miércoles, 16 de septiembre de 2009

Criminalizar y proletarizar: Fayad, la capital y el capital

Federico Mare

Hay que definir una política de calidad para los habitantes. […] En estos últimos años hemos visto integrarse a nuestra geografía a esa población marginal de […] muy bajo nivel laboral. Nosotros solamente pretendemos que vivan en nuestra ciudad quienes están preparados culturalmente para vivir en ella […] No es para cualquiera sino para el que la merezca, para el que acepte las pautas de una vida comunitaria agradable y eficiente. Debemos tener una ciudad mejor para la mejor gente […] Se trató el problema en forma quirúrgica y tiempo récord.
Guillermo del Cioppo (intendente de facto de Bs. As., 1982

I

Si el actual intendente radical de la ciudad de Mendoza hubiese tenido la fortuna de ejercer su cargo durante la última dictadura militar, hubiese podido hacer públicas, con igual franqueza, sus similares concepciones urbanísticas. Pero no ha tenido esa suerte, y debe por ende callar —o maquillar— lo que piensa. Al igual que sucediera en la segunda mitad de la década del ‘60 con el general Onganía, Víctor Fayad perpetúa con férrea voluntad y espíritu metódico una política de criminalización de la pobreza que posterga para un futuro remoto y nebuloso —quimérico— el tiempo social de su gestión. Se siente demasiado a gusto en la edad de hierro —el tiempo económico del capital— como para bregar por una nueva edad de oro. (1) Quiere una Mendoza burguesa en esencia y apariencia, una Mendoza que resulte atractiva a sus habitantes más ricos y a los turistas e inversores del «primer mundo». No una ciudad, sino una ciudadela. Quiere una urbe de privilegios y exclusiones.

El alcalde impulsa en el departamento capitalino una caza de brujas —discursiva y práctica— contra el cuentapropismo ambulatorio precario en todas sus formas. Las coartadas son múltiples: legales, fiscales, sanitarias, urbanísticas, viales, estéticas y hasta morales. Hay que cumplir y hacer cumplir la ley, no pagar los impuestos es de mal ciudadano, la evasión tributaria es una práctica desleal, con las normas de sanidad no se juega, no se debe usurpar el espacio público, los cartoneros ensucian y afean la ciudad, los limpiavidrios ganan dinero a través de la prepotencia, la prostitución y el travestismo callejeros transgreden los valores de la familia y de una sana convivencia, etc. Pero si los pretextos que se esgrimen son muchos, la razón real que subyace a todos ellos es una sola: las necesidades del capital. Las necesidades de la capital, de sus moradores más humildes (trabajo, salud, educación, vivienda, etc.) le importan bastante menos. Gobierna para los propietarios, no para los proletarios.


II

22 de enero de 2008, 13:01: el diario Los Andes (on line), en su sección «Ultimas Noticias», informa: “La manifestación de cuidacoches de esta mañana [en la capital de Mendoza] terminó en nada: aún no se les asegura que mantendrán sus puestos de trabajo, pero el intendente Víctor Fayad dijo que no se dejará presionar por ellos y recordó que no son empleados de la Municipalidad”.(3) Primer nubarrón de la tormenta que vendría.

12 de marzo de 2008. Fayad declara a la prensa: “En el ámbito de la Capital no hay limpiavidrios y los chicos están muy bien contenidos. El programa (4) ha sido exitoso”. Luego acota: “Hay un fallo de la Suprema Corte, muy bien fundado, que prohíbe este tipo de actividades en las esquinas. Ahora también estamos intentando disuadir a los chicos que hacen malabares en las esquinas. Es un problema parecido. Es más, muchas veces les he ofrecido trabajo en la Municipalidad, pero no aceptan. O sea, que trabajo no les está faltando”. Mentiríamos si dijéramos que la postura del alcalde capitalino carece de respaldo jurídico. Lo tiene en la ordenanza 3587, herencia de Eduardo Cicchitti, su correligionario e inmediato predecesor. El artículo 1º de la misma establece: “Prohíbese en el ámbito de la ciudad de Mendoza la actividad denominada «limpiavidrios» de vehículos o cualquier otro uso que obstaculice al tránsito, en la intersección de las calles, avenidas y/o arterias de circulación de vehículos en zonas urbanas”. Cabe entonces hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué razón los limpiavidrios perseveran en su riesgoso, ingrato y contravencional oficio si, según Fayad, podrían acceder al Plan Juntos, ganar dinero e incluso estudiar o capacitarse? Para responder este interrogante, nada como escuchar la voz de la experiencia. Sebastián Abeiro (22) explica: “El plan no era para todos. Hay gente que nunca limpió vidrios y le dieron igual el plan. Nosotros queremos que nos dejen trabajar en paz. Si no nos permiten estar en las esquinas, que nos den un trabajo normal, no uno de ocho horas por 250 pesos como los del plan. Con eso no alcanza. Limpiando vidrios nos llevamos —algunos días— hasta 60 pesos” (5) .
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13 de marzo de 2008. El alcalde de Mendoza ordena el desalojo de los puestos de Plaza España y Paseo Garibaldi. Les ofrece a los artesanos dos alternativas bastante poco atractivas: la Alameda y la antigua estación del FF.CC. Gral. San Martín. ¿La coartada? Citamos el comunicado oficial: “La medida es fundamentada a partir de la vital importancia que tiene para el municipio que esta oferta sea motor del desarrollo de nuevas zonas, en las cuales la comuna se encuentra trabajando intensamente para su crecimiento integral” (6) . En pocas palabras, reordenamiento urbano. Los damnificados realizan protestas callejeras y reclamos judiciales. Sin embargo, lo logran torcer la férrea voluntad de las autoridades departamentales.

3 de abril de 2008. Fayad prohíbe que los lustrabotas ejerzan en la Avenida San Martín —principal arteria de la urbe capitalina— su tradicional oficio.(7) Las declaraciones de los afectados a la prensa local son por demás elocuentes: “de acá no nos van a mover”, “si me tengo que atar a la columna lo voy a hacer”, “correrme a las calles laterales no es negocio”, “acá vino un inspector que se presentó y mostró su credencial y me dijo que tenía que correrme. Así de simple”. Convicción, indignación y desesperación. Sobrevivir o no sobrevivir, esa es la cuestión.

6 de mayo de 2008. El intendente de Mendoza vuelve a la carga. Ordena la ejecución de un megaoperativo de limpieza (radio: seis manzanas; personal afectado: 200 policías, 60 preventores, 30 inspectores y un número no determinado de empleados de Servicios Públicos) contra los vendedores ambulantes que pululan en las inmediaciones del Mercado Persa. Los puesteros no se amilanan, y resisten el desalojo y la incautación. La policía no ceja en su accionar. Discusiones, insultos, forcejeos, peleas, corridas, arrestos… Imperturbable, Fayad declara: “no hay marcha atrás”. Y argumenta: “Lo que hacemos es hacer cumplir la ley y no hay marcha atrás, no es una medida autoritaria, pero sí de autoridad. Por eso les hemos ofrecido un espacio en un local ubicado en 9 de Julio y Godoy Cruz para que 150 personas puedan instalar allí sus puestos de venta” (8) . Lo que el intendente no aclara es que su «ofrecimiento» no es gratuito. Los vendedores ambulantes, «sedentarizados» por la fuerza, deberán pagar alquiler e impuestos, tal como lo hacen los comerciantes que tienen local… Primero el garrote, luego la tabla rasa. La retórica del celo legalista, de la racionalidad urbanística y del fair play tributario pretende ocultar las enormes iniquidades de una carrera en la cual, a diferencia de lo que sucede en el turf, el handicap brilla por su ausencia y las diferencias cualitativas entre los jockeys —y entre los caballos que éstos montan— resultan demasiado abultadas.

