imponerse. Es tal vez esa la marca que tomó del arte de pegar y no dejarse pegar, la que lo llevó a elevar su compromiso social como valiente decidor de cosas sin importarle recibir palos y castigos de la izquierda y derecha al mismo tiempo cuando escribió Libro de Manuel. No quisieron entender que su instrumento de denuncia en una obra que el propio Cortázar consideró como "mala", perseguía un único fin con los derechos de la publicación: ayudar a las madres y familiares de los desaparecidos por el terrorismo de Estado.

"Escucha amor, escucha el rumor de la calle" es el verso del texto "Noticias del mes de mayo" que da título al libro de Nilda Susana Redondo, una nueva gema en esta persecución de investigaciones referidas a intelectuales como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y sus entramados complejos entre literatura, política, revolución, vida y muerte.
Leer todo el artículo
Es ese otro Cortázar sobre el que la docente explora, con la propuesta de indagar su pensamiento respecto del sadismo y el genocidio en cruce con las diversas teorías relativas a la sexualidad, la vida y la muerte, que pudieran haber estado dialogando en sus escritos.
En Noticias... hay un cambio en la perspectiva de Cortázar, a quien comencé a leer intensamente hace cinco o seis años", le cuenta Paty a Kresta en una especie de monólogo pasional que se detiene sólo para respirar.
Hay, entonces, una línea de investigación bien marcada en este nuevo trabajo publicado por editorial De la Campana...

"Pensaba que Cortázar era un escritor escapista de la fantástica y no me llamaba la atención, y no le había descubierto sus aspectos revolucionarios. Pero cuando comencé a leerlo intensamente, en los últimos años, encontré a otro Cortázar", agrega. "Yo tenía la formación de la izquierda más ligada a la tradición nacional y pensaba lo que pensó esa tradición".

- ¿Escucha... es la continuidad de tus trabajos con argentinos comprometidos en la causa revolucionaria?
-Sí. El primero, El compromiso y la literatura, se centra en Rodolfo Walsh, pero ya había líneas de trabajos tiradas con Francisco Urondo, Haroldo Conti y Juan Gelman. Después publiqué Haroldo Conti y el PRT: Arte y subversión” y el inmediato anterior Si ustedes lo permiten prefiero seguir viviendo: Francisco Urondo de la guerra y el amor. Con el trabajo de Conti establecí vínculos con Julio Cortázar. Ambos tienen un origen en su formación estética marcada por el surrealismo y, desde un punto de vista político, nunca creyeron en la posibilidad del peronismo como una salida revolucionaria, a diferencia de la tradición en la que se inscriben Rodolfo Walsh y Urondo, que formaron parte de la izquierda peronista y organizaciones guerrilleras peronistas. También me parecía interesante un vínculo que está bastante extendido en este libro que es la presencia de la filosofía existencialista, fundamentalmente de marca sartreana, en la formación ideológica, algo que no es particular en estos escritores, sino que tiene mucho peso en la formación de los intelectuales del '40 y los '50 en la Argentina, y también en la opción revolucionaria. Esta visión tiene mucho peso en la década del '60, seguro, en la Argentina. Entonces comencé a mirar a Cortázar.

-En general se habla del Cortázar y el costado fantástico de su literatura. ¿Cómo llegás a encontrarte con el otro Cortázar?
-Cuando comencé a escribir referido a Rodolfo Walsh, decía que había una lectura cegada, una fragmentación, porque de Walsh se conoció Operación Masacre. Es el día de hoy que Haroldo Conti -a pesar de que está traducido en tantos países- no es muy leído, está muy tapado por las secuelas de las censuras y la represión. Ni hablar de Urondo, de quien se reeditó su obra poética el año pasado. Se conoce La patria fusilada que tuvo una reedición hace dos años, después de aquella primera de editorial Crisis. A mí me interesa la perspectiva de ver qué significa el genocidio en la Argentina, significa la desaparición de los cuerpos, pero significa la intencionalidad clara de la destrucción de toda una cultura y una forma de vida, que tiene un plazo largo de incidencia. Desde esa perspectiva estudio a estos intelectuales.

