María Luz Gómez
Si logramos concebir la educación como “un proceso de creación cultural” en donde la participación de todo el conjunto de una sociedad permite y promueve la transformación, paralelamente podríamos empezar a cuestionar el rol que en este proceso tienen los medios masivos de comunicación, supuestos promotores del desarrollo cultural.
La educación debe promover la libertad del hombre ayudándolo a superar cualquier tipo de dominación, silenciamiento y aceptación acrítica de un mundo dicho y hecho por otros. Esta promoción humana depende no de uno sino de todos los que conforman la sociedad, entre ellos (y hoy en día fundamentalmente) los medios masivos de comunicación.
Es innegable la influencia de los medios en cualquier proceso educativo, ya sea formal, no formal o informal. Son estos los que, a partir de prototipos e imágenes del mundo y la realidad, dicen qué pensar, cómo actuar, qué sentir, alienando al hombre y coartando su libertad.
Los medios educan, esto no puede cuestionarse, pero sí el cómo y el para qué lo hacen. Las respuestas a esto son claras y opuestas: o bien respetando la libertad del hombre para promover el desarrollo cultural, o bien excluyendo y propagando la ignorancia del pueblo para suscitar la fragmentación social. No es necesario mencionar los innumerables ejemplos que demuestran la errada tendencia de nuestros medios.
Insistimos en la idea de que también es obligación de los medios la promoción del desarrollo cultural y debe entenderse que todo aquello que atenta o subestima este desarrollo, lo hace directamente contra la educación, el crecimiento y la libertad de los pueblos. Paralelo a esta obligación, el pueblo tiene el derecho de formarse también a través de los medios, es decir, tiene el derecho a exigir de ellos una programación adecuada a la realidad local con contenidos que promuevan la humanidad y sus derechos, una participación activa y democrática en la creación, administración y organización de los mismos, el reflejo de la diversidad y pluralidad de voces, etc.
Recordamos que el Estado es el principal responsable de resguardar la educación, por ende, el encargado de asegurar la participación responsablemente de “todos” en el proceso de desarrollo cultural. Por esto, es necesario que la nueva ley de medios promulgue la participación de estos como “formadores de sujetos, de actores sociales y de diferentes modos de comprensión de la vida y del mundo, con pluralidad de puntos de vista y debate pleno de las ideas”[1] y no como falsificadores de realidades mercantilistas en las que muy pocos pueden vivir.
[1]Artículo nº3 de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
Río de Palabras Nº 5, 14 – 10 – 09
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