2 de julio de 2008: cerca de doscientos trabajadores ambulantes de variados oficios (vendedores, artesanos, cuidacoches, malabaristas, artistas, cartoneros y meretrices) realizan una manifestación de protesta frente a la Legislatura en contra de la política de «limpieza urbana» impulsada con puño de hierro por el intendente radical Víctor Fayad. Uno de los manifestantes —un inmigrante senegalés que comercia bijouterie— señala con franqueza y preocupación: “Si no puedo vender en la calle, no sé hacer otra cosa”. Una artesana que tenía un puesto en Plaza España afirma: “La Municipalidad no escucha a la gente y creen que así van a terminar con los delitos en las calles. Nosotros estamos trabajando, no somos delincuentes, es una gran confusión”. Cartoneros y cuidacoches denuncian persecuciones en su contra. (9)

Fines de abril/principios de mayo de 2009. Por orden del alcalde de Mendoza, y a pedido de un grupo de vecinos disconformes, las fuerzas policiales erradican en sucesivos operativos nocturnos la zona roja de la Tercera Sección. La tranquilidad y la decencia del vecindario han sido reimplantadas. “No se podía vivir”, “Las travestis dominaban las calles a su antojo y se hacía una situación insostenible, gritos, insultos, portazos, entre otras cosas”, “con sus posturas y escasa ropa arman un circo frente a nuestras casas, donde viven nuestros hijos”, etc.(10)

Junio de 2009. El implacable Fayad arremete ahora contra jóvenes malabaristas y artistas callejeros. Los desalojos y decomisos que la policía lleva a cabo en el departamento capitalino contra estos trabajadores ambulantes tienen por objeto —según fuentes oficiales— poner término a las demoras en el tránsito y a los ruidos molestos que los mismos generan con sus actividades contravencionales. (11) Una de las víctimas de este atropello estatal señala indignado: “no nos queda otra que pensar que están contra nosotros, los artistas” (12) . La ya citada ordenanza municipal nº 3587 es clara al respecto. Volvemos a citar su primer artículo: “Prohíbese en el ámbito de la ciudad de Mendoza la actividad denominada «limpiavidrios» de vehículos o cualquier otro uso que obstaculice al tránsito, en la intersección de las calles, avenidas y/o arterias de circulación de vehículos en zonas urbanas”.

Ese mismo día la oficina de prensa del municipio capitalino anuncia que ha creado un Comité de Espacios Públicos con la misión expresa de preservar el sacrosanto ordenamiento urbano del anárquico espontaneísmo laboral de los pobres. Un comité que, en su afán desmesurado de control social, recuerda al sombrío Nykterinos Syllogos (Consejo Nocturno) de Magnesia, la segunda polis aristocrática ideada por Platón. (13)

Pero no vaya a creerse que el sector privado no colabora con el estado en esta tarea de «limpieza». A modo de ejemplo, podemos mencionar los lacónicos letreros que la empresa de transporte urbano de pasajeros El Trapiche S.A. (alias Grupo 1) ha colocado en todos sus micros: “Está prohibida la venta en el interior de las unidades según ley 6082, decreto 862/84”. Han sido precisamente estos odiosos carteles —debo confesarlo— los que me han llevado a investigar esta problemática y escribir el presente artículo.


III

El 3 de julio de 2008 el blog de contrainformación La 5ta Pata publica un inestimable comunicado de prensa titulado “Artesanos, vendedores ambulantes, cartoneros, tarjeteros, trabajadoras sexuales: ¿Quiénes somos y qué somos?”. Las víctimas de la barbarie fayadista toman la palabra. La suya es la voz de los que no tienen voz. Un testimonio tan revelador como éste amerita una reproducción in toto:


Somos parte de la cultura regional y artística de nuestra ciudad. Siempre nos autogestionamos, y de esa forma tuvimos trabajo digno. Esa dignidad fue pisoteada, y de un día para otro nos sacaron sin explicaciones. Somos artesanos, queremos nuestro lugar.
Artesanos de Paseo Garibaldi y Plaza España

A los vendedores ambulantes se nos quitó a la fuerza de la calle, se nos trató como a delincuentes y no hubo ninguna solución viable. Quieren hacer un modelo de provincia y lo único que hacen es combatir a los que trabajan, creando más desocupación y miseria. Las plazas ahora están tristes y muertas.
Vendedores de calle Alem

Somos cartoneros porque necesitamos alimentar a nuestras familias. Tuvimos un oficio alguna vez y fuimos excluidos del sistema por la edad, el cierre de las empresas y las crisis económicas.
Cartoneros

Las últimas decisiones van dejando a muchos sin sustento para sus familias, en contra de la dignidad y de las propios programas del municipio. En todo este tiempo aprendimos a valorar y amar nuestro trabajo y familia. ¡No a la privatización del estacionamiento medido! ¡No a la suspensión de compañeros!

Tarjeteros del estacionamiento medido

No queremos que nos persigan, encarcelen, ni discriminen. Somos personas de trabajo, madres de familia y tenemos los mismos derechos que los demás. Por derogación de los art. 54, 55 y 56 del Código de Faltas.
Trabajadoras Sexuales

Hace años que trabajamos dignamente en la calle, somos solidarios, nos gusta colaborar. Con su atropello nos unieron: los lugares que ocupamos son más inseguros si no estamos en ellos. Por una justa vida social para la educación de nuestros hijos. No a la discriminación. Si a la igualdad de condiciones.
Vendedores ambulantes de las calles Gral. Paz, Godoy Cruz y Hospital Central


No somos delincuentes, somos padres y madres de familia que queremos vivir dignamente de lo que nos gusta y sabemos hacer. APÓYENOS, NOS ESTÁN DESPOJANDO DE NUESTRA CIUDAD, LA QUE NOS GUSTA, LA QUE HACEMOS ENTRE TODOS, LA QUE HACE A NUESTRA IDENTIDAD. (14)

“Siempre nos autogestionamos, y de esa forma tuvimos trabajo digno”, “se nos trató como a delincuentes”, “lo único que hacen es combatir a los que trabajan, creando más desocupación y miseria”, “las últimas decisiones van dejando a muchos sin sustento para sus familias”, “no queremos que nos persigan”, “no somos delincuentes”, “con su atropello nos unieron”, … Retengamos estas frases. Algunas de ellas ratifican lo que hemos planteado, y otras anticipan lo que analizaremos.


IV

Advirtamos ya que esta virulenta campaña coincide con una política municipal —y provincial— de mano dura en materia de seguridad: endurecimiento de penas, mayores recursos y atribuciones para la policía, uso creciente de la gendarmería como fuerza parapolicial, vista gorda ante la arbitrariedad desembozada de los uniformados, etc.

