sábado, 5 de septiembre de 2009

Belleza testimonial

Andrés Cáceres

El gran artista de la xilografía, comprometido socialmente con los trabajadores y los desheredados, tuvo la dicha de gozar en vida del reconocimiento a su obra, inserta en las corrientes del arte moderno a partir de las primeras décadas del siglo XX. Fundación Nuevo Mundo le ha dedicado un excelente libro, acorde con la jerarquía de su trabajo.

Como todo impreso, el grabado siempre estuvo muy cerca de las artes gráficas. Cuando fue posible su reproducción masiva (grabado en madera), se hizo eminentemente popular y se lo utilizó como parte de los libros, hasta que llegó a valer por sí mismo.

Goya, Rembrandt y Durero, entre otros, lo llevaron a primer plano y los japoneses le dieron características indelebles. La posibilidad de reproducirlo con absoluta fidelidad lo abarata y permite adquirir originales a precios accesibles.

Su técnica, tradicionalmente, se divide en xilografía (sobre madera), aguafuerte (metal), litografía (piedra) y serigrafía (planchas de seda), a la vez que cada grabador investiga técnicas propias, las combina e incluso recurre a la computadora. Todas las estampas son originales, tienen una tirada determinada y numerada y luego la matriz se destruye.

Mendoza tuvo el privilegio de contar, tempranamente, con una importante escuela de grabado, debido al impulso que le dieron, fundamentalmente, Sergio Sergi y Víctor Delhez, formando parte de esa producción rica, original y trascendente de nuestro país, a la que estuvo ligado, indisolublemente, Víctor Rebuffo.

Nacido en Turín, Italia, el 14 de febrero de 1903, arribó con su familia a la Argentina en 1906 y se radicó entre nosotros definitivamente, adoptando la ciudadanía en 1947.

Coinciden los críticos en que el clima espiritual familiar y su esforzada vida humilde contribuyeron a forjar su estilo, identificado con el material, al que le hace rendir sutilezas no vistas hasta entonces, aunque en un principio, buscó el carácter prístino e intenso del lenguaje gráfico y el contraste blanco-negro.

Rechazó, al decir de Vicente Caride, "los efectos retóricos del decorativismo y otorgó a la xilografía esas solicitaciones de sentido que le reclaman los conceptos de Van Gogh: 'La imprenta siempre ha sido para mí un milagro parecido al grano de trigo, que se vuelve espiga. Milagro de todos los días y por eso más grande aun: es siempre un solo dibujo y se cosechan muchísimos".

La Fundación Mundo Nuevo le ha consagrado el libro 'Víctor Rebuffo y el grabado moderno', con textos de Marcela Gené y Silvia Dolinko y edición de Diana B. Wechsler.

Los primeros pasos
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De esta excelente publicación, tomamos los textos que siguen. "Su entorno cotidiano fue el tema de las primeras obras: el paisaje del suburbio, de casas y árboles solitarios; las rutinas matinales del barrio, donde el cartero toca la puerta y el dependiente acerca las mejores frutas; el alto del carretero para aliviar al caballo, sediento de tanto trajinar; los hijos, pequeños entonces, sorprendidos en el sueño o al despertar, son escenas transcriptas a volúmenes de negros y blancos rotundos, oposiciones extremas que, en esta etapa, parecían no admitir matices.

Rebuffo busca su estilo personal. Ensaya con maderas y cortantes para explorar sus posibilidades expresivas, mientras atesora la primera nota sobre su trabajo, que publica la revista 'Áurea', a continuación del elogioso comentario que Eduardo González Lanuza le dedica a la serie de grabados sobre el 'Via Crucis' de Pompeyo Audivert: se cruza así en estas páginas, acaso por primera vez, con la obra de quien poco después se convertiría en gran compañero y admirado artista.

