domingo, 16 de noviembre de 2008

Norma Huidobro: “Hay mucha literatura en Mendoza, más allá de Di Benedetto o Bodoc”

Norma Huidobro

Nancy Giampaolo

Mendoza. Jurado del último certamen literario que organizó la Ciudad de Mendoza, la escritora habla sobre su último libro “Un lugar perdido”, ganador del Premio Clarín Novela 2007, y relata por qué la sorprendió el panorama cultural mendocino. Además, detalles sobre el oficio de escribir para grandes y chicos.

Egresada de Letras por la Universidad de Buenos Aires, Norma Huidobro dictó clases de Lengua y Literatura en colegios secundarios, coordinó talleres y actualmente se desempeña como asesora literaria.

Autora de relatos infantiles y para adultos, ha sido ganadora del Premio Clarín de novela 2007 por “El lugar perdido” y ha publicado, entre otros libros: “¿Quién conoce a Greta Garbo?”, “El sospechoso viste de negro”, “Juanita y el conejo perdido” y “El misterio del mayordomo”.

A poco tiempo de su paso por Mendoza donde fue jurado del concurso de relato y poesía de la Municipalidad, la escritora cuenta su impresión sobre las obras locales que le tocó leer y detalla la gestación de “Un lugar perdido”, novela que se sitúa en la última dictadura militar.

-¿Cómo te resultó la experiencia de ser jurado del concurso de narrativa y poesía que organizó la Municipalidad de Mendoza?
-Muy buena. Es un concurso muy importante (lo había ganado en su momento Antonio Di Benedetto) que se había suspendido muchos años y se retomó el año pasado y a mí me tocó ser jurado este año con otros escritores. Primero me asusté un poco porque no había jurado de preselección y dije: “Bueno, vamos a ver”. Y me sorprendí porque, si bien había de todo, algunas cosas eran excelentes. No pensé que me iba a encontrar con cosas tan bonitas.
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Seleccioné en principio seis trabajos, pero había muchos que estaban en condiciones de ser publicables. Los tres que ganaron eran muy parejos y costó definir cuál iba a ser primero, cuál segundo y cuál tercero. Dos de los ganadores de poesía son de Mendoza y el anuncio de los ganadores se hizo en la Casa de la Cultura.

Fue una experiencia sorprendente porque me hizo dar cuenta de que hay mucho movimiento en el campo literario mendocino, más allá de los autores consagrados como Di Benedetto o Liliana Bodoc que, si bien es de Santa Fe, también es mendocina. Liliana fue jurado conmigo en este concurso pero yo ya la conocía por haberla leído. Para mí leer “La Saga de los Confines” fue un lujo.

-¿Cómo se gestó “Un lugar perdido”?
-En los años 90, me habían pedido un guión para una película que fue un proyecto que no se concretó pero que me sirvió para pensar la historia. Para ese guión que nunca llegué a escribir, me habían propuesto hacer una historia de amor que no fuera muy convencional y lo que se me ocurrió en ese momento fue situar la acción en la época de la dictadura, porque es algo que uno siempre tiene presente.

Entonces pensé en hacer una historia íntima que cursara en esos años, más allá de cualquier análisis respecto de los militares. Imaginé a una chica de la provincia que se traslada a Buenos Aires y deja a su amiga atrás pero se mandan cartas. Una vez en Buenos Aires, la chica se enamora de alguien que después va a ser buscado por ser supuestamente subversivo pero no lo van a encontrar y lo único que hay para rastrearlo es una carta.

-¿Por dónde empezaste?
-Lo primero que empecé a escribir fueron precisamente las cartas de una amiga a la otra y, a partir de ahí, fue saliendo la novela. La dejé muchas veces; mientras tanto escribía casi todo lo que tengo hecho para chicos. Después la retomaba y cuando pensé que estaba terminada no la quise llevar a ninguna editorial porque pensaba que me la iban a rechazar, hasta que decidí mandarla al concurso Clarín.

Antes de eso la había mandado a otros concursos y como no ganaba la fui retocando y cambiando. Uno nunca termina de reescribir hasta que el libro se publica.