El pasado año se intentó por todos los medios realizar una reforma draconiana del Código Contravencional, que preveía, además de sanciones más severas, la creación de nuevas figuras delictivas y la ampliación de las ya existentes (incitación a la riña, gesticulación obscena o inmoral, difusión de mensajes injustificadamente alarmistas, emisión de ruidos molestos, demostraciones hostiles o provocativas —o también burlas— contra quienes celebran un acto público lícito, entorpecimiento del tránsito, vandalismo, pintadas y grafitis, distribución de publicaciones o panfletos sin pie de imprenta, obstrucción de remates, etc.), en ambos casos con una discrecionalidad tal que las autoridades de turno podrían en lo sucesivo conculcar impunemente garantías constitucionales tan básicas como la libertad de expresión y el derecho de reunión, sin los cuales toda manifestación pública del pueblo queda de antemano condenada a la represión, y todo reclamo que la misma canaliza, predestinado a la judicialización. Por fortuna, la ola de indignación que generó este impopular proyecto del senador «demócrata» (del Partido Demócrata) Carlos Aguinaga evitó que el mismo siguiera su curso luego de la media sanción en la cámara alta. Pero el peligro de esta legislación-mordaza, que haría de Mendoza un lugar no muy distinto a la distopía orwelliana de 1984, no ha desaparecido. La derecha está al acecho; aguarda una oportunidad propicia. (15)

Hay precedentes más antiguos desde luego, como el caso Morán, uno de los tantísimos episodios de «gatillo fácil» (¿existe un eufemismo más siniestro que éste?) que han acontecido en esta amarga Argentina de la posdictadura. Un año antes de que Fayad asumiera como intendente del departamento Capital, más exactamente en mayo de 2006, Mauricio Morán, un humilde muchachito de Perdriel (Luján de Cuyo) que alternaba el cursado escolar con la faena agrícola, fue asesinado por la policía instantes después de sustraer un poco de carbón de un tren de carga para calefaccionar su hogar. Datos no menores son que el carbón pertenecía a Repsol-YPF, y el tren de carga a ALL (América Latina Logística), dos poderosas empresas trasnacionales. Aunque hubo un juicio, el crimen aún sigue impune. Buena pauta de cuán clasista es el Poder Judicial de Mendoza. (16)

Nadie podría acusar al «Viti» Fayad de no estar a la altura de estas iniciativas totalitarias. Guardián celoso del libre tránsito, cancerbero de la puntualidad de los automovilistas —aspectos que, en su burguesa escala de valores, están por encima de «nimiedades» como la justicia social, el bienestar general y la dignidad del pueblo—, propuso en julio de 2008 que se crease un «protestódromo» (sic) (17) , esto es, un lugar circunscrito —la explanada de la sede municipal— para las protestas en regla y previamente autorizadas. El día 30 del corriente mes, el gremio docente fue multado por desobedecer la disposición. El escándalo y el aluvión de críticas que desató esta medida punitiva fue tan grande que el intendente capitalino no tuvo más remedio que dar el brazo a torcer, al menos por un tiempo, no obstante la buena acogida que tuvo su propuesta en el establishment local. Baste un ejemplo, el más acendrado: MDZ le reprochó con dureza su marcha atrás. Pretendía que el alcalde mendocino perseverase hasta el final en su tentativa de reducir la protesta de masas a un tamaño pocket. Más papistas que el papa los habrá siempre. (18)


V

La guerra sin cuartel que Fayad libra en su distrito contra el cuentapropismo ambulatorio precario no sólo coincide con el recrudecimiento de la mano dura, sino también con una política departamental y provincial que favorece irrestrictamente los intereses del gran capital a costa del bien común. Posiblemente la vitivinicultura, la mega-minería, la explotación petrolera y la producción de ajo sean los sectores más beneficiados, pero de ningún modo se trata de los únicos. Ilustremos con ejemplos estos cuatro casos paradigmáticos:

1) EXPLOTACIÓN DE PETRÓLEO: El 11 de diciembre de 2008, el gobernador justicialista de Mendoza Celso Jaque promulgó el decreto nº 3214, mediante el cual se oficializó la concesión por veinticinco años del 50% del yacimiento petrolífero Jagüel Casa de Piedra (Malargüe) a la empresa Petro Andina Resource. La circunstancia de que esta empresa canadiense mantuviese con el fisco provincial una deuda de 30 millones de pesos en concepto de regalías mal liquidadas (pago de una alícuota inferior a la estipulada por ley, deducciones ilegítimas, ajustes negativos de precios sin justificación y sospechosos depósitos en cuentas paralelas oficiales que ascendían a la igualmente sospechosa suma de 3 millones de pesos —es decir, el 10% del monto de la evasión) no fue óbice para que Jaque firmara el decreto sin vacilación alguna. Tampoco lo fue que existiese una causa judicial al respecto, ni que su subalterna Silvia Benítez, subsecretaria de Regalías, se lo recordase. Todo lo contrario: a causa de su «excesivo celo fiscal» la funcionaria fue despedida. Al Poder Ejecutivo provincial le bastó el compromiso verbal de pago asumido por la empresa. (19) Se ve que el gobernador es un hombre de palabra. ¿Por qué no habría de creer en la palabra de sus benefactores?

2) PRODUCCIÓN DE AJO: El 22 de diciembre, a instancias de su aliado Celso Jaque, el gobierno nacional rebajó a la mitad —de 5 a 2,5%— las retenciones a la exportación de ajo. Miguel Morales, presidente de ASOCAM (Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines de Mendoza), declaró: “la medida anunciada por el gobierno”, aunque insuficiente, “es bienvenida”. (20) Nada le importaron al poder político las reiteradas denuncias de los trabajadores ajeros contra las empresas del sector y sus prácticas ilegales de contratación laboral (uso intensivo de mano de obra infantil, asalarización encubierta a través de cooperativas truchas, etc.). Es vox populi que el gobierno provincial viene desde hace mucho tiempo haciendo la vista gorda ante este fenomenal expolio, en aras de no «comprometer» la rentabilidad de la corporación ajera con «controles rígidos». Para la patronal, nada de inspecciones y multas; y de yapa, menos retenciones. Para los jornaleros, una buena dosis de postergación y represión. Todo en nombre de la sacrosanta flexibilidad laboral. (21)

3) VITIVINICULTURA: En febrero de 2009, Jaque viajó a la ciudad de Buenos Aires para solicitarle al gobierno nacional que considere dos medidas paliativas para la «crisis» de la vitivinicultura mendocina: a) reducir a la mitad (de 5 a 2,5%) las retenciones a la exportación de vino y mosto, y b) utilizar los fondos previsionales para otorgar créditos blandos a las empresas del sector. (22) La corporación vitivinícola de Mendoza, agradecida. Máxime cuando el gobernador tuvo la deferencia de no hacer absolutamente nada sustantivo para remediar el alarmante cuadro de explotación laboral reinante en el sector (en la última vendimia, la paga promedio por cada tacho de uva —20 kg— fue de tan sólo $1). Ciertamente, con políticos tan solícitos como el ex intendente de Malargüe, las grandes bodegas no necesitan lobbistas.

4) MINERÍA: El pasado mes de agosto, el gobierno provincial —haciendo caso omiso del vendaval de críticas— emitió una declaración de impacto ambiental favorable al mega-proyecto minero Potasio Río Colorado (sur de Malargüe), impulsado por la compañía brasileña Vale. (23) En el mediano y largo plazo, los costos ecológicos, sociales y económicos que tiene este emprendimiento comercial para la provincia son inconmensurables: contaminación de las aguas del Río Colorado, incremento de los índices de morbilidad y mortalidad, dilapidación de las cada vez más escasas reservas gasíferas, deterioro de los cultivos, etc. El porvenir de Mendoza es sacrificado sin miramientos en el altar del dios Mercado. (24) Resulta difícil no recordar, para quien lo haya leído alguna vez, aquel amargo adagio del poeta Virgilio sobre la codicia humana que reza: quid non mortalia pectora cogis, auri sacra fames? (“¡A qué no arrastras a los mortales corazones, impía sed del oro!”). (25)


VI

Recapitulemos: la cruzada de Víctor Fayad y su tropa contra el cuentapropismo ambulatorio precario coincide, por un lado, con un revival —retórico y fáctico— de la mano dura, y por otro, con una activa política —provincial y nacional— de apoyo a los capitales oligopólicos. Esta doble coincidencia dista mucho de ser casual. Un lazo invisible une estrechamente a estos tres fenómenos. La concentración de la riqueza produce inexorablemente no sólo pobreza, sino también criminalización de la pobreza; y a su vez, la criminalización de la pobreza engendra inevitablemente no sólo protesta, sino también, represión de la protesta. Ésta es nuestra tesis.

