
Marcelo Padilla
Es el miedo lo que hace a unas sociedades más violentas que otras. Es la violencia una expresión del miedo. Y es en las sociedades temerosas donde se legitima la violencia como instrumento del poder. (Michael Moore)
La política se hizo eco del miedo y, apremiada por las encuestas que ubican a la seguridad entre las problemáticas de mayor preocupación social, termina evaluada más que por sus proyectos globales, por su política de seguridad.
El miedo social también se constituye como negocio. A través de la producción social del miedo se van encastrando una argamasa de objetos y bienes de consumo que consiguen tímidamente soportarlo. Brindan, por momentos, la “ilusión” de seguridad.
Alarmas, puertas de máxima resistencia (a propósito, sacale fotocopia a la propaganda de “puertas pentágono”, donde el gordo con barbuza de cuatro días, morocho, margineta, se estampa contra una de ellas y se hace bosta, en cámara lenta). Perros raros, fieros, con pinta de asesinos, musculosos. Casi no se ven perritos falderos. De lo que se trata es de expirar miedo.
Electrificación perimetral, carritos vigilantes que hacen rondines por los barrios cerrados, garitas en esquinas, gas pimienta para la cartera de la dama y chumbo para la guantera del auto del caballero. Navajas, palos, fogatas, luces digitalizadas que solo prenden de noche en la puerta de las casas, llaves y contrallaves, pasadores, cadenas, visores y rejas en las puertas y en las ventanas, en el frente, el fondo y el techo del patio. Celulares para los niños y adolescentes, traffics a los boliches.
Miedo a los adolescentes, en grupo. Francotiradores de turno en los barrios, detectores de temperatura humana, monitoreos satelitales, helicópteros, balas, chalecos antibalas, policías, gendarmes, personal de seguridad privada, juntas de vecinos que autogestionan la vigilancia y le pagan a un par de ellos un sueldo para recorrer la zona. Seguros contra incendio, contra robos, seguro total, seguro parcial, seguro para los vidrios, seguros para las puertas, seguros para el auto, seguro de vida, seguro de muerte, seguro por accidente. Diarios que se transformaron en un “gran policial” en entregas, fieles a la tradición de Dumas. En fin, ciudades sitiadas por el miedo, envueltas en un gran negocio para provocar miedo al otro. Cientos de miles compramos “sensaciones”, mediadas por los objetos. De eso se trata: comprar la ilusión para sentirnos más seguros.
Leer todo el artículoUna ciudad-panóptico, televigilada, se ha erigido por estos años en Mendoza y el país. Desde ese visor, sólo se mira hacia un lado de la sociedad. Un “Gran Hermano” para las zonas conflictivas. La gente quiere justicia, pero a modo de ajusticiamiento, de linchamiento oficial, por desesperación, por las dudas, por prevención, por miedo. Mientras tanto, no hay redistribución de la riqueza, no hay salarios dignos, no hay escuelas acondicionadas. No existen redes de integración social y cultural para esos pibes que, a tetra y porro, a merca y birra, deambulan por la noche, en las esquinas y en las plazas, sin sentido, sin esperanzas, sin ganas. Tirados a la marchanta, en pampa y la vía. Los gobiernos se gastan miles de millones de mangos en campañas contra el delito, acciones y pertrechos; y los resultados no demuestran un gran cambio. Claro, hay quienes ya han montado su negocio y necesitan clientes que tengan miedo. Sin miedo, no hay quien aguante un invierno. Pero sí hay soluciones, aunque no a corto plazo.
¿Por qué no convocar a todos los sectores de poder social y político para legitimar un shock redistributivo, una mayor inversión en políticas de empleo, asistencia social, cultura y salud? ¿Porqué no un plan de redistribución de las tierras sin producción y orientarlo al trabajo agrícola aunque más no sea para la autosubsistencia a través de granjas y huertas familiares? ¿Por qué no se pone “mano dura” contra los que concentran la riqueza y la pavonean por las calles impunemente, en el lujo del tránsito o en las cápsulas-countries? ¿Porqué no hay mano dura contra lobbystas y evasores de grandes complejos? , ¿O será que allí viven los interesados en el miedo?
Más seguridad reclaman, los mismos responsables del fracaso neoliberal. Ahora quieren protección. El derecho está de su lado, la propiedad también. Hay que defenderla a capa y espada.
La “producción social del miedo” ha ganado el interés general, fundamentalmente, a partir de la problemática de la inseguridad. Si bien siempre hubo robos, asesinatos y violaciones en ciudades grandes y pueblos, en estos tiempos, la sensación de inseguridad ha crecido, y con ella, el temor a ser violentados. No se trata solo de estadísticas. La discusión del problema hoy ya es cultural y en última instancia, económico-política. Se han instalado culturalmente nuevos hábitos para resguardarse en junglas de hierro, en barrios cerrados, en edificios vigilados por cámaras inteligentes.
Toda una “producción del miedo” que, a la vez que brinda cierta seguridad psicológica, nos compele a desconfiar del vecino y del que nos cruza en una calle, del joven y del viejo, del cobrador y del religioso que golpean nuestra puerta, y hasta de la misma policía. La política también se hace eco de esta situación y, acuciada por las encuestas que ubican a la seguridad entre las problemáticas de mayor preocupación social – marchas de vecinos exigiendo justicia, tapas de diarios que jerarquizan el problema – termina evaluada más que por sus proyectos globales, por su política de seguridad. El mejor ejemplo es la promesa de Jaque con su famoso spot publicitario. Hoy la política se concentra en realizar buenos spots publicitarios.
Aquí también entran a tallar, en esta producción del miedo, el menú de agencias de seguridad privadas dado su crecimiento exponencial desde hace una década a esta parte. Prácticamente, el control o monopolio legítimo del Estado para reprimir la violencia y el delito, ha sido tercerizado en esa función, compartido. Miedo coproducido. ¿Sería descabellado hablar de una policía paralela en Mendoza y el país?
Nos sorprendemos ante lo anecdótico y aceptamos lo estructural. Todos somos una amenaza para todos. ¿El miedo es el mensaje?
MDZ Online, 10 – 05 – 09
La Quinta Pata
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