Virginia Biella
*Está muy cercano el día del niño, y el mercado se encarga muy bien de recordárnoslo…
Aun quienes estamos más conscientes de la arista comercial de la fecha, nos dejamos tentar. Y pensamos en ellos.
Así el 9 de agosto será el día de nuestros hijos, de nuestros nietos, de nuestros ahijados y sobrinos, amigos y allegados…
Y sin duda también, de muchos otros niños que vivirán una fiesta organizada por múltiples entidades y con las mejores intenciones. Chocolate, payasos, espectáculos gratuitos, juguetes, viajes gratis. Todo para los niños.
¡Nuestro futuro…!
Y todos nos sentiremos tranquilos y en paz.
¿Y el lunes 10? Todo habrá vuelto a la normalidad…la normalidad de cada uno…
Reyes de una familia por ser lo más importante en la vida de sus padres y familiares.
O mendigos, cuidacoches, habitantes de las calles, o de hogares para niños judicializados, que poco tiene de hogar.
No es agradable mirar y ver las múltiples caras de la indigencia, de la desnutrición, de la violencia, del delito, de la prostitución infantil, de la droga, del abandono que hace de ellos el propio Estado…
Pero aunque no miremos esa realidad, esta desaparecerá.
Todo lo contrario, por cierto. Hasta podremos llevarnos una triste sorpresa más adelante, si no miramos a tiempo…
Por eso, en el día del niño, además de agasajar a los nuestros, deberemos mirar, poner atención, preguntar, exigir, demandar para saber qué está pasando con aquellos niños que no son los “nuestros”. Pero que sí lo son.
En el hoy se construye el futuro. Nuestro doloroso presente fue construido con nuestro desconocimiento, nuestra indolencia, nuestra falta de compromiso.
Azorados ante muchos hechos violentos protagonizados por jóvenes, no entendemos cómo estos no respetan la vida. Y se organizan marchas para pedir leyes más duras, baja de la edad de imputabilidad, mayor severidad en las penas…
Yo me pregunto:
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