En Pluto (c. 388 a.n.e.), su última comedia, Aristófanes pone en boca del dios la siguiente reflexión: “Cuando se han hecho ricos, desaparecen todos los límites a su maldad”. Gran verdad: el capital es, por definición, ilimitado. Y su desmesura—hybris diría el autor ateniense—, se halla en las antípodas del bien.


VII

La siguiente digresión nos permitirá develar este entramado de relaciones. Escribe Marx en El capital (t. I, cap. 4):

Para que el poseedor de dinero [capitalista] encuentre la fuerza de trabajo en el mercado, como mercancía, deben cumplirse diversas condiciones. [...] La fuerza de trabajo, como mercancía, sólo puede aparecer en el mercado en la medida y por el hecho de que su propio poseedor —la persona a quien pertenece esa fuerza de trabajo— la ofrezca y venda como mercancía. Para que su poseedor la venda como mercancía es necesario que pueda disponer de la misma, y por tanto que sea propietario libre de su capacidad de trabajo, de su persona [es decir, que no sea esclavo ni siervo].

[…] La segunda condición esencial para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como mercancía, es que el poseedor de ésta, en vez de poder vender mercancías en las que se haya objetivado su trabajo, deba, por el contrario, ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma [...] Para que alguien pueda vender mercancías diferentes a su fuerza de trabajo, ese alguien tendrá que poseer, naturalmente, medios de producción, por ejemplo materias primas, instrumentos de trabajo, etc. No se puede hacer botines sin cuero. Necesita, además, medios de subsistencia. Nadie puede vivir de los productos del porvenir [...] Al igual que en el primer día de su aparición sobre el escenario terrestre, el hombre cada día tiene que consumir antes de producir y mientras produce. Si los productos se fabrican en calidad de mercancías, es necesario venderlos después de producirlos, y las necesidades del productor sólo podrán ser satisfechas después de la venta […]

Para la transformación del dinero en capital el poseedor del dinero, pues, tiene que encontrar en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que, por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo.
[…] La naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de mercancías y por otra personas que sólo poseen sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación de ningún modo pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relación social común a todos los períodos históricos. Es en sí misma, ostensiblemente, el resultado de un desarrollo histórico precedente, el producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social.

No sólo el mercado laboral sino también el mercado a secas es un producto histórico, un constructo social. El mercado es sólo una de las tantas formas de circulación material que ha conocido la humanidad en su dilatado devenir. Es esta convicción teórica la que lleva al pensador de Tréveris a señalar lo siguiente:

También las categorías económicas antes consideradas llevan la señal de la historia. En la existencia del producto como mercancía están embozadas determinadas condiciones históricas. Para convertirse en mercancía, el producto no ha de ser producido como medio directo de subsistencia para el productor mismo. Si hubiéramos proseguido nuestra investigación y averiguado bajo qué circunstancias todos los productos o la mayor parte de ellos adoptan la forma de la mercancía, habríamos encontrado que ello no ocurre sino sobre la base de un modo de producción absolutamente específico, el modo de producción capitalista.

Recapitulemos ahora nosotros: a) el capitalismo presupone la circulación de los productos del trabajo como mercancías, es decir, el mercado; b) el capitalismo también presupone el trabajo asalariado, esto es, la disponibilidad de una masa de trabajadores legalmente libres y materialmente desposeídos. El obrero es quien no poseyendo nada para producir, debe subsistir alquilando su fuerza de trabajo. Si el esclavo o el siervo trabajaban para otro por obligación directa y expresa, el asalariado lo hace por necesidad. Es ante todo el hambre —«coerción económica» en términos marxianos— y no la ley, ni la costumbre, ni la religión, ni tampoco la fuerza —«coerción extraeconómica—, la que lo impele a trabajar para otro. Al fin de cuentas, “Es sólo la forma en que se expolia plustrabajo al productor directo, al trabajador, lo que distingue las formaciones económico-sociales, por ejemplo la sociedad esclavista de la que se funda en el trabajo asalariado” (t. I, cap. 7).

Avancemos: capítulo XXIV, «La llamada acumulación originaria». Dice allí Marx:

La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor. El proceso [...], por una parte, transforma en capital los medios de producción y de subsistencia sociales, y por otra convierte a los productores directos en asalariados. La llamada acumulación originaria no es, por consiguiente, más que el proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción. Aparece como «originaria» porque configura la prehistoria del capital y del modo de producción correspondiente al mismo.

Esta acumulación originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó del género humano. Se nos explica su origen contándolo como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos había, por un lado, una elite dirigente, y por el otro una pandilla de vagos y holgazanes. Ocurrió así que los primeros acumularon riqueza y los últimos terminaron por no tener nada que vender excepto su pellejo. Y de ese pecado original arranca la pobreza de la gran masa —que aún hoy, pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas— y la riqueza de unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace mucho tiempo. [...] En la historia real el gran papel lo desempeñan, como es sabido, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio motivado por el robo: en una palabra, la violencia. En la economía política, tan apacible, desde tiempos inmemoriales ha imperado el idilio. El derecho y el «trabajo» fueron desde épocas pretéritas los únicos medios de enriquecimiento, siempre a excepción, naturalmente, de «este año». En realidad, los métodos de la acumulación originaria son cualquier cosa menos idílicos.

Hablar de capitalismo es hablar de proletarización, y hablar de proletarización es hablar de violencia. El despojo produce resistencia, y la resistencia produce represión. La historia de la escisión entre los medios de producción y los trabajadores está escrita con sangre. No hay peticionantes ni donantes en este proceso, sino expoliadores y expoliados. Homo homini lupus. Marx ilustra su planteo con el caso inglés: las enclosures, los cercamientos. Describe con detalle cómo en la Pérfida Albión sucesivas leyes agrarias acabaron con el tradicional sistema de open fields (campos abiertos) y common lands (tierras comunes), permitiendo una fenomenal concentración de la propiedad territorial y una masiva proletarización (desalojo, éxodo y asalariamiento) del campesinado. Años después, el historiador francés Paul Mantoux, en su obra La Revolución Industrial en el siglo XVIII, desarrollaría y comprobaría ampliamente esta tesis.


VIII

También nuestro país ilustra este trágico modelo de desarrollo. A lo largo del siglo XIX, el capitalismo transformó a los altivos y errantes gauchos de las pampas en peones de estancia sumisos y sedentarios. Desde tiempos coloniales, al principio como cazadores y luego como pastores, los gauchos vivían de la libre apropiación del ganado. El inmenso patrimonio bovino de la región pampeana —un patrimonio que de facto siguió siendo común incluso después de que se privatizaran las tierras y emergieran las estancias— constituía el principal medio de subsistencia de las masas rurales rioplatenses. Durante la segunda mitad del siglo XIX, pari passu la región pampeana se incorpora de lleno al sistema capitalista mundial como proveedora de productos agropecuarios y el problema de la «escasez de brazos» se torna acuciante para los estancieros, una constelación de medidas oficiales y patronales asegura la escisión entre los trabajadores y sus medios de producción y subsistencia, es decir, el divorcio entre los gauchos y la pampa. Se sancionan y aplican leyes contra «vagos y mal entretenidos», se generaliza la papeleta de conchabo (26) , se utilizan los fortines de frontera como espacios de disciplinamiento social —recuérdese la trama del Martín Fierro—, se alambran los campos (27) y se establecen penas draconianas contra el abigeato (robo de ganado). (28) . Despojo y violencia mediante, el gaucho deviene peón de estancia, jornalero rural; es decir, se proletariza. (29)

A la vuelta de siglo, la ursprüngliche Akkumulation criolla ha terminado. El tandilense Rodolfo González Pacheco —periodista y escritor anarquista— nos dejó en uno de sus memorables Carteles un vívido retrato de este traumático proceso histórico. Data del año 1919 y se titula “Salud y R.S.”.
La pampa, que hoy han cargado de alambres como cadenas, los ricos, fue una vez libre. Las cruzaban los paisanos macerando con los cascos de sus potros los trebolares. Iban , igual que las aves de selva a selva, por ancha vía sin obstáculos, de pago a pago. Como el cielo ahora, ella estaba abierta entonces a la canción y a la audacia. Era una tierra gaucha.

