martes, 21 de julio de 2009

Menem, menemato, menemismo

Menem

Ernesto Espeche

El 8 de julio de 1989 se iniciaba la primera presidencia de Carlos Menem, una figura política minúscula, sin peso propio, a quien, sin embargo, se le puede reconocer haber cumplido un papel como uno de los gestores, quizás el más visible, de un proyecto general que lo excede. Los manuales de historia no le asignarán un lugar muy destacado como estadista, más bien será recordado por su estética farandulera y sus desvaríos discursivos. Si tuvo algún mérito personal, fue el de haber inspirado la incorporación de dos nuevos términos al complejo diccionario político nacional: menemato y menemismo. Menemato remite al período de gobierno 1989-1999. Fue una especie de totalitarismo de la ridiculez y la impudicia política. En ese lapso, los especuladores financieros - quienes realmente conducían el proyecto – lograron desplegar al máximo las premisas fundantes del modelo excluyente desde lo social y concentrador desde lo económico inaugurado por la dictadura. Los tres poderes del Estado cumplieron esa función de modo unívoco, sin fisuras. El menemato murió por causas naturales, cuando la misma desigualdad que había generado lo tornó insustentable, ingobernable.

Menemismo, en cambio, es un concepto peligrosamente vigente. Refiere más bien a un fenómeno cultural e ideológico que se erigió en sentido común dominante. Caído el menemato, el menemismo supo preservarse en los discursos de un puñado de obstinados dirigentes. Su esencia es la celebración del interés privado, la despolitización de la política y la adoración incondicional del hoy vapuleado sistema financiero internacional. Sus cultores responden a una estética que puede hacerse visible tanto en un dirigente agrario, un empresario o un periodista.

A 20 años del inicio del primer gobierno de Carlos Menem podemos afirmar que su figura se devaluó junto con la moneda nacional. Podemos recordar al menemato – en un ejercicio de memoria activa – como un período nefasto para los intereses colectivos. Pero debemos asumir el riesgo latente de que el menemismo sigue vivo y al acecho.

La Quinta Pata, 21 – 07 – 09

La Quinta Pata

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