Romina Garshabene
Hay un juego simbólico tan grotesco y de tan mala leche en este fotomontaje, que a casi nadie se le pasó por alto esta imagen, atrayendo tanto a fanáticos como a detractores. Tanto así, que al tipo ahora, en las entrevistas de la tele, le dicen que tiene cara de prócer. ¡Con qué facilidad se pudo resignificar la cara de nabo o de nada de un cristiano como el Cleto, para colocarle en su lugar el retrato y los laureles más sagrados del Padre de la Patria! No es un juego inocente, es sucio y de muy mal gusto. Los verdaderos próceres no fueron creados por la prensa chota, ni por la pluma cómoda de los victoriosos, ni se les pasaba por la cabeza creerse algo más que mortales con mucha mala suerte. Si realmente toda la historia ocurre en un segundo resplandeciente donde las luchas del presente redimen los horrores del pasado, como decía Walter Benjamin, y si también pudiera ser al revés y el pasado pudiera colarse por una rendija para construir el presente, San Martín lo hubiera mandado a fusilar a Cleto ante el primer balbuceo: “por qué luchar contra los godos, General, pudiendo consensuar” o “déjeme a mí, General, tengo mis contactos en Chile, el potentado Coronel De Narváez es una bellísima persona”. Y lo mandaría a fusilar porque los traidores no tienen perdón en la historia, estos imbéciles pierden toda condición humana, se transforman en meros fantasmas que pretenden ilusamente colgarse de alguna efeméride que les quede cerca o al pasar.
Desvío Cósmico, 22 – 09 – 09
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