Pero surgió el propietario. El hierro de los machetes milicos y el palo del crucifijo católico se trocaron en postes y rejas sobre la pampa. Y fue dividida en celdas la cancha inmensa, y tuvo capataces como un ingenio y portones y ordenanzas como una fábrica. El gaucho ganó la selva o la sierra; se hizo matrero.

Y es desde entonces ahora que, cada vez que dos de ellos se topan en un camino, o se apean bajo de un tala, o se guarecen de la intemperie en un puente, primero se ofrecen mutuos servicios, dividen caña y tabaco y exaltan las excelencias de sus caballos; pero al irse, al separarse, siempre, siempre, dejan caer, sobre el lacre oscuro y cálido de sus dos manos unidas, esta juramentación de cuño gaucho: “¡Güena salú y mal istinto!”.

Sí, sí. Buena salud para sobrellevar la mala vida; mal instinto para vencer, aunque sea a traición, el destino fiero. A este precio pueden seguir siendo gauchos todavía; gauchos libres sobre una pampa esclava…

El capitalismo demanda proletarización no sólo en su gestación sino también en su conservación. No hay reproducción del capital si al mismo tiempo no se reproducen las condiciones sociales de dicha reproducción, esto es, la separación entre los productores y los medios de producción y subsistencia. El edificio capitalista, que se construyó sobre las ruinas del campesinado, del artesanado y de otras clases análogas de productores independientes, es constantemente ampliado con los escombros del cuentapropismo.

Entre esos escombros hay, desde luego, numerosos vestigios de trabajo autónomo ambulatorio. Los laburantes callejeros son los gauchos de nuestro tiempo.


IX

Pero estos nuevos contingentes del proletariado sólo parcialmente son absorbidos por la estructura ocupacional del capitalismo. Marx era plenamente consciente de de este fenómeno. El incremento de la productividad del trabajo mediante la innovación tecnológica, es decir, el aumento del componente constante del capital (medios de producción) en detrimento de su componente variable (fuerza de trabajo) —un fenómeno típico del capitalismo—,


[…] produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua […] La población obrera, pues, con la acumulación del capital producida por ella misma, producen volumen creciente los medios que permiten convertirla en relativamente supernumeraria. Es una ley de población que es peculiar al modo de producción capitalista […] Pero si una superpoblación obrera es el producto necesario de la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una base capitalista, esta superpoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acumulación capitalista, e incluso en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas. Esa superpoblación crea, para las variables necesidades de valorización del capital, el material humano explotable y siempre disponible […] (30)


En suma, la emergencia repentina de nuevos sectores productivos requiere cierto volumen de mano de obra desocupada. Por eso el desempleo es, más allá de sus altibajos cíclicos, una constante estructural del capitalismo.

Pero existen otras dos razones por las cuales los bolsones de desocupación son funcionales a los intereses de la burguesía: 1) mantienen elevado el nivel de oferta en el mercado de trabajo —un buen recurso para evitar el encarecimiento de los costos salariales y el consiguiente descenso la tasa de ganancia— y 2) producen un efecto disciplinador sobre los trabajadores ocupados —en principio como espectro amenazador, y llegado el caso, como cantera donde reclutar rompehuelgas. En síntesis, la dinámica de acumulación inherente al modo de producción capitalista requiere tanto de proletarios actuales —empleados— como potenciales —desempleados—.

El análisis científico-crítico más lúcido sobre el fenómeno de la desocupación en el capitalismo que el autor de estas líneas ha leído es La hez de la humanidad de Paul Mattick (31) . Escrito no casualmente en 1935 —es decir, en medio de la Gran Depresión—, este ensayo económico-sociológico es una cantera inagotable de argumentos y datos reveladores. El siguiente pasaje es un buen ejemplo. Lo citamos in extenso porque nos permitirá avanzar en nuestra indagación.


La miseria, el lumpemproletariado (32) y la delincuencia no son resultado de las crisis capitalistas. Esas crisis solo pueden explicar el gran aumento de estos fenómenos. El desempleo acompaña todo el desarrollo del capitalismo y es necesario en el actual sistema productivo para mantener los salarios y las condiciones de trabajo a niveles bajos correspondientes a lo que exige una economía generadora de ganancias. A pesar de que el desempleo por sí solo no explica la hegemonía del capital sobre los trabajadores, sí explica el reforzamiento de esa hegemonía. Independientemente del efecto providencial que tiene el ejército industrial de reserva sobre la tasa de ganancia obtenida por las diversas empresas, la misma existencia de ese ejército tiene su base en las leyes económicas que determinan el funcionamiento de la sociedad capitalista. La tendencia de la acumulación del capital a producir capital superfluo por una parte y exceso de población por otra se ha convertido en una dolorosa e innegable realidad. De esta manera hay que admitir, aunque sea a regañadientes, que el desempleo nunca podrá ser eliminado del todo [en la sociedad burguesa]. Así, los esfuerzos se dirigen menos a combatirlo que a disminuir los peligros que implica para la sociedad. De ahí también las vigorosas discusiones sobre la reforma del sistema penal, que son un reflejo de los cambios habidos en el mercado laboral. Incluso H. L. Menken […] ha propuesto introducir en el sistema penal estadounidense prácticas como las de China, a saber, la eliminación física ilimitada de los delincuentes con o sin prueba de culpabilidad, una forma de justicia habitual en los países en los que existe sobrepoblación crónica. En Alemania se habla de introducir el castigo corporal que estuvo en boga durante la Edad Media, ya que las prisiones han dejado de ser instrumentos disuasivos y la fuerza de trabajo gratuita de los presos ya no puede utilizarse. La mayor miseria que resulta de las crisis permanentes y el desempleo a gran escala disminuye el miedo al castigo, ya que la vida en la cárcel no es mucho peor que la existencia fuera de ella. Los delincuentes cada vez son más, lo que empuja a un subsecuente embrutecimiento de los castigos. De ahí a la imposibilidad de reformar a los internos de las prisiones. Como ha dicho Bernard Shaw, “cuando se llega a los estratos más pobres y más oprimidos de nuestra población se encuentran condiciones de vida tan miserables que resulta imposible administrar una prisión humanamente sin hacer la vida del delincuente menos mala que la de muchos ciudadanos libres. Si la prisión no es peor que los barrios bajos en lo que a miseria humana se refiere, los barrios bajos se vaciarán y las prisiones se llenarán”. De forma que el castigo legal no solo es bárbaro y se ve impelido a una mayor barbarie, sino que sus instituciones se convierten en semilleros de delincuencia, como prueban las estadísticas que muestran que la mayoría de quienes estuvieron en prisión vuelven otra vez a ser encarcelados.


X

Ahora bien: para que los desempleados cumplan efectivamente su rol de ejército de reserva del capital es preciso que participen del mercado de trabajo como oferentes, esto es, que busquen un empleo en relación de dependencia. Deben esforzarse por recuperar su condición de asalariados del capital. Dicho de otro modo, es necesario que no trabajen por cuenta propia, que se abstengan de toda ocupación laboral autónoma. Si lo hiciesen, dejarían de ser una masa laboral en disponibilidad. Por lo tanto, asuma la forma que asuma, el cuentapropismo ambulatorio precario es una piedra en el zapato del capital. De ahí que la burguesía y el Estado le sean —y le hayan sido siempre—, aquí y en todas partes, hostiles.(33) El problema de fondo con los vendedores ambulantes, los cartoneros, los lustrabotas, los limpiavidrios, los cuidacoches, los malabaristas, las meretrices, las travestis y todas las personas que se ganan la vida en la calle —incluyendo los mendigos y los bandidos— es que no se conchaban, no alquilan su fuerza de trabajo a los capitalistas.(34) Cierto: tampoco los trabajadores autónomos de clase media —los comerciantes minoristas por ejemplo— lo hacen. Pero el cuentapropismo lumpemproletario (35) es mucho más vulnerable que el cuentapropismo pequeñoburgués. Nada hay de extraño en que el capital se ensañe con la capa social más desvalida, y por consiguiente, más rápida y fácilmente proletarizable. Por lo demás, el mercado sabe bien cómo reducir los contingentes de la clase media. No es preciso criminalizarla para desposeerla. La competencia, el libre juego de la oferta y la demanda, es suficiente.
A quien sí el Estado burgués debe criminalizar para engrosar las filas del ejército de reserva del capital es al lumpemproletariado. El endurecimiento de las sanciones legales contra sus estrategias ambulatorias de supervivencia es un fenómeno que se inscribe en un proceso de re-proletarización. Sólo privándolos de toda oportunidad alternativa de subsistencia es posible reintegrarlos a la condición de des-empleados, es decir, de oferentes de trabajo asalariado. Deben, por lo tanto, ser escindidos de sus medios de producción e intercambio: los vendedores ambulantes, de sus mercaderías; los artesanos, de sus artesanías; los malabaristas, de sus clavas y antorchas; los limpiavidrios, de sus baldes y secadores; los lustrabotas, de su cajón de lustrar; etc. La forma específica que asume esta desposesión es la incautación y el desalojo policiales, a menudo seguidos de arresto.

Salvo en ciertos casos —como el de los puesteros—, donde la magnitud de la incautación puede llegar a ser muy significativa —en términos relativos—, el elemento fundamental del acto confiscatorio está dado por el desalojo. Dada su propia naturaleza, el trabajo ambulante supone un uso extremadamente limitado —en cantidad, volumen y peso— de medios de producción e intercambio. No es mucho lo que puede llevarse consigo cuando se recorre las calles en busca del sustento diario. Es sobre todo la imposibilidad de ejercer el oficio en ciertos lugares clave de la ciudad (avenidas importantes, zonas céntricas, plazas y parques, terminales, etc.) lo que ocasiona la ruina y la re-proletarización. Siempre existe, en teoría, la chance de seguir trabajando en sitios periféricos donde la presión policial sea menos intensa, o «manejable». Pero el costo económico de este «descentramiento topográfico» puede resultar, en muchos casos, insostenible. Salta a la vista que no es lo mismo lustrar zapatos, limpiar vidrios, ofertar sexo, pedir limosna o vender bijouterie en las grandes avenidas del centro que hacerlo en las calles apartadas de los barrios. El espacio físico en el que se realiza la actividad laboral siempre forma parte —como bien lo advirtiera Marx— (36) de los medios de producción e intercambio. El locus standi del trabajador es, en sí mismo, un medio de trabajo. Esta afirmación de alcance general es particularmente cierta en el caso del cuentapropismo ambulatorio precario, en el cual el lugar lo es todo. Para el laburante callejero éste no sólo cuenta en tanto soporte físico, sino también —y sobre todo— en tanto ubicación estratégica. Es mucho más que un lugar donde poder trabajar: es un lugar donde poder trabajar con cierto éxito. Un intersticio urbano que constituye, a la vez, una oportunidad mercantil. (37)


XI

HENGIST.— ¿A quién perteneces?
SIMON.— Soy un sirviente, y sin embargo, soy un hombre sin amo, señor.
HENGIST.— ¿Cómo es posible una cosa así?

Thomas MIDDLETON, Hengist, rey de Kent (1661), acto II, escena III.


XII

No hay reproducción satisfactoria del gran capital sin ejército de reserva, no hay ejército de reserva sin proletarización, no hay proletarización sin destrucción del cuentapropismo ambulatorio precario, no hay destrucción del cuentapropismo ambulatorio precario sin criminalización de sus estrategias y represión de sus resistencias. La política de «reordenamiento urbano» que Víctor Fayad impulsa en la ciudad de Mendoza es una muestra acabada de este proceso.
Con ello no quiero decir que exista un plan conspirativo o algo semejante. De lo que hablamos es de una lógica estructural, de una dinámica social que trasciende la figura de Fayad. Desconozco cuál es el grado de intencionalidad o conciencia que el intendente capitalino tiene en relación a las implicaciones últimas de su política. Me limito a constatar un hecho objetivo: su gestión es absolutamente funcional a las necesidades del capital y, por consiguiente, contraria al bienestar general. Sepa o no sepa lo que hace, lo cierto es que lo hace. Desde una perspectiva sociológica macro, poco importa si se trata de un supremo acto de cinismo o de una renegación (Verleugnung) en sentido freudiano: el resultado objetivo es el mismo, y eso es lo que verdaderamente importa. Como apuntó Marx en el prólogo de su Contribución a la crítica de la economía política, “no se juzga a un individuo por la idea que él tenga de sí mismo” sino por su actuación real. “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el árbol podrido da malos frutos. El árbol sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede el árbol podrido dar buenos frutos. Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7. 15-20). Juzguemos entonces a Fayad no por lo que dice que hace, sino por lo que efectivamente hace.


XIII

Resulta por demás sintomático que en estos tiempos de «inseguridad» al palo y machacantes reclamos draconianos —en los que la pena de muerte aparece como la solución final al problema de la delincuencia—, exista un nivel de tolerancia tan extremadamente bajo, de parte de la burguesía y la clase media, hacia el asistencialismo, la mendicidad, el cartoneo y demás formas precarias de cuentapropismo ambulatorio. Es evidente que los desempleados no pueden buscar un empleo asalariado por los siglos de los siglos, y que cuando esa búsqueda es largamente infructuosa, la única alternativa posible a la muerte por inanición o al choreo es sobrevivir trabajando o mendigando en la calle, o percibiendo un subsidio. No hay —dentro del sistema— más opciones que éstas. Pretender que los desocupados crónicos se abstengan no solamente de robar, sino también de hacer piquetes, pedir limosnas, cobrar subsidios, recolectar basura y encarar cualquier otra estrategia laboral en la vía pública; para de esa forma no «afear», «ensuciar» y «contaminar» la ciudad, ni «molestar» a quienes viven en ella; es pretender que sacrifiquen sus vidas por la propiedad privada. Este desideratum tan desmesurado, que bloquea todas las salidas y no sólo la del robo, y que deja como única «chance» languidecer en el ejército de reserva del capital, no puede reducirse al miedo inocente de una población sugestionada por la tragedia —real o mediática (mediática para mí)— de la inseguridad. Dicha pretensión revela también —y sobre todo— cuán profunda es la identificación de las clases propietarias con la lógica capitalista imperante. Son cómplices de la exclusión, aunque sus miembros individuales no lo asuman.

Fayad podrá ser más o menos consciente de los presupuestos clasistas de su gestión como intendente de la capital mendocina. Pero esta contingencia de orden subjetivo no opaca el hecho objetivo y esencial de que dichos presupuestos existen y son determinantes. Su política ha sido ampliamente funcional a los intereses de la burguesía. Ha criminalizado y proletarizado. Ha puesto la capital al servicio del capital. Lo sepa o no sepa, lo admita o lo niegue, éste es su legado. Quien encarna el privilegio, encarna la injusticia.