-¿Qué viste en el caso puntual de Cortázar?
-Vi que había una construcción falsa. La derecha se permitía reivindicar el Cortázar fantástico de los '50 ferozmente antiperonista, pero nada más. Después, de todo lo que hace fascinado por la revolución cubana, asume un compromiso político al más puro estilo sartreano y dice que optará por la política desde una perspectiva ética, y es la opción a favor de la causa de la justicia entre los pueblos, a favor de los procesos revolucionarios. Ese Cortázar también participa de manera vivencial en el mayo del '68, y que por lo tanto va a tener la capacidad de vincular la revuelta del Mayo Francés con las revueltas estudiantiles que se producen en Praga, México, o las revueltas obrero/estudiantiles en la Argentina (en el '69 el Cordobazo). Ese Cortázar es el que va a donar el premio Médicis que obtiene por Libro de Manuel a la resistencia antipinochetista y va a apoyar activamente la revolución nicaragüense.
-Con Libro de Manuel Cortázar recibió palos de la derecha y la izquierda. Y dijo que mucho no le importó porque tenía una causa bien establecida que era apoyar, con los derechos conseguidos por la venta, a las madres o familiares de los desaparecidos. ¿Por qué se sintieron defraudados tanto unos como otros?
-Es un libro excelente. Los de derecha estaban acostumbrados al Cortázar fantástico y los que estaban acostumbrados a su juego con el sadismo como Modelo para armar, cuando se encuentran con Libro de Manuel -que concluye con el recorte para ese chico que crece en el seno del grupo guerrillero que se llama La joda-, se sorprenden. Es que habla de dos puntos centrales y escalofriantes: por un lado, las denuncias de los presos políticos de la Argentina, que entre el '71 y '72 marcan ya el nivel de tortura que ejerce el aparato del Estado sobre la contestación política revolucionaria; por otro, las confesiones de los militares norteamericanos respecto de los crímenes cometidos por ellos en Vietnam. Eso perturba a aquellos que estaban acostumbrados cómodamente a disfrutar de una literatura fantástica que consideraban que escapaba al compromiso político.

-¿Y la izquierda?
-Fue muy cuestionado por la izquierda, en particular la izquierda nacional y popular, y dentro de las corrientes revolucionarias, por la izquierda maoísta, porque le cuestionaban que estaba en París, que no había entendido el peronismo, un movimiento popular en donde estaban los trabajadores y donde había que estar ya que esa era la línea de la izquierda peronista y, en general, del nacionalismo popular de la época. Ese es el tipo de polémica con el nacionalismo popular. Hay un reportaje que sale en La Opinión Cultural en donde este tipo de crítica -a la que hago referencia- sale de boca de Aníbal Ford, Ernesto Goldar y Jorge Abelardo Ramos, mientras que de parte de la izquierda maoísta está la crítica de Ricardo Piglia, en ese entonces militante del maoísmo. El debate con el maoísmo Cortázar lo llevó adelante activamente también en París con un maoísmo hiperintelectualizado. Decía que los intelectuales tenían una tarea muy importante que cumplir en el proceso revolucionario, pero se mantenía lo que Sartre dice: "Para ser un intelectual, hay que ser de izquierda, pero también hay que ser crítico". Lo mejor que puede aportar un intelectual, a cualquier proceso, es siempre estar perturbado -y perturbar- por la crítica. También decía que la obra de creación tenía una parte individual. Creía que grandes poetas como Neruda, a quien admiraba tanto, no podía haber escrito su obra más comprometida políticamente, Residencia de la Tierra, si no hubiera buscando cuál es la mejor manera de expresión. Si no hubiese existido Residencia..., no podría haber existido Canto general. No estaba de acuerdo con la sujeción de los intelectuales a una masa indiferenciada de actividades. Polemiza mucho con eso.

-¿Qué diferencia podés trazar entre Cortázar y el resto de los intelectuales que formaron parte de tus trabajos anteriores?
-Cortázar se autoexilió en el '51, pero después fue exiliado forzoso durante el terrorismo de Estado, porque la dictadura le prohibió dos cuentos, en cuyos textos se da a entender de la existencia de la desaparición de personas. Cortázar no perteneció a una orgánica partidaria por esta idea de ser un intelectual crítico, y en esto se diferenció de Walsh, Urondo, Conti, incorporados a diferentes movimientos. Como dijo Conti, en ese reportaje que hacen en La Opinión Cultural, "es la voz que, cuando todas quedan apagadas y acalladas por el terrorismo de Estado, denuncia y congrega a la distancia". Ya venía comprometido con la causa de los pueblos y la defensa de los DD.HH. porque había participado en el Tribunal Russell II que había denunciado las dictaduras latinoamericanas ya desde el '74. Publica las conclusiones en una historieta que se llama "Fantomas" y denuncia las masacres cometidas por las Tres A más las pinochetistas. En todos los foros de los que participa como intelectual o el Tribunal de los Pueblos, va a denunciar la práctica de la desaparición de personas llevada adelante por el terrorismo de Estado en la última dictadura, y va a tener una relación directa con las Madres de Plaza de Mayo. Escribió una nota llamada "Nuevo elogio de la locura", justo en un momento en donde los dictadores hablan de las "Locas". Reivindica la locura porque gracias a esa capacidad de denunciar en el aislamiento más grande, se puede tener una esperanza de que no triunfe el mal. Tuvo la valentía como intelectual de hacer esas denuncias de manera sistemática.