La función del arte
"La agitación política que sobrevino al quiebre del orden democrático por el golpe militar del treinta y que enfrentó a la sociedad en sectores ideológicamente antagónicos, se proyectó a la esfera de la cultura implicando a artistas e intelectuales en fuertes polémicas en torno de la función del arte en la sociedad.

Rebuffo, de simpatías filoanarquistas a las que les fue leal toda su vida, aunque sin comprometerse plenamente con la militancia, se alinea con artistas del grabado como Pompeyo Audivert, Demetrio Urruchúa y Lino Spilimbergo, entre otros, en las filas del antifascismo.

Se inicia, entonces, un período de intercambio con el medio artístico, que fructificó en replanteos temáticos y estéticos, además de cimentar relaciones de amistad que se mantuvieron de por vida.

Audivert fue para Rebuffo uno de los artistas a los que reconoció como sus mayores influencias, junto al grabador belga Frans Masereel; con Spilimbergo, el gran maestro y adalid de la lucha por el arte moderno, compartió pareceres y vocaciones pedagógicas; Urruchúa lo reconoció como uno de los nuevos valores del arte argentino.

"Las circunstancias de la realidad impulsaron a Rebuffo a los replanteos temáticos, y consiguientemente a la exploración de otros recursos expresivos. Las apacibles escenas del arrabal ceden terreno frente a las del mundo del trabajo y a la injusticia social, pues está imbuido de la lectura de los teóricos del anarquismo ruso, Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin, quienes, junto con León Tolstoi, también inspiraban la obra de Facio Hébequer, Bellocq y los 'Artistas del Pueblo'.

"Numerosos lazos unían a Rebuffo con el grupo de Barracas. Las mismas ideas acerca del hombre en la sociedad los llevaban a reflexionar sobre temas comunes y a sostener la defensa del grabado como un arte accesible para un público amplio, en particular para la clase trabajadora. Ejemplo de ello son las obras realizadas en los inicios de la década.

En 'Obreros en el taller', xilografía de 1932, subraya la tensión de los cuerpos por el esfuerzo en una tarea no siempre bien remunerada, y tanto la organización de la composición en ejes diagonales como la utilización de líneas curvas en el tratamiento de las figuras, contribuyen plásticamente a expresar el ritmo febril de la actividad.

Contrariamente, un clima de quietud que no es serenidad sino desasosiego, emana de la obra 'Inmigrantes' (1930-35). La familia de recién llegados, ensimismados, pensativos, enlaza sus cuerpos formando casi un bloque único que se recorta sobre el caserío, mientras en el horizonte se alza la gran ciudad. Es una distancia más imaginaria que real: la urbe se presiente, inalcanzable para los que, pobres en recursos, son confinados al suburbio".

Siqueiros en Buenos Aires
La llegada de Siqueiros a Buenos Aires en 1933 produce un impacto notable en el medio y ningún artista de izquierda o que se reconociera integrante de las filas del arte moderno, permaneció ajeno.

"Su polémica actuación en nuestras tierras a través de conferencias, la exposición en Amigos del Arte y su empresa muralista, no hicieron más que reavivar el fuego entre aquellos que sostenían posiciones enfrentadas en torno al arte y su misión social. Los grabadores vislumbraron el camino hacia la confirmación de la función de la obra múltiple en la sociedad capitalista y su posibilidad de difusión sin restricciones, volviendo a poner sobre el tapete los conceptos por los que ya en los '20 clamaban Facio y sus compañeros de lucha.

"La mítica 'Contra. La revista de los franco-tiradores', fue el vehículo de estos cruces, que bajo la consigna 'arte puro-arte de propaganda' sostuvieron, cada cual a su turno, Julio Payró y González Tuñón con Siqueiros. La incisiva réplica de Payró en el artículo titulado 'Pro domo mea' se acompaña con una xilografía de Rebuffo, que muestra el frente de una fábrica de un barrio de calle empedrada como escenario de la represión policial".

Los Andes, 05 – 09 – 09

La Quinta Pata

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