XIV

En su discurso de despedida de la Secretaría de Trabajo y Previsión, pronunciado el 10 de octubre de 1945, Juan Domingo Perón hizo la siguiente recomendación a sus simpatizantes obreros: “Les pido también que conserven una calma absoluta”, y cumplan “con lo que es nuestro lema de siempre, del trabajo a casa y de casa al trabajo”. Difícilmente se pueda hallar una máxima política más representativa del pensamiento de Víctor Fayad. Las calles de la ciudad de Mendoza son para él nada más que lugares de paso entre el hogar privado y la empresa privada, o lugares de paseo para las familias y los turistas. Pero jamás lugares de trabajo autónomo precario. Y mucho menos lugares de protesta social. De ahí su lucha enconada contra los vendedores ambulantes, los puesteros artesanos, los limpiavidrios, los cuidacoches, los malabaristas, los artistas callejeros, las trabajadoras sexuales y los cartoneros. No les perdona que pululen por la vía pública sin papeleta de conchabo. Su concepto de la libertad de tránsito es estrechamente burgués, y en él radica la clave para comprender su modelo urbanístico. Un modelo de exhibicionismo e invisibilización, que viste de gala al capitalismo a la vez que soterra —como en el film Metrópolis de Fritz Lang— las condiciones sociales de su reproducción. Porque para Fayad y su clase, la riqueza tiene cara de santa y la pobreza cara de hereje.


¡A la calle!

La calle es la cara del pueblo. En ella, y no en su corazón y su cerebro, canta o ruge su verdadera vida. Ahí se encrespa, y por ahí, hinchada vena, se precipita al asalto de las más ariscas cumbres: la libertad y la justicia.

La calle es el verdadero rostro nuestro. En él, en ella, deben estar hoy nuestro enojo y nuestro grito. En sus puertas y ventanas —boca y ojos— deben ser las protestas y las tormentas. Negras y rojas, como los hierros y como las llamas.

Si no ganamos las calles, no ganaremos nada; no habremos siquiera entrado al combate. Si en ella no está ahora —¡oh, compañeros!— nuestra sangre y nuestra vida, alborotadas, calientes, es que en realidad no estamos en ninguna parte. Es que no tenemos cara. […]

La calle es tu cara, obrero. Tu gesto duro y penetrado debe estar hoy entre miles de gestos de tus hermanos. Únelo con los de ellos, como una vena a otra vena, para que sean incontables las calles en que circule la indignación del mundo. […]

Hombre y mujer del pueblo: tu rostro es la calle y en a calle debe estar todas sus vidas. Si […] no ganamos la calle, no ganaremos esta batalla. ¡A la calle! ¡A dar la cara!


Rodolfo González Pacheco


(1) “En un primer momento los inmortales […] crearon una raza áurea de hombres mortales. Éstos existían en época de Cronos, cuando él reinaba sobre el Cielo, y vivían como dioses sin preocupaciones, sin trabajo y miseria, ni siquiera la terrible vejez estaba presente, […] Se regocijaban en los banquetes lejos de todo mal […] Tenían toda clase de bienes y la tierra de ricas entrañas espontáneamente producía mucho y abundante fruto; ellos tranquilos y contentos compartían sus trabajos con muchos deleites. […] Y después no hubiera querido yo estar entre los hombres de la quinta raza, sino que hubiera querido morir antes o nacer después. Pues ahora existe una raza de hierro; ni de día, ni de noche cesarán de estar agobiados por la fatiga y la miseria; y los dioses les darán arduas preocupaciones” (HESÍODO, Los trabajos y los días, 110-19 y 174-179).

(2) En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el jefe de gobierno Mauricio Macri viene impulsando una política muy parecida. Los cartoneros han sido uno de los sectores más afectados por la misma. El gobierno porteño ha esgrimido pretextos similares: revolver basura atenta contra la higiene, el orden y la belleza de la ciudad. Pero el macrismo aduce una excusa adicional: la ley 14346 de Protección al Animal. Los cartoneros —se denuncia— explotan, maltratan y hambrean a sus caballos. Recriminarle a personas excluidas e indigentes que tengan un comportamiento ejemplar con los caballos es un acto de suprema hipocresía. La obscenidad de la derecha argentina no conoce límites. Se rasga las vestiduras porque se explota, maltrata y hambrea a animales, olvidando que ella hace otro tanto con seres humanos. Los cartoneros son sujetos a los que la sociedad ha condenado a la autoexploración más extrema. Es por ello comprensible que tenga actitudes propias de un esclavo. El maltrato a los caballos es una de ellas. Supo decir Marx que el esclavo “hace sentir al animal y la herramienta que no es su igual, sino hombre. Adquiere el sentimiento de la propia dignidad, de la diferencia que los separa de ellos, maltratándolos y destrozándolos con amore” (El capital, t. I, cap. 5, nota 17).

(3) Vid. www.losandes.com.ar/notas/2008/1/22/un-254890.asp. El conflicto tenía antecedentes importantes. Cfr. Los Andes, 4/10/2006: www.losandes.com.ar/notas/2006/10/4/departamentales-209484.asp; y también la edición on line del mismo diario con fecha 16/8/2007: http://190.3.11.106/notas/2007/8/16/departamentales-239121.asp.

(4) Se refiere al Plan Juntos, puesto en práctica en el año 2004. Se le daba a cada joven un subsidio de 250 pesos al mes durante el lapso de un año a cambio de una contraprestación de tipo educativo. Cfr. Los Andes, 22/3/2006: www.losandes.com.ar/notas/2006/3/22/departamentales-188092.asp.

(5) Los Andes, 13/3/2008: www.losandes.com.ar/notas/2008/3/13/departamentales-349292.asp.

(6) Los Andes, 13/3/2008: http://190.3.11.106/notas/2008/3/13/un-349406.asp.

(7) Cfr. Los Andes, 4/4/2008: www.losandes.com.ar/notas/2008/4/4/departamentales-352574.asp.

(8) Los Andes, 7/5/2008: http://190.3.11.106/notas/2008/5/7/departamentales-357454.asp.

(9) Cfr. Los Andes, 3/7/2008: www.losandes.com.ar/notas/2008/7/3/departamentales-367512.asp.

(10) Los Andes, 18/6/2009: www.losandes.com.ar/notas/2009/6/18/departamentales-430405.asp.

(11) Cfr. Los Andes, 17/6/2009: www.losandes.com.ar/notas/2009/6/17/departamentales-430174.asp.

(12) Crítica de la Argentina, Bs. As., 18/6/2009: www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=26148. Posiblemente el joven se refiriera a la polémica decisión del intendente Fayad de vender el histórico edificio del Teatro Municipal Mendoza.

(13) Vid. PLATÓN, Leyes, XII.

(14) http://la5tapatanet.blogspot.com/2008/07/artesanos-vendedores-ambulantes.html

(15) Cfr. MDZ, 30/6/2008, www.mdzol.com/mdz/nota/55343-Jaque-y-Aguinaga-buscan-consensuar-un-plan-de-C%C3%B3digo-Contravencional. O bien, la edición del 30/9/2008: www.mdzol.com/mdz/nota/73967-Aprobaron-la-reforma-del-C%C3%B3digo-de-Faltas. Para una visión alternativa, véase La 5ta Pata, 25/10/2008, http://la5tapatanet.blogspot.com/2008/10/cdigo-contravencional-reaccionario.html.

(16) Vid. SILVA, Horacio Ricardo, “Los miserables (a propósito del crimen del chico Morán)”, en: La 5ta Pata, 3/7/2008, http://la5tapatanet.blogspot.com/2008/07/los-miserables-propsito-del-crimen-del.html.

(17) Además de siniestro por su connotación fascistoide, el neologismo «protestódromo» es disparatado en su etimología. Las palabras que presuntamente lo justificarían por analogía («autódromo», «hipódromo», «velódromo», «canódromo», etc.) no refieren con su sufijo «dromo» al concepto de lugar, sino al de carrera deportiva (tal es el sentido del vocablo griego dromos). Por lo tanto, «protestódromo» no significa «lugar de protestas» sino «carrera de protestas».