-Cortázar viaja en reiteradas ocasiones a Nicaragua. Y lo hace para contar, con su máquina de escribir y desde adentro, el proceso revolucionario. ¿Es una reivindicación a la revolución?
-Lo conmueve el proceso nicaragüense -más allá del posterior fracaso del proceso- porque ese proceso tuvo la originalidad de buscar la combinación de la revolución con la democracia, y la presentación pluripartidaria (probablemente eso haya sido una de las razones por las cuales la derecha ganó las elecciones, que es un tema de debate). Escribe una serie de crónicas en Nicaragua tan violentamente dulce. Es muy interesante porque en uno de esos escritos, que me llamaron la atención, habla del concepto del Hombre Nuevo. Julio Cortázar fue profundamente guevarista, admirador del Che Guevara, pero todo lo que es el guevarismo como expresión de voluntad en un proceso revolucionario.

-¿Reflexionás sobre la concepción del erotismo según Cortázar?
-El trabajo vinculado a las concepciones eróticas aparecen por un proyecto de investigación que vengo compartiendo en la Universidad con José Maristany, Marta Urtazum y Mariano Olivetto, en donde analizamos estas perspectivas en escritores en la década del '60 y '70 en Argentina. Lo miro desde el punto de vista de la violación a los DD.HH. y el genocidio en la Argentina. Investigo y exploro cómo en Julio Cortázar hay una convergencia y conflicto entre dos tendencias, en cuanto a la concepción de la sexualidad, el erotismo y el amor. Por un lado encontramos las vertientes que tienen que ver con considerar que la muerte forma parte de la vida, y que por lo tanto el placer sádico forma parte del erotismo que es la tradición de (George) Bataille; y las tendencias que plantean que la vida se expande solamente en el seno del amor y que en todo caso el odio o la muerte son enemigas de la vida, que es una tendencia de (Herbert) Marcuse y que se expresa en todo el Mayo Francés. Hay un cambio en la perspectiva de Cortázar, porque en sus primeras producciones lo que es como un juego de erotismo -o un cierto ensalzamiento con las prácticas sádicas que se puede ver en Rayuela-, aparece en conflicto en Libro de Manuel. Aparece ese vínculo sádico en la pareja que siempre termina amortiguado (porque la mujer rechaza cierto tipo de relación pero la acepta) y ya entra en conflicto con las denuncias por las torturas cometidas en Vietnam y Argentina en la dictadura de Onganía. Luego eso sigue conviviendo en Cortázar y en las declaraciones que están publicadas en Años de alambradas culturales llama a hablar de que el sadismo es el mal y que se ha corporizado como práctica sistemática estatal, por lo tanto no es posible considerar que dentro del amor, como práctica común, exista la muerte, lo sádico. Es aún mucho peor que el odio.

-¿Es una de las partes más fuertes del libro?
-Es una parte interesante para explorar. El estaría muy contento en ver que se exploran estos aspectos. Él le decía a la izquierda que era muy seria y pacata, que si no exploraba el valor de lo lúdico, del erotismo y si no se sonreía, no iba a poder realizar ningún tipo de revolución. Para Cortázar el erotismo es un tema muy importante respecto del tema del amor y del odio, porque no existen procesos revolucionarios que no prescindan del hombre. Esto era un planteo muy cortazariano que pertenece a las tradiciones humanistas enfrentadas con las antihumanistas en el campo revolucionario. Pero hay otros planteos interesantes que tienen que ver con que lo fantástico, desde mi punto de vista, pasa a ser un instrumento fenomenal de denuncia política. La revolución era construir una nueva realidad, la fantástica buscar otra realidad y tener la capacidad de percibirla por debajo de la costra apariencial, como la denomina en uno de los escritos en La vuelta al día en 80 mundos. Me parece interesante plantear también el tiempo y espacio desde una perspectiva no realista, que implica pensar el tiempo y espacio desde una perspectiva revolucionaria; tener la capacidad de centrar el tiempo en los que dominan y generar otros movimientos intensos y paralelos, que es la idea central del poema "Noticias del mes de mayo".

EXISTENCIA
Nilda Susana Redondo es oriunda de Santa Rosa y actualmente trabaja como docente universitaria. La dictadura le impidió ejercer la docencia "por difundir ideas antiargentinas y hacer conocer autores de ultraizquierda". Ha desarrollado una amplia militancia por los DD.HH. y en terrenos político y gremial. Es directora del Colegio República Argentina y en la UNLPam trabaja en las cátedras de Literatura Argentina II y en la extracurricular Ernesto Che Guevara. Participa en proyectos de investigación en la misma Universidad. Publicó Poemas de amor y rebeldía (1994); El compromiso político y la literatura: Rodolfo Walsh (2001); Haroldo Conti y el PRT: Arte y subversión (2004) y Si ustedes lo permiten prefiero seguir viviendo: Urondo, de la guerra y del amor (2005). Estos tres últimos trabajos de investigación conforman un cuerpo con el presente libro porque plantean continuar los debates político-ideológicos, éticos, estéticos y culturales de los '70.

El Diario de La Pampa, 02 – 10 – 08

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario