Tux
Así como desde hace un mes atrás los monopolios mediáticos instalaron la discusión sobre la nueva ley de medios audiovisuales bajo el rótulo de la "ley k de control de medios"; ahora, cuando se comienza a tratar una ley que regule la obligatoriedad del examen de ADN para identificar a hijos de desaparecidos, los títulos periodísticos hablan de "ley de extracción compulsiva de sangre para realizar ADN".
Esta manipulación es tan artera como falsa, porque lo que se está a punto de debatir es justamente la utilización de otros métodos no invasivos, distintos a la extracción sanguínea, para identificar fehacientemente a aquellas personas que hoy son víctimas de un delito cotidiano, como lo es el robo de su identidad. Estas metodologías ya son usadas habitualmente por la justicia desde hace por lo menos 5 años, cuando se comenzaron a secuestrar de los domicilios de los potenciales damnificados, ropa, peines o cepillos de dientes de donde se pueden extraer muestras para las pruebas científicas. En todo caso lo que la ley viene a hacer es legislar sobre un problema que muchos juzgados han solucionado en la práctica, pero que es bueno dejar normado para que no existan interpretaciones caprichosas que detengan u obstaculicen su aplicación con la celeridad necesaria (Hoy más urgente que nunca, después de que el paso del tiempo ha servido para silenciar a tantos y para ocultar tantas pruebas).
Pero mientras aún miles de personas ven violado su derecho a saber quiénes son, quiénes fueron sus verdaderos padres y cuál es su auténtica historia, decenas de comunicadores compran el guión de los apropiadores, hablan con cierto deleite macabro de compulsividad y de sangre, y pretenden hacernos creer que esta legislación propuesta tiene como objetivo central a la dueña del emporio Clarín. Desgraciadamente esas personas que repiten una mentira como si fuera una verdad completa (a ellos les gusta el concepto de verdad completa) en realidad terminan injertando en nuestra realidad democrática un gajo de la dictadura y pretenden que prenda para conseguir que la impunidad se reinstale entre nosotros.
Lo interesante del asunto es que otro argumento en contra usado por ciertos editorialistas es el del "libre albedrío", entendido como la voluntad personal de la víctima en saber o no cómo y quién la está victimizando. Arguyen que los hijos robados hace 30 años "hoy son gente grande" que puede elegir libremente su vida, creyendo o no en la historia que sus apropiadores le contaron. Este argumento es tan miserable como la broma machista que frente a la violación propone "relajate y gozá"... Y encima, puesto en boca de aquellos mismos sujetos que han hecho de la inseguridad la bandera central de muchos de sus reclamos cotidianos.
Parece que para ellos vivir en una sociedad hecha de mentiras, llena de ladrones de niños y torturadores sueltos es el paradigma deseable de la seguridad jurídica.
La Runfla de Rufianes, 23 – 10 – 09
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