sábado, 31 de enero de 2009

¿Responsables pero no culpables?: Francia-Ruanda, guerra en torno a un genocidio

André-Michel Essoungou
*
(Traducción: Particia Minarrieta)

Théoneste Bagosora, considerado el cerebro del genocidio ruandés, fue condenado a prisión perpetua por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) el 19-12-08. Pero al margen del TPIR, Francia y Ruanda libran una crucial guerra jurídico-mediática, respecto del papel cumplido por París en el genocidio de los tutsis en 1994.

A excepción de la Guinea de Ahmed Sékou Touré (1), las relaciones entre Francia y un gobierno del África francófona –en este caso Ruanda– nunca habían sido tan difíciles por un período tan largo. Hace ya prácticamente quince años que el pasado reciente y lejano tienen un enorme peso en las relaciones entre París y Kigali, a pesar de los retoques de fachada y de las verdaderas falsas tentativas de trabar una relación normal.
Esta crisis duradera engloba dos cuestiones: antes que nada la determinación de las responsabilidades en el genocidio de los tutsis en 1994 (alrededor de un millón de muertos). Por cierto, casi nadie ignora que el poder hutu de esa época es el principal culpable del exterminio. De hecho, sus miembros son conminados a responder por sus actos ante el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), dispuesto por Naciones Unidas y con sede en Arusha (Tanzania).
¿Pero qué pasa con las complicidades y responsabilidades indirectas? ¿Qué papel jugó París exactamente? ¿El Frente Patriótico Ruandés (FPR), actualmente en el poder en Kigali, es también culpable de crímenes de lesa humanidad? El segundo tema en disputa deriva de un conflicto de legitimidad entre el actual régimen de Kigali, aureolado por su victoria contra los genocidas y París, potencia neocolonial en decadencia. El sentido otorgado a los dramáticos acontecimientos de 1994 constituye una de las claves de este enfrentamiento tan simbólico y político.
Entre los actores de este debate, del lado francés se encuentran políticos, ex jefes de Estado (2), ex militares (3), universitarios (4) y una cohorte de periodistas (5). Inversamente a lo que ocurre en Francia, donde el discurso oficial es objeto de críticas y divide a los observadores (6), quien da el tono en Ruanda es, fundamentalmente, la élite en el poder. En sucesivas entrevistas, el presidente Paul Kagame desarrolló su visión de la historia, formalizada luego en el informe Mucyo, que se publicó en Kigali a principios de agosto de 2008 (7).

El síndrome de Fachoda
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Si bien la controversia se cristaliza alrededor del genocidio, las tensiones tienen raíces más antiguas. Entre octubre de 1990 y 1994, una guerra civil enfrentó al gobierno racista de Habyarimana, militarmente apoyado por Francia, y los rebeldes del FPR, de Kagame. Estos ruandeses, refugiados en el extranjero desde las décadas de 1950-1960, se mostraban muy decididos a regresar a casa y derrocar el poder (8). En esa oportunidad, los franceses participaron directamente en la guerra civil. En muchos casos, como en Ruhengeri en enero de 1991, fueron fuerzas enviadas por París las que hicieron la diferencia frente al avance del FPR (9). También fueron cuatrocientos soldados franceses los que impidieron por muy poco que el FPR tomara la capital, Kigali, en febrero de 1993. En 1990, sobre un fondo de masacres, se vio a soldados franceses participar en los controles de identidad efectuados en los cortes de rutas, para detectar a los “rebeldes tutsis”.
Pero lo más importante es que el enfrentamiento entre Francia y el FPR adquirió desde sus inicios el perfil de una guerra ligada a la experiencia colonial. Al oponerse al FPR, París quiere, particularmente, frenar el avance anglosajón en la zona de influencia francesa. El FPR anglófono, proveniente de Uganda, gozaría de los favores de los estadounidenses y los británicos. Efectivamente, Gérard Prunier subraya que en la mente de varios actores políticos franceses de la época, este acontecimiento recuerda la derrota de Fachoda de 1898, que frenó las ambiciones imperiales francesas en África. Desde la perspectiva de París, en octubre de 1990 el motivo principal del conflicto consiste en proteger su zona de influencia.
El vuelco de este primer enfrentamiento franco-ruandés, principalmente militar, se produce a fines de 1993, con los acuerdos de paz de Arusha. El objetivo es abrir un período de transición, instalando un gobierno de unión nacional, que incluiría particularmente a representantes del FPR. Para hacerlo, los textos prevén, entre otras cosas, el fin del apoyo militar francés al gobierno ruandés. Meses después, cuando los rebeldes denuncian la duplicidad del régimen hutu, dominado por extremistas, la guerra vuelve a empezar.

La primera parte del enfrentamiento franco-ruandés termina en julio de 1994, con el genocidio y la victoria de los rebeldes, que liquidan fácilmente al ejército oficial, privado de la ayuda de París. En la segunda parte, el contencioso franco-ruandés se desplazará a los campos político, mediático y judicial.

