sábado, 30 de mayo de 2009

La política como vida de forma

La “sociedad política real”

Marcelo Padilla

El militante es presentado como el trabajador manual que produce y ofrece su fuerza de trabajo, su "habitus militante", en pos de la construcción del ideario del partido o movimiento. El experto trabaja para sí mismo, acreditando saberes dominantes en la estructura del conocimiento. Se impone, a fuerza de mostrar un "saber-poder legítimo" sobre el supuesto "no-saber anónimo" del militante. El experto no cree, el militante sí.

El desembarco de ciudadanos que no provienen de la política partidaria no cesa. ¿Es bueno o es malo?, siempre es bueno que la gente se sume a la práctica política venga de donde venga, por dentro o por fuera de las estructuras partidarias. Así se nutre la democracia, de hombres y mujeres de la propia sociedad, que dan el salto a la política para pensar más allá de sus intereses inmediatos. Así debería ser…

Intelectuales, obreros, comerciantes, militantes sociales, artistas, periodistas, académicos, todos, bienvenidos sean al mundo de la participación política. Porque si cada cual atiende su juego, se sabe, las reglas de todos los juegos, en gran medida, son moldeadas por quienes se ocupan de lo político, el gran juego, el juego del poder.

Luego del desembarco de Mauricio Macri a la política porteña, quien se proyecta más allá de la General Paz –nosotros tenemos nuestros macrigansitos en la provincia – otro millonario heredero de fortuna se sumó al candelero. “La plata hace la publicidad” debiera rezar el dicho. Francisco De Narváez lo sabe muy bien y por ello apostó parte de su vuelto a promocionar su figura desde el peronismo bonaerense o properonismo. Sesenta palos puso el heredero para entretenerse en su nuevo hobby, hacer política, como Mauricio.

¿Los millonarios se entretienen con la política o están comprometidos con alguna causa nacional? Si la política es un gran teatro de ficciones de lo real, los actores, se tienen que disfrazar. Y hoy la política es bienparecida al gran circo romano. Se entra por abajo, por arriba o por la ventana. Los que entran por abajo, desde la militancia, son los menos tenidos en cuenta a la hora de los bifes. Son sólo eso, militantes, trabajan de militantes, viven como militantes. No pueden aspirar a más. Ser militante es una forma de vida, rica en charlas, lecturas, discusiones y contacto social; y pobre en el confort, y bolsillo. Ya casi no quedan militantes.
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Ahora bien, pareciera que la política y sus formas de representación, le pertenecieran solo a los expertos, aquellos que se legitiman no desde las bases sociales, sino a partir de un título universitario, el prestigio de un buffet de abogados o del exitoso currículum empresarial. Es tan así, que muchos, para acceder a funciones del ejecutivo, corren con ventajas por sobre cualquier militante por el solo hecho de ser titulados, aunque no sepan un corno del tema en cuestión en el cargo que ocupan. Y si tiene títulos de posgrado más holgada es la brecha y la ventaja. Mientras, cientos de militantes capacitados en temas específicos no pueden acceder a ningún cargo por el hecho que no tienen buenas cartas para mostrar. De allí, a cierto elitismo en la representación política, hay un pasito. En eso estamos…

Es tal vez en los municipios donde esto se presenta poco más democrático, porque quienes son concejales o funcionarios comunales salen de las mismas entrañas de la gente, profesional y no profesional. Y desde allí, la sensibilidad hacia lo social, a veces, es mayor. No siempre el médico es un buen gestor de la salud ni el artista lo es de la cultura. Hay sobrados casos que nos lo demuestran. La figura de experto, el legitimado por una prueba, un título, una certificación, ha ganado terreno a la figura del militante con oficio y saberes que no pasan por el tamiz académico, pero que conforman ese conocimiento sustancioso que da la práctica y relación con la gente en un barrio o un sindicato, en una unión vecinal o un centro de estudiantes, en un club social o en una asociación solidaria.

Esta es la “sociedad política real” a la cual se le arrebató el protagonismo en las decisiones a partir de instalar en espacios ejecutivos a expertos de cofradías tituladas autocelebradas que no conocen al vecino ni quieren conocerlo. Políticos-gerentes que hacen carreras individuales para estar siempre en el menú de los nombrables frente a la masa de innombrables que pechan los carros de las victorias y aguantan la balas en la retaguardia, en la derrotas. Los expertos, sin posición política, pueden colaborar como expertos en cualquier ideario político en esta vacua democracia. Prat Gay es el prototipo.

El militante es presentado como el trabajador manual que produce y ofrece su fuerza de trabajo, su “habitus militante”, en pos de la construcción del ideario del partido o movimiento. El experto trabaja para él, acreditando saberes dominantes en la estructura del conocimiento. Se impone a fuerza de mostrar un saber-poder legítimo sobre el no-saber anónimo del militante. El experto no cree, el militante sí. El experto calcula sus movimientos y su ropaje, siempre a tono con la ideología del vestuario político de la época. El militante se desnuda y trabaja, se muestra como tal. El experto, fiel a su ideología, se rodea de clientes y consumidores, y mano de obra barata, cuasi semi feudal para sostenerse. Hace trabajar a otros y los laureles se los lleva él.

Hoy, por la ventana, entran parte de los sectores medios a la política. Tipos que nunca caminaron un barrio, de repente, por tener un capital cultural o social determinado (ser decano de una facultad por ejemplo) son invitados amablemente a formar parte de listas de candidatos o a ocupar un ministerio o una secretaría de gobierno. Porque se supone que saben. Nadie sabe sin experiencia ni conocimiento. Y este se genera en la práctica y el estudio. A los que estudian y caminan calles de anónimos, no se los convoca. Al que aparece un par de veces en la tele, tres o cuatro veces en un diario, que ostenta una chapita de licenciado en algo, es tenido en cuenta en el juego de la oca.

MDZ Online, 30 – 05 – 09

La Quinta Pata

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