(18) Cfr. MDZ, 30/6/2008, www.mdzol.com/mdz/nota/73679-Medidas-que-Fayad%20impulsó-y-quedaron-en-nada

(19) Cfr. MDZ, 16/2/2009: www.mdzol.com/mdz/nota/104095-Jaque-entreg%C3%B3-un-yacimiento-petrolero-a-una-empresa-que-le-debe-al-Estado-30-millones.

(20) Los Andes, 23/12/2008, www.losandes.com.ar/notas/2008/12/23/economia-399971.asp.

(21) Vid. SILVA, Horacio Ricardo, “Ristras que parecen cadenas”, en: El Antirrepresivo (CORREPI), Bs. As., dic. de 2008. O bien, La 5ta Pata, 20/2/2009: http://la5tapatanet.blogspot.com/2009/02/el-trabajo-esclavo-de-los-ajeros-de.html.

(22) Cfr. www.cavaargentina.com/es/noticias-nacionales/proponen-destinar-fondos-de-los-jubilados-para-prestar-a-las-bodegas.html.

(23) Cfr. MDZ, 17/8/2009: www.mdzol.com/mdz/nota/152555-Megaproyecto-minero-de-Malarg%C3%BCe-ya-tiene-la-aprobaci%C3%B3n-de-Jaque.

(24) Vid. http://www.alihuen.org.ar/index2.php?option=com_content&do_pdf=1&id=925

(25) VIRGILIO, Eneida, III, 56.

(26) Certificado de trabajo en relación de dependencia. Su tenencia era obligatoria. No portarla era un delito duramente castigado. El infractor era reclutado como miliciano y enviado a la frontera por un período de tiempo indeterminado, un destino del que era usual no volver. Si no resultase inconstitucional, seguramente Fayad volvería a ponerla en vigor…

(27) Los alambrados fueron a la pampa rioplatense lo que los setos a la campiña inglesa: encarnaciones paisajísticas de la propiedad privada, señales in situ de la agrimensura burguesa.

(28) Vid. SALVATORE, Ricardo, “Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarización en la era de Rosas”, en: Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, nº 5, Bs. As., UBA, 3º serie, 1º semestre de 1992, pp. 25-47.

(29) Suerte similar le cupo al cowboy del Lejano Oeste norteamericano, como lo ilustra magistralmente La pradera sin ley (1955), el notable western de King Vidor. El vaquero Dempsey Rae (Kirk Douglas), cual gaucho alzado, se rebela contra la civilización del alambrado en defensa de su modo tradicional de vida. Por cierto, ese modo tradicional de vida poco tiene que ver con el American way of life de la retórica conservadora y patriotera yanqui, por mucho que les pese a los actuales rancheros anglo-texanos, a Philip Morris International —dueña de la marca de cigarrillos «Marlboro»—, a la membresía de la Asociación Nacional del Rifle y a los admiradores del género western a lo John Wayne y Ronald Reagan.

(30) MARX, Karl, El capital, t. I, cap. 23.

(31) Activista y teórico germano-estadounidense de orientación marxista-consejista (1904-1981).

(32) Castellanización del término alemán lumpenproletariat («proletariado en harapos»), acuñado por Karl Marx. Alude a la franja más baja de la pirámide social, a los obreros desempleados y pequeñoburgueses arruinados que nunca logran salir a flote. Un sector marginal que sobrevive merced al asistencialismo —estatal, privado o de ONGs—, a la mendicidad, al bandidismo —u otras actividades ilegales— y a formas muy precarias de cuentapropismo, como la venta callejera, la recolección de residuos, las exhibiciones artísticas a la gorra, el cuidado de vehículos estacionados en la vía pública, el trabajo sexual, etc. Como sucede con el proletariado, también el lumpemproletariado tiene en su seno una «aristocracia», es decir, una capa relativamente más acomodada. Tal sería, por ejemplo, el caso de los artesanos puesteros que logran prosperar gracias a la venta de souvenirs en plazas o paseos muy concurridos por turistas.

(33) Demostrar esta afirmación excedería ampliamente el propósito de este escrito. Más arriba hemos visto, de todos modos, algunos ejemplos históricos relevantes. Marx dedica varias páginas de El capital (en especial, el citado capítulo sobre la acumulación originaria) a las poor laws inglesas. Ellas constituyen otro caso histórico por demás ilustrativo. En cuanto a la universalidad actual del fenómeno, una pesquisa rápida en algún buscador de Internet de la frase combinada «trabajadores ambulantes» y «represión policial» daría una buena pauta de la misma.

(34) Dicho razonamiento también es aplicable al odio visceral que la derecha argentina profesa hacia los planes asistenciales del estado (subsidios por desempleo, pobreza, etc.). Este encono nada tiene que ver con preocupaciones de índole ética. Obedece a razones mucho más mundanas: los intereses de la burguesía. El asistencialismo gubernamental en gran escala impide que la masa de desocupados funcione efectivamente como ejército de reserva del capital. Recordemos que la proletarización supone no sólo que los trabajadores independientes sean separados de los medios de producción e intercambio, sino también de los medios de subsistencia. Y dado que los subsidios por desempleo o pobreza constituyen medios indirectos de subsistencia (dinero conque comprar productos de la canasta familiar), el asistencialismo desalienta —al igual que sucede con el cuentapropismo ambulatorio— la conformación de un mercado laboral con niveles de sobreoferta satisfactorios para los demandantes, es decir, para los empleadores capitalistas. Frases como “el asistencialismo del gobierno destruye la cultura del trabajo y atenta contra la dignidad humana” o “los planes sociales se inscriben en una estrategia demagógica y clientelística”, aunque no exentas de verdad, son en realidad —cuando están en boca de los portavoces políticos y mediáticos del poder económico— meros ejercicios de retórica opositora, tal como lo demuestra el silencio conspicuo que estos personajes mantienen ante las fabulosas prebendas que las grandes empresas reciben del estado. Esta otra forma de asistencialismo rara vez es criticada por los neoliberales. A su juicio, el paternalismo gubernamental sólo es malo cuando beneficia a los pobres. En este caso se habla despectivamente de «dádivas», «fomento de la vagancia» y «populismo», mientras que en el caso inverso se habla eufemísticamente de «ayuda económica», «salvataje financiero», «plan de emergencia», etc. Nunca la ecuanimidad de juicio y el afán de lucro han ido de la mano.

(35) El término tiene, en la tradición marxista, una connotación peyorativa que no comparto. Sin embargo, no existe —al menos que yo conozca— un sinónimo más neutro. Por eso he optado por emplearlo, aunque entre comillas. El poeta libertario alemán Erich Mühsam acuñó la ingeniosa —y nada negativa— expresión «quinto estado», pero la misma carece de un derivado adjetival. (En la Francia del Antiguo Régimen se denominaba «primer estado» al clero, «segundo estado» a la nobleza y «tercer estado» al pueblo llano. Como al interior de este último estamento la burguesía detentaba un rol hegemónico, los socialistas comenzaron a utilizar la expresión «cuarto estado» para referirse a la clase trabajadora).

(36) Cfr. El capital, t. I, cap. 5.

(37) El testimonio explícito más antiguo que conozco de la importancia que reviste la ubicación espacial para quien vive de la calle ya aparece consignada en la Odisea (siglo VIII a.n.e.). En el canto XVII, Homero pone en boca del protagonista (Odiseo) —que a la sazón simula ser un ptôchos, indigente que vive de la limosna— la siguiente frase: “para un mendigo es mejor mendigar en la ciudad que en los campos” (v. 18-19).



La Quinta Pata, 16 – 09 – 09

La Quinta Pata

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