-¿Cómo surgió el personaje del investigador que es un tipo siniestro que al mismo tiempo ocupa un rol muy importante en la historia?
-Antes de escribir pienso mucho y cuando me largo ya tengo en la cabeza un montón de cosas, pero lo más interesante siempre termina siendo lo que sale sin pensarlo. Con este personaje, la figura del represor, yo había pensado en alguien de segunda línea sin mucha importancia.

Pero cuando empecé a describirlo, a hacerlo interactuar con el ambiente, con sus propios recuerdos personales, con la protagonista (que es la amiga que quedó en el interior), el tipo fue cobrando una especie de vida propia que surgió por necesidad del relato. Es algo que surgió en la escritura.

-¿Y la elección de la zona geográfica, el norte?
-Eso tiene que ver con una cosa medio obsesiva que es que cuando me siento a escribir lo primero que pienso es dónde y cuándo. Si no sé eso, tambaleo. Entonces cuando ya tenía al personaje de una chica que emigra para ir a trabajar de empleada doméstica a Buenos Aires, se me dio que debía ser en un lugar imaginario de esa zona que comprende a Jujuy, Salta y el sur de Bolivia.

Es una zona que conozco muy bien. He pasado muchas vacaciones allá, he hablado muchísimo con gente de allá y ese hablar de la gente está puesto en la novela.

-La intimidad es una impronta que alcanza a todo el libro...
-Sí, a mí me gusta esa cosa pequeña dentro de lo grande. Creo que no podría escribir sobre los años de la dictadura -que los viví y los conozco- en términos grandilocuentes. Pero sí una historia personal que tiene que ver de muchos modos con esa época, sí. Es una historia pequeña dentro de algo mucho más grande que la excede.

-¿Cómo reaccionaste al saber que la novela ganó un premio tan importante como el que da Clarín?
-Nunca me voy a olvidar del 14 de octubre del año pasado, que fue la fecha en la que salió la lista de finalistas. Lo leí en el diario, estaba mi seudónimo que era Susana San Juan, un personaje de “Pedro Páramo” de Juan Rulfo y me emocioné mucho, aun sin haber ganado. Ser finalista es importante, porque yo muchos años atrás empecé a publicar gracias a haber sido finalista de dos concursos juveniles.

El día de la ceremonia fui con los otros finalistas sin saber nada, sin saber cómo era la cosa y fue un momento de gran tensión. Cuando me nombraron ganadora no lo podía creer. Estaba José Saramago, nada menos, que era jurado, realmente fue muy emocionante. A partir de eso me llamaron agentes literarios y ahora el libro se está traduciendo al francés, al alemán y al italiano.

-¿Qué estás haciendo ahora?
-Tengo dos libros casi terminados, están en la última etapa. Uno es de cuentos para adultos que venía trabajando hace mucho y tengo una novela juvenil, de la cual me falta retocar algunas cosas. También tengo muchos proyectos de libros para chicos y una novela para adultos de la que ya acumulé notas a montones.

-Sos una gran autora de libros infantiles y juveniles. ¿Cómo se te dio escribir para chicos?
-Creo que por mis hijos. Lo primero que hice fue, mientras estudiaba Letras, un cuento para chicos, pero no lo terminé. Con mis chicos empecé a inventar historias para contarles y mandé una de ellas a un concurso y gané. Pero pasaron más de diez años en los que no publiqué aunque escribí bastante.

También me pasó que al inventar personajes me inspiraba en mis hijos, tomaba situaciones de mi casa y los personajes iban creciendo en la medida en que mis hijos crecían. En el momento de escribir para chicos ocurre algo muy lindo que tiene que ver con volver a ser el niño que fuiste, ese niño que está en algún lugar y uno no perdió.

-¿Qué diferencias ves entre escribir para grandes y escribir para chicos?
-En cuanto al trabajo que yo le pongo a cada libro no hay diferencias. Siento que es placer y al mismo tiempo hago el mismo esfuerzo en los dos casos. Pero, evidentemente, uno escribe de manera distinta: el relato para adultos tiene ciertas complicaciones, muchas diferencias en el manejo de los tiempos, mayor cantidad de recursos que debés usar. En el caso de la literatura infantil hay una relación más primaria con el relato, pero disfruto y pienso seguir haciendo de los dos.

Los Andes, 16 – 11 – 08

La Quinta Pata

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