domingo, 1 de febrero de 2009

En busca de descifrar el cosmos

Primer Observatorio Nacional de Rayos Cósmicos en Laguna del Diamante

Mariana Guzzante

A fines de los años ‘40, un polémico científico italiano instaló en la zona de Laguna del Diamante el primer Observatorio Nacional de Rayos Cósmicos. La historia de ese centro experimental, una proeza para la época, ahora es reconstruida por el investigador Pablo Pacheco.

La foto es esta: a cuatro mil metros de altura, sobre la Laguna del Diamante, el viento y la nieve impactan contra los restos de una construcción solitaria, estilo plan quinquenal.

"Lo que se ve -nos cuenta el docente e investigador Pablo Pacheco- fue alguna vez la Estación de Altura Juan Perón, un observatorio de rayos cósmicos que funcionó en la zona de Laguna del Diamante, medio siglo antes de que en Malargüe se instalara el Pierre Auger”.

Nos va quedando claro: estamos ante el big bang de la radiación cósmica, al menos en el país. Pacheco asiente y, con erudición y método, nos va iluminando poco a poco la historia local de la ciencia.

Tiene otra foto en sepia: la que registra el fin del esfuerzo de unos cuantos constructores bolivianos, aquellos que levantaron a pulmón el observatorio. Al centro, de gafas y boina, un hombre con la pose firme de los pioneros. Señala: "El doctor Giovanni Pinardi, quien fue, en otras palabras, el padre de este proyecto. Un químico que estudió la radiación cósmica en los Alpes y que, en el contexto de la posguerra, trasplantó la experiencia aquí". En otras palabras: fue el iniciador, por estas latitudes, de los estudios sobre Física Nuclear. Nada menos.

La pregunta es inevitable: ¿qué buscaba exactamente el Doctor Pinardi aquí?

Operación mesotrón
Mendoza, otoño de 1950. Una expedición cívico militar se reúne en la zona de Laguna del Diamante para subir a lomo de mula los cuatro mil metros de un cerro azulado, vecino al volcán Maipo.

¿La misión? Llegar a la Estación de Altura Juan Perón y equiparla con el instrumental acordado: objetos de observación espacial. Los hombres (uno de ellos es el periodista Enrique Oliva) llevan en sus alforjas placas Ilford Nuclear Research C2 y Kodak Eastman, las superficies sensibles a electrones que serán expuestas de cara al cosmos.

A su regreso, todos son condecorados con la réplica del sable corvo de San Martín que ha prometido Perón. Queda claro: la misión es científico-patriótica.
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Y sí: era el momento en que la Argentina, con las expectativas puestas en la fusión nuclear, costeaba proyectos ultra secretos como el de la isla Huemul, en Bariloche, donde el físico alemán Richter haría, poco después, estallar el peor escándalo científico del gobierno del General. ¿Recuerdan? Ese que le hizo anunciar a Perón que Argentina había descubierto la fusión nuclear cuando, en realidad, el supuesto hallazgo se basaba en un error de cálculo. Vergüenza internacional, que Perón no perdonó jamás al nazi.

Volvamos a Mendoza. La historia del Observatorio de Rayos Cósmicos, entonces pionero en el país, fue acaso más silenciosa. No tuvo escándalos ni fue un fraude, aun cuando también lidió con suposiciones y chusmerío científico.

Se dijo, en principio, que el suizo-italiano Giovanni Pinardi, era más bien un personaje enigmático y escurridizo, involucrado en el asunto Huemul del cual, supuestamente, lo habían echado por espía. Incluso se deslizó -y en eso tuvo que ver el rumor de otro observador cósmico: el Dr. Roederer- que Pinardi fue capaz de desaparecer solapadamente junto a una buena cantidad de fondos.

Roederer estuvo en Mendoza y también expuso placas: tanto en la Estación Perón como en el cerro Aconcagua. Él asegura que en esas temporadas Pinardi no apareció. "Aunque sí contó con su apoyo logístico", despeja el investigador.

El pionero, cansado de politiquerías y envidias, renuncia en agosto de 1950 y se va a Córdoba antes de cruzar el océano rumbo a una Suiza siempre neutral.

Tempestad y empuje
La Estación Perón, aclara el investigador, dependía del Departamento de Investigaciones Científicas, un organismo creado por la UNCuyo que funcionó entre el '49 y el '57 y que congregó a científicos de todo el mundo.

Ahora bien: ¿por qué le interesarían a la UNCuyo las partículas que venían del espacio exterior? “Existieron varias condiciones. En primer lugar, el estudio de cualquier forma de energía y sus posibilidades de aprovechamiento a escala industrial era un imperativo tanto internacional como nacional, en el marco del primer Plan Quinquenal. Las autoridades universitarias seguían esas prerrogativas. Y como las partículas estelares contienen grandes cantidades de energía, el estudio era relevante” detalla Pacheco.

Es evidente que los rayos cósmicos apasionaban a Pinardi; aún lo apasionan. O más bien lo absorbe el hecho de tener que demostrar que no fue un espía, que no fue un corrupto, que no fue un fiasco. Pacheco ha conseguido cartearse con él: "Es ahora un hombre de 80 años, vive en su Italia natal y recuerda, con aprecio, la etapa que pasó en Mendoza".

Destellos verdaderos
Hay que saber, entonces, que Pinardi es el primer cazador de rayos cósmicos de la región.

Aun cuando el Observatorio, desde el inicio, pareciera maldito. Algo de eso ronda en el hecho de que, cuando se ideó un funicular para el ascenso a la Estación, el encargado de diseñar las guías se suicidara en medio del trabajo, desde la misma ladera.

¿Qué fue de los rayos? Al parecer Pinardi pudo demostrar ante los cenáculos internacionales la existencia de dos partículas hasta entonces enigmáticas: el positrón y el mesotrón, además de postular la posibilidad de los 'mesones neutros', de los que apenas se sospechaba. El curioso doctor pasó en el Observatorio sólo una temporada; ya sabemos que luego vino la renuncia y la injusta polémica que trató de desplazarlo de su papel en la historia.

¿Qué pasó con el Observatorio?
Por un tiempo, estuvo a cargo del meteorólogo alemán Walter Georgii y después los inviernos hicieron lo suyo.

Ahí está. Una estructura vacía que mira a la nada esperando, a lo sumo, señales de algún andinista.

Los Andes, 01 – 02 – 09

La Quinta Pata

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