Las responsabilidades de los culpables inmediatos quedan establecidas, pero las de sus cómplices constituirán de allí en más el principal punto de divergencia. Del lado ruandés, se acusa a Francia de haber armado y entrenado tanto al ejército profesional como a la “mano de obra” del genocidio. Afirmación que el lado francés recusa, aunque admite haber formado y asistido a militares, en especial a través de consejos estratégicos. Pero París insiste en no haber estado vinculada nunca a las milicias. La tesis de la responsabilidad francesa, que se expresó primero en términos políticamente correctos, progresó hacia una modalidad más virulenta. En abril de 2004, en la conmemoración del genocidio en Kigali, el presidente Kagame cuestionó públicamente a París, precipitando la partida de los representantes franceses de la tribuna del estadio Amahoro.

En términos generales, la postura oficial francesa sigue la línea de las conclusiones del informe Quilès (10), por el nombre de Paul Quilès, diputado que presidió una comisión investigadora parlamentaria en 1998. Este documento, que admite algunos “errores” en las relaciones entre Kigali y París, excluye toda complicidad o participación de ésta en las masacres. Al contrario, Francia habría intentado promover una salida política de la crisis, en particular apoyando los acuerdos de paz de Arusha que los beligerantes firmaron a fines de 1993.

Los ex rebeldes ruandeses, desde entonces en el poder, cuestionan esta versión. Para ellos, París nunca intentó facilitar el proceso político, sino que siempre apoyó al presidente Habyarimana. Peor aún, la presencia militar francesa prácticamente no habría disminuido tras los acuerdos de Arusha. No obstante, según Kigali, teniendo en cuenta los lazos existentes entre ambos países, París no podía desconocer las tendencias racistas del régimen y del entorno del jefe de Estado ruandés de la época.

El informe Quilès, destinado a echar luz sobre la actitud francesa, expresa la incomodidad y tensión persistentes en Francia respecto a este tema. La creación en 2006 de la comisión Mucyo , cuya misión explícita es arrojar luz sobre “el papel de Francia en el genocidio”, obedece por su parte claramente a la preocupación por consolidar las posturas de Kigali frente a París.

Algunas variantes de la tesis oficial francesa vinieron a alimentar las diferencias. Por ejemplo, algunos de los actores, universitarios (Bernard Lugan), periodistas (Pierre Péan) o políticos (el ex ministro de la cooperación Bernard Debré y el ex secretario General del Elíseo Dominique De Villepin…) respaldan la hipótesis de un “doble genocidio”. El de los tutsis habría tenido lugar juntamente al de los hutus, cometido por el FPR durante la ofensiva contra Kigali, en la primavera de 1994, luego durante ciertas operaciones militares destinadas a atrapar a los asesinos prófugos en el este de la República Democrática de Congo (RDC).

En ambos casos, los soldados del FPR habrían masacrado metódicamente a los hutus. Actualmente, el FPR admite apenas que algunos de sus hombres fueron culpables de desvíos criminales. Se habrían dispuesto entonces algunas sanciones (procesamientos, ejecuciones). Pero Kigali declara, indignada, que el proyecto de cometer un genocidio “de contraataque” contra los hutus nunca existió.
Minoritaria, la tesis del “doble genocidio” no resiste los hechos. En actitud dubitativa respecto a este asunto, el TPIR hace referencia a eventuales crímenes de guerra y de lesa humanidad imputables al FPR, pero se cuida de condenarlos, bajo la presión de Kigali que siempre guardó distancia respecto al TPIR.

Otro argumento de la posición oficial francesa: la culpabilidad del FPR en el atentado del 6 de abril de 1994, que causó la muerte del presidente Habyarimana. El acontecimiento habría desencadenado mecánicamente el genocidio. Esta afirmación conforma el núcleo de un silogismo: el que cometió el atentado del 6 de abril de 1994 es (co)responsable del genocidio de los tutsis; el FPR cometió el atentado del 6 de abril; por lo tanto el FPR es (co)responsable del genocidio.
Después del ex oficial de gendarmería francesa Paul Baril, quien a pocas horas del atentado acusa al FPR en base a elementos materiales dudosos, el juez antiterrorista Jean-Louis Bruguière fue la persona que aseguró la popularidad de esta versión de los hechos. Ésta condujo al arresto, en Berlín, a principios de noviembre de 2008, de Rose Kabuye, del entorno del presidente Kagame.

Un traspaso de armas sin vencedor
Según el jefe de Estado ruandés, estas afirmaciones no serían más que un intento de diversión. Él habría dejado arrestar a su colaboradora con el fin de tener acceso al expediente de instrucción. Algunos periodistas, como Colette Braeckman, emiten la hipótesis inversa a la formulada por París. Los que habrían asesinado al presidente Habyarimana, tentado por un nuevo acuerdo con el FPR, serían los franceses (11).

