Mario Roberto Morales
Lo ocurrido allí es un anuncio de lo que va a ocurrir en Guatemala.
América Latina ha vuelto a polarizarse. Y, tristemente, en los mismos términos de la extinta guerra fría. ¿La razón? El lastre que sus oligarquías representan para el desarrollo de un capitalismo moderno que desemboque en formas democráticas de desarrollo económico.
El golpe de Estado militar en Honduras lo comprueba, y a la vez confirma que el fascismo está vivo en Centroamérica, tanto en sus formas anticuadas de gorilismo represivo, como en otras, más aclimatadas al capitalismo transnacional corporativo, que incluyen variadas formas de acumulación informal como el narcotráfico, el delito organizado, las pandillas juveniles como fuerzas de choque de grupos paralelos de poder militar, y los sicarios profesionales ligados a intereses oligárquicos de una ultraderecha monopolista, cuyo discurso neoliberal sigue propugnando por todo aquello que hundió al planeta en la actual crisis económica: expansión de lo privado a costa de la privatización de lo público, anulación del Estado y ausencia de políticas sociales.
Guatemala iba a ser, para variar, la prueba piloto para esta ofensiva oligárquica, pero el plan orquestado por el fascismo local fracasó. Hubo una ofensiva militar de asesinato de pilotos de autobuses que desembocó en la “solución” llamada Pro Reforma y en la eliminación de un miembro de la derecha por parte de sus “amigos”, la cual “justificó” la movilización de derechistas incautos manipulados por la élite fascista-neoliberal aglutinada en la dirigencia de la escuela de formación de cuadros de ultraderecha llamada Universidad Francisco Marroquín (UFM), todo con el objetivo de derrocar al actual gobierno, autodenominado socialdemócrata.
El exacerbado temor oligárquico a Hugo Chávez y a la iniciativa latinoamericanista que representa, llegó a un clímax con el triunfo del FMLN en El Salvador. Por eso se orquestó aquí un golpe de Estado. No tuvo éxito gracias a la madurez política que ha alcanzado el pueblo guatemalteco, cuya resistencia ideológica neutralizó el despliegue propagandístico de la prensa oligárquica.
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