Ainhoa Iriberri / Antonio González
La Iglesia católica publica, por primera vez en 20 años, un documento dedicado a criticar los avances en investigación biomédica, desde la reproducción asistida a la medicina regenerativa.
Los trabajos con líneas de células madre embrionarias del director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, Juan Carlos Izpisúa, uno de los científicos españoles más importantes, “cooperan al mal [sic] y al escándalo”, según el Vaticano.
La Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición, publicó ayer la instrucción pastoral Dignitas personae (de la Dignidad de la persona), que critica con dureza algunos de los principales avances científicos de los últimos años.
El documento es una puesta al día de la última instrucción pastoral publicada al respecto, Donum vitae, que, como se publicó en 1987, no afrontó explícitamente los últimos avances en las ciencias biomédicas. Estos descubrimientos, según la Conferencia Episcopal española “han abierto nuevas perspectivas terapéuticas pero también han suscitado serios interrogantes”.
La gran mayoría de los científicos considera la clonación terapéutica y la terapia génica como la gran esperanza en el campo de la medicina regenerativa. Millones de enfermos de alzhéimer, párkinson, diabetes y otras enfermedades que, a día de hoy, no tienen cura, podrían beneficiarse de los avances que se consigan en este campo.
La Iglesia no ha acudido a las revistas científicas de referencia como Science o Nature para actualizar su postura en este asunto. Tal y como explica en el documento, “se han tenido siempre presentes los aspectos científicos correspondientes, aprovechando los estudios llevados a cabo por la Pontificia Academia para la Vida y las aportaciones de un gran número de expertos (...) que se han confrontado con los principios de la antropología cristiana”. El Vaticano anima a seguir esta instrucción pastoral a “los fieles cristianos y a todos los que buscan la verdad”.
Leer todo el artículoEl documento habla de las técnicas de reproducción asistida, a las que se someten al año en España entre 600.000 y 800.000 parejas. El objetivo es “abordar nuevos problemas relativos a la procreación”. Sus conclusiones, tajantes, no difieren del anterior documento al respecto: “Hay que excluir todas la técnicas de fecundación artificial heteróloga y las de fecundación artificial homóloga que sustituyen al acto conyugal”. Sin embargo, menciona técnicas que en 1987 no eran viables, como la congelación de óvulos, que califican de “moralmente inaceptable”, a pesar de que no implica la destrucción de ningún embrión.
Aunque la Iglesia considera que esta técnica se ha desarrollado “para evitar los problemas éticos suscitados por la crioconservación de embriones”, también cree que los óvulos se conservan para “la procreación artificial”.
Un deseo legítimo
La Iglesia católica no considera que, con esta postura esté dejando de lado a los católicos que buscan ayuda para tener hijos. Según Dignitas personae, la institución “reconoce la legitimidad del deseo de un hijo y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad” que, sin embargo, “no puede ser antepuesto a la dignidad que posee cada vida humana hasta el punto de someterla a un dominio absoluto”.
La medicina regenerativa es el otro gran frente de batalla de la instrucción pastoral. Tras condenar la investigación sobre células troncales embrionarias, apoya la que usa células madre adultas. Uno de los últimos campos de investigación, el uso de óvulos de animales para la reprogramación de los núcleos de las células somáticas humanas, es definido como “una ofensa a la dignidad del ser humano”. Reino Unido autorizó en 2007 esta técnica para impulsar la lucha contra las enfermedades.
"La Iglesia mantiene una postura retrógrada"
“Ejemplo de cinismo”, “posición retrógrada”, “injerencia en las familias”, “intento de cercenar los derechos de los demás”... Estas son algunas de las valoraciones realizadas por la mayoría de los científicos y expertos en bioética consultados sobre la instrucción pastoral Dignitas personae, en la que el Vaticano reafirma su oposición a la reproducción asistida, la investigación con células madre embrionarias o la llamada píldora del día después.
El Gobierno socialista español, sin embargo, prefirió mantener silencio pese las duras críticas del Vaticano a muchas de las técnicas permitidas por el marco jurídico vigente. Ni la vicepresidencia del Gobierno ni los ministerios de Ciencia y Sanidad reaccionaron ante el documento hecho público ayer.
“La jerarquía católica mantiene su línea tradicional de siempre”, explica Marcelo Palacios, miembro del Comité de Bioética de España, que cree que el Vaticano, con sus críticas, no tiene en cuenta “el avance científico, la felicidad de las parejas con problemas de fertilidad o la salud de las personas”.
En el caso de la reproducción asistida, señala que la Iglesia debería “abstenerse” de realizar “injerencias en cómo se organiza cada familia”. “Está muy bien hablar con mucha facundia de dignidad y teorizar desde fuera, pero hay que ponerse en la piel de quien tiene un hijo enfermo o problemas de fertilidad”, agrega.
Una “sociedad de solteros”Para el presidente del comité científico de la Asociación Nacional de Clínicas de Reproducción Asistida, Simón Marina, la Iglesia mantiene una postura “retrógrada y anticuada” ante los avances científicos, una posición no ajena por otra parte a su condición de “sociedad de hombres solteros”.
Pese a la instrucción de la Curia Romana, Marina cree que las parejas católicas infértiles seguirán acudiendo a las clínicas como hasta ahora. Por su parte, el ex presidente del CSIC Emilio Muñoz entiende que la Iglesia demuestra estar “desbordada” por los avances científicos y ha emprendido, incurriendo en un “cinismo tremendo” y numerosas contradicciones, una “batalla desesperada para recuperar a los católicos más dubitativos”. En su opinión, la publicación de la instrucción tiene mucho que ver con el acceso al papado de Joseph Ratzinger.
José López Barneo, director del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Sevilla, sostiene por su parte que hay que respetar que la Iglesia quiera dar orientaciones a sus fieles, aunque debe existir siempre una separación entre las creencias religiosas y la investigación científica.
Menos críticos fueron los miembros del Comité de Bioética de España Carlos Romeo Casabona y César Nombela. Romeo cree que está bien que la Iglesia dé su opinión, aunque son las normas jurídicas las que rigen las técnicas criticadas por el Vaticano. El ex presidente del CSIC César Nombela, por su parte, afirma que la instrucción vaticana es “una propuesta a favor de la dignidad humana que no se impone a nadie”.
Público.es, 12 – 12 – 08
La Quinta Pata
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