El enfrentamiento se trasladó a Naciones Unidas. Durante los debates relacionados con la creación del TPIR, a fines de 1994, las posiciones francesa y ruandesa divergieron en particular respecto a la competencia temporal de la jurisdicción. Kigali quería que ésta se extendiera hasta los años previos al genocidio, para obligar a Francia a responder por su apoyo al régimen en lo referente al genocidio. París consiguió limitarla al período de los hechos y los meses inmediatamente anteriores. Asimismo, mientras los ruandeses pretendían un tribunal exclusivamente dedicado al genocidio, París militaba en secreto para que la futura corte investigara los eventuales crímenes cometidos por el FPR. Francia no ganó esta causa.

Por ahora, ninguna de las partes ha sacado ventaja en el combate verbal. En Ruanda, no parece posible abandonar las acusaciones contra Francia. En París, ninguno de los sucesivos poderes desde 1994 ha seguido a los estadounidenses o los belgas yendo a hacer acto de contrición en Kigali (12). El ministro de Relaciones Exteriores Bernard Kouchner milita no obstante por un acercamiento entre ambos países (13); el presidente Nicolas Sarkozy y su homólogo ruandés se encontraron simbólica y brevemente en Lisboa, al margen de una cumbre Europa-África.

En ambas capitales, los riesgos asociados a una derrota en esta guerra del sentido parecen importantes. Ruanda se juega la supervivencia de un régimen que ganó sus títulos de gloria al poner fin al genocidio. El riesgo para Francia es un grave daño a su imagen e influencia política.

1 En 1958, la Guinea liderada por Ahmed Sékou Touré, fue el único país de África bajo dominio francés en rechazar, por referéndum, el mantenimiento de sus lazos con París en el marco de la Vª República.
2 Indudablemente, el más prolífico es el ex ministro francés de la cooperación, Bernard Debré, autor de Le Retour du Mwami, la vraie histoire des génocides rwandais, Ramsay, París, 1998, y de La Véritable Histoire des génocides rwandais, ed. Jean-Claude Gawsewitch, París, 2006.
3 Véase, en particular, de Jacques Hogard, Les larmes de l’honneur : 60 jours dans la tourmente du Rwanda, Hugo et Compagnie, París, 2005
4 Véase Gérard Prunier, The Rwanda crisis: history of a genocide 1959-1994, Columbia University Press, Nueva York, 1995.
5 Véase Pierre Péan, Noires fureurs, blancs menteurs : Rwanda 1990-1994, Mille et une nuits, París, 2005, donde se desarrollan algunas de las tesis oficiales francesas. Para contrarrestarlas, véase Patrick de Saint Exupéry, L’inavouable, la France au Rwanda, Les Arènes, París, 2004.
6 La ilustración más notable de esto se observa en el seno de la redacción África de Radio France internationale. Las tesis francesa y ruandesa se oponen allí con una vehemencia indudablemente inédita en otras partes.
7 Informe de la comisión nacional independiente encargada de reunir las pruebas que demuestran la participación del Estado francés en el genocidio perpetrado en Ruanda en 1994: http://www.la-croix.com/illustrations/Multimedia/Actu/2008/8/6/rwanda.pdf
8 Gérard Prunier, “Eléments pour une histoire du Front patriotique rwandais”, in Politique Africaine, n° 51, octubre de 1993, pp 121-138.
9 Alison Des Forges, “Leave none to tell the story, genocide in Rwanda ”, Human Rights Watch report, 1-3-1999: http://www.hrw.org/legacy/reports/1999/rwanda/Geno1-3-11.htm#P774_296641
10 Informe de la misión de información de la asamblea nacional sobre Ruanda: http://www.assemblee-nationale.fr/dossiers/rwanda/r1271.asp
11 Véase Colette Braeckman, “Accusations suspectes contre le régime rwandais”, Le Monde diplomatique, París, enero de 2007.
12 Marzo de 1998 para las excusas de William Clinton en Kigali y 7 de abril de 2000 para el procedimiento del Primer Ministro belga Guy Verhofstadt.
13 Véase Bernard Kouchner, “La normalisation et la vérité”, in Défense nationale et sécurité collective, n° 3, París, marzo de 2008. El actual ministro de Relaciones Exteriores recusa la tesis que vincula instrumental y causalmente el desencadenamiento del genocidio con el atentado del 6 de abril de 1994. Esta posición marca una ruptura con la de Dominique de Villepin, ex jefe de la diplomacia francesa.



*Periodista (Ginebra), autor de Justice à Arusha, un tribunal international politique encadré face au génocide rwandais, L’Harmattan, París, 2006.

Le Monde Diplomatique, 29 – 01 – 09

La Quinta Pata

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